Fernando García de Cortázar: “Ni la Iglesia ni la monarquía han estado a la altura”

"Alguien heló tus labios" (Fernando García de Cortázar)

El historiador, jesuita y Premio Nacional de Historia publica su segunda novela, ‘Alguien heló tus labios’

Fernando García de Cortázar

Fernando García de Cortázar: “Ni la Iglesia ni la monarquía han estado a la altura” [extracto]

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | “Sí, la ficción es una maravillosa herramienta para atravesar la dura epidermis de los hechos y explorar el alma de los personajes históricos. En este caso, para transmitir la razón y el sentimiento de España”. Lo dice Fernando García de Cortázar (Bilbao, 1942), catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto, quizás el historiador que con mayor originalidad ha transmitido en la últimas dos décadas la historia de España. Y lo hace en su segunda novela: Alguien heló tus labios (Kailas).

Esos labios del título son, naturalmente, España: “La novela comienza en 1814. Napoleón ha sido derrotado y entre los restos de un Madrid harapiento, dos viejos amantes desgranan sus recuerdos y recorren, tras la memoria de sus antepasados, algunas de las páginas más decisivas de la España de los Austrias. Aquí, la ficción me ha permitido llegar a terrenos vedados al historiador: la posibilidad de entrar en el interior de los personajes, en sus pasiones, en sus sentimientos respecto de la vertebración de España, como el en caso de Felipe II o el Conde-Duque de Olivares”.

El marqués de Armillas y la condesa viuda de Montemayor, los protagonistas, nos dan una “lección de historia y humanidad” en plena Guerra de Independencia. Pero, ante todo, de “patriotismo cultural”, eso que, como afirma García de Cortázar, tanto necesitamos: “Muchos intelectuales españoles han sabido ver que no bastaba con las reformas sociales y la democracia para consolidar la nación española. Había de crearse algo más, algo que precedía a estos proyectos y los acompañaba necesariamente. Era un patriotismo cultural, que cohesionaría a los ciudadanos al fundamentarse en la emoción y la grandeza de un patrimonio del que pudieran sentirse orgullosos los ciudadanos. La defensa de la realidad de España –dice– también se encontraba ahí, en la creación de los teólogos y poetas, en la brillantez de sus pintores, en la conmovedora humanidad de su esplendor”.

Autocrítica flagelante

"Alguien heló tus labios" (Fernando García de Cortázar)

“Alguien heló tus labios” (Fernando García de Cortázar)

De ahí que este historiador humanista con más de 60 libros publicados regrese, o insista de nuevo, en que no hay ningún otro pueblo que se haya negado a sí mismo como el español. “Lope de Vega decía en el siglo XVII: ‘¡Oh patria… cuántos sucesos y victorias grandes, pues que tienes quien las haga ¿por qué te falta España quien lo diga?’ Esto mismo ocurre en el siglo XXI: que no cantamos las baladas de nuestra nación y que nos hemos creído las barbaridades que se han dicho de nosotros desde el extranjero”. Por ello añade, tajante: “La leyenda negra nos ha hecho mucho daño, pero hay que reconocer que ha prendido con fuerza por la propia autocrítica flagelante y masoquista que históricamente nos ha caracterizado. Siempre se dice que la Historia la hacen los ganadores; en España parece que la hacen los perdedores”.

El marqués de Armillas le dice a Moratín ya avanzada la novela: “Yo le aseguro que mi curiosidad política se ha esterilizado enteramente”. La de García de Cortázar, ni mucho menos. “Por supuesto, como historiador mi curiosidad política es insaciable. En cuanto a mis personajes… Sí, hay en ellos mucho pesimismo, es cierto. Y desencanto”. En ellos se cumple lo que dijo el poeta José Luis Hidalgo: “Vivir es una herida por donde Dios se escapa”. La cita la recuerda García de Cortázar: “Para algunos de los personajes de mi novela, históricos o ficticios, todos de carne y hueso vivir fue una herida por donde España, la monarquía de los Austrias o la de los Borbones, se derramaba. Así el Conde-Duque de Olivares exclama: ‘¿Dónde está Dios? ¿Qué hace? ¿Duerme?’”.

Quizás, por ello, mantiene que “ni la Iglesia ni la monarquía han estado a la altura” ante el “exilio moral” que ha dado pie hoy al independentismo”. “Está claro que la Iglesia ha estado en el origen de los nacionalismos independentistas que son alimentados continuamente por eclesiásticos que atribuyen una misteriosa importancia espiritual y derechos al pueblo, concepto siempre confuso y manipulable, en detrimento, muchas veces de la persona –manifiesta–. Del mismo modo que un joven Juan Carlos I se enfrentó a graves problemas en los momentos iniciales de la democracia, un joven Felipe VI debe comprender que su función no puede ser una vaga representación del Estado, sino la de una España real que se encuentra en peligro de fractura territorial. No conviene perder de vista que el Rey es el jefe del Estado y, en concreto de un Estado amenazado por el separatismo catalán”.

García de Cortázar admite que, sobre todo, lo que ha intentado –y no cesa– es crear una “conciencia nacional”. Y lo explica: “Debe ser objeto de la educación, debe ser cultivada como lo es la piedad en la infancia. No se trata ya de que la soberanía no pueda ser compartida desde el punto de vista jurídico, sino de que la nación más antigua de Occidente ha dejado de tener conciencia de serlo en en las costumbres, en las relaciones políticas, en la asimilación de la cultura, en sus símbolos, en el sistema educativo….”. Y por ello proclama: “El patriotismo es un parentesco que debe basarse en un pasado común, como lo saben todos los planes de estudio que han construido naciones con su aprendizaje de la historia”.

“Los católicos no debemos recluirnos en las sacristías”

Como jesuita y hombre la Iglesia, Fernando García de Cortázar insiste en que los católicos debemos tener más presencia pública: “No debemos recluirnos en las sacristías como busca un anticlericalismo torpe e ignorante de una pretendida izquierda. Es preciso volcarse en la sociedad, defender un modelo cristiano de existencia social y unos valores ahora impugnados por el egoísmo de una modernidad que rehúsa conocer sus propias raíces”. Y por ello añade: “Le debemos al mundo una presencia en el espacio público que no sea la de espectadores compungidos, sino la de protagonistas del cambio y mejora de la sociedad. ¿O acaso se pretende que cerremos los ojos ante la desigualdad creciente y las condiciones de miseria que vulneran la capacidad de realización del ser humano? ¿Se creen que vamos a callarnos cuando aniquilan los recursos culturales que albergan los valores que inspiraron la cultura de mayor brío humanista que ha conocido el mundo?”.

Y es en este contexto en el que denuncia que “vivimos bajo el dominio de un laicismo absurdo e inculto”. Y profundiza: “El laicismo que ahora galopa como factor de torpe división entre los españoles es lo último que nos faltaba para distraernos de los asuntos que nos afectan. Trata de esquivar preguntas incómodas sobre los trapicheos banales de la multiculturalidad y se arroga una superioridad que demasiadas veces se utiliza para evitar un debate sereno”. Por ello, apunta directamente: “El absurdo anticristianismo que se aloja en la presunción de laicidad no es un ataque a dogmas que solo afectan a los creyentes. Es una ofensiva contra valores que determinan una forma de vivir, una idea de la libertad una perspectiva de la unidad moral del género humano. Con otras cosas que están sucediendo, esta es una manera de liquidar lo que muchos entendemos como España”.

En el nº 2.993 de Vida Nueva


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