CHILE: Manuel Larraín – Un obispo precursor

Obispo de Talca, en Chile, y presidente del CELAM, murió hace 50 años en un accidente automovilístico el 22 de junio.

La celebración eucarística fue la principal conmemoración de los 50 años de la muerte de quien fuera obispo de la diócesis de Talca distante 250 kilómetros al sur de Santiago. La Universidad Católica del Maule lo recordó en una Jornada teológico-pastoral con intervenciones del arzobispo emérito de La Serena, Bernardino Piñera, quien fuera obispo auxiliar de Larraín, y del historiador Cristián Gazmuri; además de la presentación del libro Cartas inéditas de don Manuel Larraín. En la víspera, un concurrido encuentro de campesinos y pequeños agricultores conversaron, mate de por medio, acerca de La persona y la figura de don Manuel, destacando principalmente su preocupación por transformar la estructura de tenencia de la tierra para lo cual dio el ejemplo entregando un fundo del Obispado de Talca a sus trabajadores, que inició el proceso de reforma agraria en Chile.

Manuel Larraín pertenecía a una acaudalada y aristocrática familia chilena, con grandes propiedades agrícolas. Después de estudiar Derecho en la Universidad Católica ingresó al seminario y completó sus estudios en la Universidad Gregoriana de Roma. A los 11 años de sacerdocio fue elegido obispo auxiliar de Talca y a los dos años asumió como titular de esa misma diócesis.

Compañero y amigo del padre Alberto Hurtado; amigo de los poetas Pablo Neruda y Gabriela Mistral, ambos premios nobeles; lo era también del cardenal Montini, más tarde Papa Paulo VI, de varios obispos europeos y de intelectuales como Jacques Maritain, o el prior Roger Schutz de la comunidad ecuménica de Taizé, en Francia. Con ellos y algunos teólogos estuvo vinculado al llamado ‘catolicismo social’ con el que el sector progresista de la iglesia de esa época intentaba recuperar para la iglesia a los trabajadores y obreros.


Profundo y comprometido

Hombre de amplia y profunda cultura, con mirada de futuro buscando siempre el camino de la historia para ir adelante, percibió que América Latina necesitaba fortalecerse como unidad, no sólo eclesial, sino también política y social. Junto a los obispos brasileños Helder Camara y Avelar Brandao, al peruano Juan Ladázuriz, al mexicano Miguel Darío Miranda y otros propusieron al Papa Pío XII la creación del CELAM que, hasta hoy, es el único organismo continental de coordinación en la iglesia. En 1964 fue elegido su Presidente, cargo que desempeñaba al momento de morir en junio de 1966.

Sus relaciones con obispos europeos y norteamericanos, facilitada por su dominio de los idiomas inglés y francés, le permitieron integrar el grupo de trabajo que lideró el desarrollo del Concilio Vaticano II y jugó un papel de articulador entre obispos de América Latina con europeos y norteamericanos. Don Manuel veía tres grandes desafíos: la necesidad de redescubrir en la Iglesia su carácter de signo de Cristo, luz de los pueblos; la urgencia de dialogar con el mundo moderno y dejar de estar a la defensiva; y, el llamado a ser “sobre todo la Iglesia de los pobres”, como “un aspecto esencial” de su peregrinación en la tierra. Este espíritu lo llevó a ser uno de los firmantes del Pacto de las Catacumbas al término del Concilio, junto a otros 40 obispos, en el que se comprometen a llevar una vida de sencillez, despojada de posesiones y a una actitud pastoral orientada a los pobres y a los trabajadores.

De regreso de uno de sus frecuentes viajes, en la carretera al llegar a su diócesis, su vehículo chocó provocando la muerte del obispo y dejando herido a su chofer. En su testamento pastoral dejó expresado: “Quiero que mi última palabra sea para la Iglesia, el gran amor de mi vida sacerdotal. En ella he vivido y encontrado a Cristo. Por ella únicamente he trabajado y sufrido. Ofrezco mi muerte como supremo holocausto por ella”.

ROBERTO URBINA AVENDAÑO. SANTIAGO


 

UN HOMBRE VISIONARIO

Sergio Torres, fundador de Amerindia Continental, fue recibido por Manuel Larraín cuando ingresó al seminario. También lo acompañó cuando era un joven sacerdote y fue su Vicario de Pastoral. Compartió algunos recuerdos con Vida Nueva.

¿Qué rol tuvo don Manuel en la preparación de Medellín?
Medellín fue acordado con el CELAM cuando don Manuel era su presidente. En la última sesión del Concilio los directivos se reunieron con Paulo VI y acordaron realizar una conferencia en América Latina para aplicar el Concilio. Volvieron a sus diócesis y comenzaron la preparación con varias reuniones. Don Manuel murió sin alcanzar a participar, pero dejó lanzada la semilla que culminó con la exitosa conferencia de Medellín. Fue un vuelco tremendo. No fue solo la aplicación del Concilio como había sido la intuición inicial, sino una relectura del Concilio a partir de la situación de pobreza y miseria del continente, lo que no alcanzó a ser captado por el Vaticano II. El Concilio abordó una cierta reconciliación de la iglesia con la modernidad, en cambio Medellín respondió no tanto a la modernidad, sino a la pobreza, la miseria, la injusticia y la opresión.

¿Cómo enfrentaba los cambios sociales?
Él contaba que de niño, como muchas familias de su época, lo vestían sólo con ropa traída de París. Su familia pasaba los inviernos en París. A pesar de esa raigambre aristócrata, tuvo lucidez para entender y ser motivado por una profunda sensibilidad social. Pocas personas he conocido en mi vida que hayan captado así el sentido de la historia. Muchas veces repetía un texto de Isaías que tiene un diálogo con los vigías que custodiaban las murallas en las ciudades antiguas. Decía: “vigía, ¿qué ves en la noche?”. Y el vigía dice: “amanece”. Ese texto don Manuel lo hizo su lema. Descubrir, en lo que va sucediendo, qué es lo que viene de nuevo, por donde va la historia. El sabía ubicarse en esa vertiente, en ese lugar. No sólo entenderlo sino hacerlo avanzar.

Compartir