Las religiosas de la Orden Mínima de Antequera (Málaga) ceden su espacio a 38 refugiados
El primer convento que se llena con las risas de los niños sirios [extracto]
ENCARNI LLAMAS. Fotos: ANTONIO J. GUERRERO | El pasado mes de febrero, la comunidad de religiosas de la Orden Mínima firmó un convenio por el que cedió el convento de Santa Eufemia, en Antequera (Málaga), para la acogida a refugiados. A través de dicho acuerdo, se pusieron a disposición de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) 38 plazas de acogida. Con este gesto, las religiosas manifestaron su intención de que “los refugiados puedan sentir la acogida y el calor de la Iglesia”. Oficialmente, es el primer convento en España que acoge en sus instalaciones a refugiados.
El jueves 9 de junio llegaron los primeros acogidos. “Eran las 06:45 horas, vinieron en el barco popularmente conocido como el Melillero. Era un grupo de 26 personas; 12 de ellas siguieron su camino hacia el reencuentro con sus familiares y 14 se quedaron con nosotros en Antequera”, explica Lucas Sagredo, responsable del dispositivo de acogida temporal coordinado por las religiosas, CEAR y Cáritas Diocesana de Málaga. Allí comenzaban una nueva etapa de su vida, en un antiguo convento de clausura con orígenes en el siglo XVII. Desde 1601 hasta 2014, ha sido sede de las Mínimas, que vinieron a Antequera para venerar a su patrona, santa Eufemia.
En pocos minutos, el convento se llenó con las risas de los niños de tres familias que llegaban con sus madres. “Ha sido una experiencia corta con ellos –reconoce Sagredo–, pues solo se quedaron 36 horas, mientras tomaban fuerzas para seguir su camino rumbo a otros países europeos, donde los esperan sus esposos, pero ha sido muy intensa. Soy padre de familia… Impresiona ver la sonrisa de estos niños después de conocer las circunstancias en las que han vivido. Salieron hace cinco años de Siria, han tenido a sus hijos en diversos países (Egipto, Argelia…) y aún están intentando encontrar un hogar. ¡Cómo pueden transmitir tanta alegría y ser tan agradecidos!”.
De este primer grupo se han quedado dos hermanos palestinos, de 18 y 23 años, cuya primera sorpresa fue comprobar que, tras salir de Palestina, habían llegado a vivir a la calle Belén, donde se encuentra el convento. “Hablan inglés, lo que nos facilita la comunicación con ellos. Cualquier refugiado que llegue en las semanas próximas estará con nosotros un máximo de seis meses, aunque pueden irse cuando lo deseen y se vean preparados. En este tiempo, lo más importante es la acogida, que sientan que están como en casa y comenzar un proceso de trámites legales para conseguir empadronarse y conseguir la tarjeta sanitaria; si llegan niños en edad escolar, tendrán la matrícula en un centro. Es clave que aprendan español con clases que impartimos en el propio convento con profesores y voluntarios, que puedan homologar sus títulos universitarios… De manera que, a los seis meses, puedan obtener una documentación que acredite que están preparados para buscar un empleo. Además, los acompañamos en el día a día e intentamos que su estancia en Antequera sea reconfortante para ellos y les llene de paz”, concluye Sagredo.
Las monjas, a Archidona
Para todo ello, cuentan con un equipo de diez profesionales que trabajan en el centro y varios abogados y psicólogos que se trasladan desde el CEAR de Málaga cuando es necesario. Además, disponen de una ayuda extra, la oración de las hermanas Mínimas de este convento, que se han trasladado al que tiene la orden en Archidona y que, en palabras de Sagredo, “además de su generosidad al donar el edificio, hay que agradecerles su interés por conocer a cada uno de los acogidos y rezar por ellos».
Cada jueves, el Melillero lleva hasta Málaga a solicitantes de asilo. A todos se les ofrece este centro. Además, también se espera la llegada de refugiados procedentes del cupo de 17.000 que el Gobierno se comprometió a acoger. “Para la Diócesis de Málaga es una alegría que comiencen a llegar los primeros refugiados a los centros que se han puesto a disposición de CEAR y Asociación Comisión Católica Española de Migración (ACCEM), tanto en Antequera como en Málaga”, afirma Francisco Jiménez, responsable de acogida a refugiados de Cáritas de Málaga. “La situación sigue siendo muy grave, y la respuesta de la UE no está a la altura de las circunstancias –lamenta–, pero estamos contentos por las familias que van a continuar en nuestro país su camino en busca de una vida más segura y digna. En total, la Diócesis de Málaga ha ofertado 82 plazas para refugiados que se unen a las que Cruz Roja, CEAR y ACCEM ya tienen. Siempre queda la insatisfacción de que la realidad es mucho más grande y compleja y que las soluciones, más allá de la acogida, deben incluir cambios en las políticas migratorias, centradas hoy en el control de las fronteras”.
El coordinador en Andalucía Oriental de la CEAR, Francisco Cansino, explica que, “cuando nos encomendaron la tarea de buscar plazas de acogida en Málaga, no dudamos un momento en ponernos en contacto con la Iglesia, cuya respuesta fue más generosa incluso que la de los organismos públicos. El Obispado colaboró enseguida con nosotros pensando en lugares que pudieran ser útiles. Nos pusieron en contacto con las Mínimas, para las que solo tengo agradecimiento. Me pareció un lugar entrañable, donde se respira paz y generosidad. Las palabras de la superiora fueron que no había nada que agradecer, porque ellas tenían que responder a la llamada del Papa”.
Cansino comenzó a trabajar en la CEAR hace 14 años. Son muchos los recuerdos: “Hemos visto nacer a niños en nuestros centros que ahora son adultos, a familias salir adelante y hemos conocido historias que no han acabado bien. También hemos visto llegar al centro a familias que huían de un mismo conflicto, pero de bandos diferentes. En esos casos, han sido los niños los que nos han dado un ejemplo impresionante. Mientras los adultos no se dirigían la palabra, los niños jugaban juntos”. Como aquí.
Por una cultura de acogida
Como recalca Francisco Jiménez, la Iglesia de Málaga no quiere formar una red paralela de acogida, “ya que el reconocimiento de la condición de refugiado es un derecho que debe ser garantizado por la Administración”. Eso sí, ante una realidad que abruma, “la Iglesia de Málaga ha ofrecido los medios que tenía a su alcance a las entidades responsables de la acogida a refugiados, ha tratado de sensibilizar sobre la realidad existente y sobre las causas de la actual situación, ha realizado actos de denuncia y sensibilización sobre la situación de los refugiados y de los migrantes, se ha coordinado activamente con las entidades responsables de la acogida y con la administración local y también ha tratado de promover, desde la sensibilización, la presencia en los medios de comunicación de una actitud de acogida, de respeto y de reconocimiento del enriquecimiento mutuo que supone que personas de otras nacionalidades y culturas compartan con nosotros su vida y sus sueños”.
En el nº 2.993 de Vida Nueva
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