Los ortodoxos se atascan en la búsqueda de la unidad

Patriarca de Constantinopla, Bartolomé I

El Concilio de Creta nace cojo por la ausencia del patriarca ruso y de los de otras tres Iglesias autocéfalas

Concilio de Creta

Representantes de los diez patriarcados presentes en el Concilio de Creta

DARÍO MENOR (ROMA) | El Concilio Panortodoxo, que se celebra en la isla griega de Creta del 19 al 26 de junio, estaba llamado a marcar un hito en el camino de la unidad entre las distintas comunidades ortodoxas, pero ha dejado una vez más al descubierto sus diferencias internas. El pulso que mantiene Bartolomé I, patriarca ecuménico de Constantinopla, con Kirill, patriarca de Moscú y de toda Rusia, es la causa última que explica las dificultades de este encuentro preparado durante años y que, en un principio, debía iniciar una nueva era. Bartolomé I ostenta el grado de primus inter pares frente al resto de líderes de las Iglesias autocéfalas, pero es Kirill quien posee más influencia, pues están bajo su autoridad la mayor parte de los fieles.

De los alrededor de 300 millones de cristianos ortodoxos que hay en el mundo, más de la mitad responden al Patriarcado ruso. Las fricciones entre Constantinopla y Moscú vienen desde hace siglos: la primera ejerce el liderazgo de los fieles del área helénica, mientras que la segunda hace lo propio entre los eslavos.

Kirill no está estos días en Creta, adonde tampoco han acudido los patriarcas de Bulgaria, Georgia y Antioquía. Aunque participaron en las reuniones preparatorias e incluso tenían hechas las reservas en los hoteles, a última hora los representantes de estas Iglesias intentaron boicotear el encuentro al no viajar a la isla griega. Kirill trató de endulzar el golpe pidiendo un aplazamiento. “La única solución posible es proseguir los trabajos de preparación y llegar a un acuerdo sobre el desarrollo del santo y gran Concilio en otra fecha”, dijo. Bartolomé I se negó en rotundo y comentó que “la responsabilidad” de quien no participa en la cita de Creta es de “estas mismas Iglesias y de sus primados”.

Recordó, además, que en el encuentro de líderes ortodoxos de hace cinco meses en Ginebra, todos se comprometieron a formar parte del Concilio iniciado el 19 de junio. “Todas nuestras Iglesias desean, declaran y proclaman la unidad de nuestra Iglesia ortodoxa y quieren examinar los problemas que afronta el mundo ortodoxo para resolverlos juntos”, subrayó el patriarca de Constantinopla.

Mayor solidaridad

Pese a la ausencia de cuatro de las 14 Iglesias ortodoxas, los participantes esperan ser capaces de ponerse de acuerdo para elaborar un documento final con el que expresar la necesidad de una mayor solidaridad entre sus comunidades. “Afrontamos peligros y conflictos, desafíos ideológicos, confusión espiritual, agitación social, estigma y discriminación que llevan a la persecución”, puede leerse en el texto que sirvió de base para comenzar las deliberaciones.

Patriarca de Constantinopla, Bartolomé I

El patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, principal referente entre los asistentes al Concilio

Pese a su carácter histórico –no se celebra un encuentro de estas características desde hace más de un milenio–, el documento con que concluya la cita de Creta será un primer paso en un camino que se prevé largo y no exento de dificultades. En este recorrido habrá próximas reuniones para estrechar los lazos entre las distintas comunidades. “Muchos de los primados han mostrado su esperanza de que, tras el Concilio, no solo haya un proceso de recepción a sus resultados en todo el mundo ortodoxo, sino también que se convierta en una nueva institución que se reúna de forma regular”, comentó el arzobispo Job Getcha de Telmessos, del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.

Para el teólogo y ecumenista Pedro Langa, por su parte, los problemas en el Concilio nacieron antes de que comenzara, debido a los “roces menores” entre algunas Iglesias, lo que motivó que “no tuvieran mucha intención” de acudir a Creta. Una de estas fricciones surgió entre los patriarcados de Antioquía y Jerusalén a cuenta del nombramiento del nuevo obispo de Qatar. Bartolomé I se comprometió a mediar en el asunto cuando terminara el Concilio, pero su posición no fue suficiente para Antioquía, que optó por ausentarse de la cita en la isla griega.

Estas tiranteces le sirvieron a Kirill para boicotear el encuentro. “La Iglesia rusa no quiere sentirse comparsa de Constantinopla. Si no está en una posición dominante, como piensa que le corresponde por su número de fieles, prefiere no estar presente. A Kirill le gusta exhibir el papel imperial de la Santa Rusia”, sostiene el agustino Langa. El experto español recuerda que Constantinopla ya cedió antes a una exigencia de Moscú, pues el Concilio iba a celebrarse en Estambul, pero la tensión entre los gobiernos turco y ruso, debido a la guerra en Siria, obligó a cambiar la sede y optar por Creta. Tampoco contribuyó a mejorar las relaciones la situación de Ucrania, donde se han producido roces entre el Patriarcado de Moscú y las comunidades ortodoxas locales debido a la crisis política que vive el país.

Langa asegura que el Concilio de Creta “no nace muerto” pese a todas estas dificultades y las que puedan surgir, pero reconoce el largo camino que queda para alcanzar la unidad entre los ortodoxos, premisa indispensable para pensar que un día se llegue a una eventual comunión con Roma. “Entre las Iglesias ortodoxas hay algunos, como el patriarca de Antioquía, que mantienen una eclesiología ancestral y poco desarrollada. Llegan incluso a asegurar que la Iglesia católica no debe recibir el nombre de Iglesia”.

En el nº 2.994 de Vida Nueva


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