Patagonia, tierra de oportunidades

El territorio más austral de América es un lugar de paisaje inigualables, en donde la aridez del suelo y el viento inagotable son protagonistas infaltables de una tierra “que recibe a todos”. Así define a la Patagonia, Miguel Ángel D’Annibale, el obispo de Río Gallegos. Una diócesis –la más grande y menos poblada de la Argentina– con desafíos muy particulares para la Iglesia y para la sociedad.

La Patagonia es la región geográfica más austral de América y del mundo. Y el concepto “más austral”, está usado literalmente. Un territorio inmenso, caracterizado por el viento y las bajas temperaturas, pero que despunta paisajes únicos que solo en esta zona del mundo puede haber. Una parte de la Argentina “domada” por la Conquista del Desierto (1878-1885), para hacer de este territorio –perteneciente históricamente a los pueblos originarios– una República.

Sin embargo, estas tierras no son simples páginas de un libro de historia, sino un lugar en donde la efervescencia de la vida resuena. Allí, las provincias argentinas más australes son Santa Cruz y Tierra del Fuego, las cuales conformar la diócesis de Río Gallegos. Se trata de una superficie de casi 270 mil kilómetros cuadrados, que alberga una población que no llega a los 300 mil habitantes. Allí, desde 2013, pastorea este inmenso lugar el obispo Miguel Ángel D’Annibale.“Yo soy del conurbano bonaerense. Nací en Vicente López y fui sacerdote de la diócesis de San Isidro durante 25 años.

En esos años podía manejar unos 25 kilómetros por día, desde una parroquia a otra de la diócesis”, recuerda. Pero de repente, este sacerdote no solamente fue nombrado obispo sino que empezó a manejar cientos de kilómetros para llegar de una parroquia a otra en medio de la meseta patagónica. “La sede de la diócesis está en Río Gallegos, capital de la provincia de Santa Cruz, en la costa del Atlántico. El primer círculo que trazo para recorrer es de 300 kilómetros; llegaría a la ciudad de Puerto San Julián. Hay que comprender que entre Caleta Olivia [ciudad de la punta norte de la diócesis] y Ushuaia [última ciudad del sur] tengo unos 1200 kilómetros”.

Esta relato que D’Annibale le hace a Vida Nueva permite tomar real dimensión de este territorio diocesano, que por ser tan grande tiene sus desafíos particulares, e implica un gran esfuerzo para pastorear.

“Uno trata de ser facilitador del diálogo” cuenta el prelado, introduciendo al tema de las problemáticas sociales en esta zona patagónica. Y agrega: “nunca hemos entrado en los conflictoscomo mediadores, porque no nos corresponde. El mediador es el que sabe qué pasa en cada una de las partes”. Por ejemplo, en la ciudad de Río Gallegos hubo conflictos sociales muy grandes con casi 120 días de huelga de docentes y empleados públicos. Por su parte, en la provincia de Tierra del Fuego, hubo (y aún permanecen) reclamos muy fuertespor cuestiones previsionales con los empleados del Estado. Para el obispo, “el modo de salir lo tienen que buscar las personas; lo que intentamos nosotros como Iglesia es encontrar el modo de que la gente pueda dialogar. Pero me preocupa porque muchas veces no se ve una verdadera voluntad de diálogo”.

Y traza una breve autobiografía sinceraque lo ayuda a situarse como obispo frente a los conflictos sociales: “A los 20 años decidí entrar al seminario y tomar este camino de consagración. Hoy tengo 57, es decir, toda mi vida me dediqué a anunciar el Evangelio, a estar en la vida sacramental, a ir a las misiones. No conozco mucho de los partidos políticos, de las cuestiones gubernamentales, de las cuestiones gremiales, pero trato de profundizar sobre ellas”. Sin embargo, está convencido de algo: “En la medida que se da el diálogo, con respeto y verdadera voluntad de encontrar una salida, los problemas encuentran solución. Hay que saber ceder, que no significa perder sino encontrar una salida para el bien de todos. Pero, en lo reclamos, suele haber posiciones muy fijas y no se ve voluntad de ceder en ninguna de las partes”.

El obispo cuenta que muchas veces, ante los conflictos sociales que se presentan en la diócesis de Río Gallegos, los periodistas le preguntan sobre el rol que juega la Iglesia frente a estas problemáticas y siempre ponen como ejemplo la figura del Papa. “Francisco es un modelo, es un hombre que educa sobre esto”, resalta el obispo. Y se remonta al trabajo propulsado por Bergoglio para que Cuba y Estados Unidos reanuden sus vínculos: “citó a las partes en Roma y les prestó el Vaticano para pudieran encontrar el camino. Eso es un modelo de facilitación del diálogo, ofrecer un espacio neutral para encontrarse. Pero a su vez, había voluntad de las partes de encontrar una salida”.

Tierra que recibe

A la Patagonia mucha gente la ve como un lugar de nuevas oportunidades. Por eso, este territorio está compuesto en gran parte por personas que llegan de otros lugares. Si bien muchos llegan de distintas ciudades de las Argentina, especialmente de las provincias del norte del país (Tucumán, Chaco, Salta, Catamarca), también hay una alta presencia de extranjeros.

Por eso, D’Annibale resalta que uno de los temas sociales más complejos en su diócesis es el de las migraciones. “En la Patagonia la migración es constante. En un tiempo fue la de Chile, ahora hay migración interna de nuestro norte, pero también de Bolivia, Paraguay, Perú y de países de Centroamérica”, describe. Y con esto, se reactivan otras problemáticas asociadas, como la trata de personas y la prostitución. “Me impactó muchísimo en la última Semana Santa algo que escuché de Francisco. Dijo que el Mediterráneo era un mar insaciable que tragaba a la gente… Me dieron ganas de llamarlo para decirle que la Patagonia quiere ser tierra abierta para recibir”, asegura el obispo. Y completa: “La mayoría somos inmigrantes en la Patagonia. Dejar tu tierra para ir a otro lugar implica un cambio de cultura, de conocimiento de lugar, de hacerse a un clima, a un espacio, a las costumbres de la gente. Por eso, la Pastoral de Migraciones intenta buscar espacios donde la gente se encuentre con su religiosidad y continúe con sus tradiciones de fe”.

Y este acompañamiento pastoral es importante para la contención de las familias y de cada una de las personas que llegan a la Patagonia ya que, muchas veces, el clima hostil unido a la falta de oportunidades son el acceso perfecto para abrirle la puerta a las adicciones. “Tristemente, el flagelo del alcohol y de las drogases también parte de nuestra realidad”, confirma D’Annibale.

Espacios para los jóvenes

Si bien la Patagonia es considerada como una tierra que recibe, es constante que la juventud patagónica decida partir para buscar nuevas oportunidades. “La Patagonia –explica el prelado patagónico–recibe a muchos en busca de una segunda oportunidad. Algunos llegan jóvenes, se instalan y arman su familia.

Pero cuando los hijos se convierten en jóvenes, migrana la tierra de sus padres para estudiar. Suelen ir a ciudades comoBuenos Aires, La Plata y Córdoba, y muchas veces no vuelven a su tierra”.

El obispo grafica de una manera muy práctica la realidad de los jóvenes patagónicos: “en la Pastoral de Juventud llegamos hasta una edad en donde ya no tenemos más jóvenes sino adolescentes”.
Frente a esta realidad, las obras de la Iglesia pensaron, para la ciudad de El Calafate –ubicada a unos 80 kilómetros del glaciar Perito Moreno, una belleza natural única en el mundo–, instalar una escuela de turismo y hotelería. “Lo que sucede hoy es que el joven que creció en El Calafate se va a estudiar turismo a Buenos Aires. Por eso, tenemos que crear espacios de interés para los jóvenes, donde, por ejemplo, puedan estudiar una profesión que sea demandada en su tierra”, explica D’Annibale.

 

Desde hace nueve años, la diócesis de Río Gallegos realiza una Misión Juvenil Diocesana que, por tres años, misiona en una ciudad. “La primera se hizo en Ushuaia, la segunda en Río Grande, la tercera en Río Gallegos y la cuarta, que será el año próximo, será en Puerto San Julián. Llegamos a juntar 220 jóvenes de todas las edades y de toda la diócesis en una misión y vamos misionando las ciudades con las seis palabras claves de la diócesis: familia, vida, jóvenes, compromiso social, evangelización y santidad”, describe.

Contra todo lo que destruye

“Con el clero de la diócesis tenemos dos reuniones al año: la primera que culmina con la Misa Crismal, y la otra es la del retiro espiritual anual que la realizamos durante la última semana de agosto. Nos organizamos así porque las distancias que tenemos son muy grandes y suele ser una dificultad para encontrarnos”, señala D’Annibale.

En estas reuniones, el obispo con su clero reflexionan, rezan, pero también tratan de profundizar diversos temas: “Una de las reuniones la hicimos en Caleta Oliva, una ciudad que tiene serios problemas de agua. Allí tratamos de repasar lo que el Papa nos ha dicho sobre la ecología. Esa vez invitamos a Luis Infanti, obispo del vicariato apostólico chileno de Aysén, especialista en el tema del agua. Nos hemos dedicado a estudiar lo que nos ha dado la Creación, y ha dejado un entusiasmo muy grande en el clero”.

En la Patagonia, los temas ambientales “no son realidades fáciles de mirar”, ya que hay mucha gente que vive de su trabajo en el rubro petrolero o minero, dos industrias muy desarrolladas en la región y que, por ciento, suelen producir daños muy grandes al medio ambiente. “Con todos los obispos de la Patagonia –asegura– no nos oponemos al tema de la minería sino a aquello que destruye al medio ambiente”.

En semejante territorio, para el obispo D’Annibale es muy importante formar parte del equipo de obispos de la Patagonia-Comahue. “Es un equipo que tiene una importancia muy fuerte. En Laudato si’, el Papa cita a muchos Episcopados del mundo, pero en el tema de la minería cita alos obispos de la Patagonia. Los mensajes que damos, por ejemplo en Pascua y en Navidad, son muy importantes. En el de la última Pascua reafirmamos la opción preferencial por los pobres, una opción evangélica, la opción que hizo Jesús en su vida pública. Y ha resonado muy fuerte frente a la realidad social que estamos viviendo”, sostiene.

Para seguir adelante con esta opción, los obispos de la Patagonia-Comahue la sostienen con tres pilares: la cultura del diálogo, la cultura del trabajo digno y la necesidad de desterrar la corrupción. Y el obispo lo justifica: “En la Patagonia, del cielo podemos esperar una nevada tremenda, de la tierra, terremotos o tsunamis, pero la corrupción es una decisión que se genera en el interior de las personas o de las corporaciones que destruyen a los más pobres”. Y agrega: “En la medida que podamos vivir la opción por los pobres con estos tres pilares podemos aspirar a seguir caminando como obispos de la Patagonia”.

Cuando el 13 de marzo de 2013 apareció por primera vez frente a la multitud agolpada en la Plaza de San Pedro, el papa Francisco agradeció a los cardenales que lo fueron a buscar “al fin del mundo”. Si bien el cardenal Bergoglio era porteño, hacía referencia al último país del Hemisferio Sur, una frase que suelen utilizar en Ushuaia, la última ciudad del fin del mundo. D’Annibale reflexiona: “Uno aspira que al Papa del fin del mundo lo admiremos, que valoremos sus enseñanzas y que lo sigamos. La mejor manera de seguirlo es poner en práctica lo que él nos pide, la cultura del encuentro. Es el mejor modo de honrarlo”.


Rezar por la paz

El pasado 8 de junio, en consonancia con organizaciones nacionales e internacionales, la Acción Católica Argentina, la Comisión Nacional de Justicia y Paz y el Departamento de Laicos del Episcopado invitaban a dedicar “Un Minuto por la Paz”. El obispo de Río Gallegos redoblé la apuesta, e invitó a las comunidades diocesanas y personas creyentes a unirse un mes en oración por la paz en las provincias de Santa Cruz y Tierra del Fuego, inmersas en conflictos sociales graves desde hace meses.
La convocatoria tenía como objetivo orar para “alcanzar la tan deseada paz social en vísperas del Bicentenario de la Independencia de la Patria”, según explicó D’Annibale.
Instó a rezar hasta el 9 de julio –Día de la Independencia argentina– “una oración por la paz todos los días” a raíz de que las provincias padecen una “situación muy complicada, con muchos conflictos que son desencuentros”. Y aseguró: “Vamos a rezar para que se puedan solucionar”.

 

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