La memoria litúrgica de la primera testigo de Jesús resucitado se celebrará desde este año como festividad
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | El Año de la Misericordia cuenta con un nuevo icono. Por impulso personal del papa Francisco, la memoria litúrgica de santa María Magdalena, que se celebra el 22 de julio, se eleva al grado de festividad. Un notable ascenso, pues, como indica el nuevo prefacio publicado el 10 de junio por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, la de Magdala está ya litúrgicamente al mismo nivel que los doce apóstoles. Difundido el texto del dicasterio vaticano a toda página al día siguiente por L’Osservatore Romano, también es analizado, entre otros, por el arzobispo Arthur Roche, secretario de Culto Divino, quien subraya que, con esta decisión sobre la “apóstol de los apóstoles” (como la bautizara santo Tomás de Aquino), “el Pontífice quiere impulsar a la Iglesia a reflexionar de modo más profundo sobre la dignidad de la mujer, la nueva evangelización y la grandeza del misterio de la misericordia divina”. En concreto, la santa es ensalzada como “la primera testigo y evangelista de la resurrección del Señor”.
El jesuita Pedro Miguel Lamet, autor del libro No sé cómo amarte. Cartas de María Magdalena a Jesús de Nazaret (Mensajero), expone a Vida Nueva que “la transformación de la memoria litúrgica de María Magdalena en fiesta es algo más que un símbolo o un ‘cumplido’ con la mujer en la Iglesia. Como sucede en muchos gestos del papa Francisco, parece ser un indicador que apunta a transformaciones reales”.
En este sentido, Lamet concreta los cambios que, a su juicio, se apuntan con este gesto. Con el primero, el de concederle igual rango que a los apóstoles, “viene a ser como nombrarla más que discípula, ‘apóstola’, basado en la primera aparición después de la resurrección y en su misión de anunciarles la Pascua”. De este modo, “contribuye a deshacer la malévola equivalencia presente en el subconsciente de la vida eclesial de ‘mujer igual a pecado’ y subraya el poder transformador del amor humano-divino, que sin duda medió de modo sublime entre Jesús y Magdalena, además de la fuerza de la misericordia”.
Por ello, Lamet cree que, con este hito, “se prepara el ambiente para la llegada del diaconado femenino, cuyo restablecimiento en la Iglesia (lo hubo en la primitiva) pretende estudiar Francisco. Este diaconado es paso imprescindible para un futuro acceso al sacerdocio, de momento oficialmente cerrado por Juan Pablo II”. Mientras tanto, esto “supone en cierto modo dar carta de ciudadanía a la mujer en la Iglesia. No me extrañaría que una mujer pudiera ser nombrada en un futuro próximo Secretaria de Estado (el mismo Pietro Parolin ha declarado que no ve dificultades para ello) o jefa de algunos de los dicasterios”.
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