CHILE: José Aldunate distinguido por su defensa a los derechos humanos

CHI-retrto-aldunateA los 90 años, el jesuita es reconocido por sus denuncias de tortura y crímenes durante la dictadura y su compromiso vital con los más pobres.

Cada dos años, el Instituto Nacional de Derechos Humanos reconoce a quien se haya destacado en la promoción de una memoria histórica sana y en la protección y defensa de los derechos humanos en Chile. En esta tercera versión, el premio fue otorgado al sacerdote jesuita José Aldunate quien, a sus 90 años de edad, se mantiene activo, pese a limitaciones de salud y visión. Esta distinción reconoce su amplia trayectoria en la defensa y promoción de los derechos fundamentales de las personas perseguidas durante la dictadura y su compromiso con los más vulnerables.

“Pepe” Aldunate nació en 1917 en una familia aristocrática que lo educó con institutrices británicas por lo que habló inglés antes que español. A sus 10 años la familia se trasladó a Inglaterra donde ingresó al Stonyhurst College y después de tres años regresaron a Santiago. Terminó sus estudios secundarios y después de un corto período de discernimiento decidió ser jesuita haciendo sus primeros votos en abril de 1935. Gran parte de sus estudios los realizó en Argentina y se ordenó sacerdote en San Miguel (Buenos Aires) en 1946. Se doctoró en Teología Moral en la Universidad Gregoriana y también estudió en la de Lovaina (Bélgica).

En 1950, de regreso en Chile, es asignado a colaborar con el padre Alberto Hurtado en la Asociación Sindical Chilena donde pudo aplicar su preparación para abordar la relación entre moral y economía, tema de su tesis doctoral. Allí se consolida en él su búsqueda de justicia en la sociedad. Reconoce dos herencias de Hurtado: la importancia de la justicia y la opción por los pobres. Ya era también profesor de Moral en la Universidad Católica de Chile. En la Compañía fue sucesivamente Maestro de Novicios, director de la revista Mensaje y provincial en la década de los 60, época del Concilio y de los grandes cambios en la sociedad y en la Iglesia.

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Como obrero para los obreros
Al terminar su período de provincial decidió practicar lo que enseñaba insertándose en el mundo obrero. Se integró a un grupo de sacerdotes que optaron por trabajar como obreros. El golpe militar lo encontró en Concepción trabajando como obrero de la construcción durante seis meses y los otros seis hacia clases en la universidad.

Convencido que la Teología de la Liberación es la aplicación del Concilio Vaticano II para América Latina, la adoptó y se adentró en ella. Durante la dictadura fue un activo opositor y comprometido defensor de los perseguidos, rol en el que salvó a muchas personas. En 1975 inició la publicación clandestina de la revista No podemos callar, que entregaba información especialmente sobre la represión política y económica. Publicación a mimeógrafo con una tirada de varios cientos de ejemplares: sólo a París llegaban cien para los refugiados. Circuló hasta 1995.

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Participó en el Equipo Misión Obrera, continuador de los curas obreros ahora ampliado con laicos, hombres y mujeres, además de religiosas. Algunos de ellos fueron detenidos, torturados y asesinados.
Pepe Aldunate recuerda: “yo trabajaba junto a Kathy cuando me avisaron que la habían tomado presa los militares, a ella y a su marido. Los torturaron, los mataron. Y a mí me tocó sacarla de la morgue, allá fui a reconocer su cadáver. Tenía los ojos quemados, eran como dos cavidades. Casi no la reconocía. Fueron cuatro de la familia Gallardo que pasaron por la Villa Grimaldi y terminaron en el cementerio. Recuerdo cuando los llevamos al cementerio, íbamos con cuatro cajones, toda la familia. Nos entregaron unos cajones no más, no pudimos revisar los cuerpos para no ver las torturas que les habían hecho. Sólo por el vidrio pudimos reconocer sus caras, testificar que estaban muertos y llevarlos a enterrar”.

Al inicio de los 80, las protestas masivas contra la dictadura fueros tomando fuerza. También se conocieron muchos testimonios de detenidos por los organismos de seguridad que había sufrido tortura. Aldunate y otros organizaron un grupo de denuncia no violenta. El 14 de septiembre de 1983 hicieron su primera acción que el propio jesuita describe: “Escogimos un lugar de torturas que estaba en avenida Borgoño. Llevamos un lienzo que decía ‘aquí se tortura’. Cantamos sentados en la calle, éramos 70 personas con el lienzo extendido. Hasta que llegaron los carabineros, con sus carros. Se llevaron a algunos, otros nos metimos en los carros, por fuerza. Llegamos a las comisarías, allá no sabían qué hacer con nosotros. Nos tomaron los nombres, las fotos y nos echaron a la calle a las 11 de la noche”.

A los pocos días, la prensa nacional y extranjera difunde las imágenes y el testimonio de la inmolación de Sebastián Acevedo, trabajador de la construcción de la ciudad de Coronel, de 52 años, quien el 11 de noviembre de 1983 se inmola quemándose a lo bonzo en el atrio de la Catedral de Concepción, gritando a viva voz: “¡Que la CNI [Central Nacional de Informaciones] devuelva a mis hijos!”, exigiendo conocer el estado y el paradero de detención de sus hijos María Candelaria y Galo Fernando Acevedo Sáez, apresados el 9 de noviembre por agentes represivos del Estado chileno, tras una protesta de oposición al régimen militar. En la entrada de la Catedral de Concepción hay una placa que dice: “A 30 años. ‘Que la CNI devuelva a mis hijos’. Aquí Sebastián Acevedo Becerra prendió su cuerpo en llamas en señal de protesta por la violación a los derechos humanos y la tortura cometidas durante la Dictadura Militar. 11 noviembre 1983. 11 noviembre 2013”.

El grupo de Pepe Aldunate, en homenaje a este mártir, adopta su nombre. El Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo tuvo 180 acciones callejeras durante 7 años sin ofender, sin armas, sólo denunciando.

Este jesuita, también mantuvo cercanía y apoyo con la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos quienes también realizaban protestas callejeras.
Publicó reflexiones, libros, artículos y textos –algunos incluso en la clandestinidad– a través de los cuales expuso su visión sobre el rol de una Iglesia comprometida con los derechos humanos y la defensa de quienes más lo requerían.
Su trayectoria como defensor de los derechos humanos le hizo recibir en 1988 el Premio Nobel Alternativo de la Paz.
ROBERTO URBINA AVENDAÑO. SANTIAGO

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