El Papa exige “desburocratizar” la lucha contra el hambre

papa Francisco con un niño con discapacidad durante el Jubileo de los enfermos y personas con discapacidad 10 junio 2016

Francisco pronuncia un firme discurso en la sede del Programa Mundial de Alimentos

papa Francisco pronuncia discurso en la sede del Programa Mundial de Alimentos en Roma 13 junio 2016

El Papa, durante su discurso en la sede del PAM, el 13 de junio

ANTONIO PELAYO (ROMA) | El Programa Mundial de Alimentos (PAM) es una agencia de la Organización de las Naciones Unidas que tiene como objetivo distribuir alimentos para apoyar el desarrollo de las naciones pobres y proporcionar comida en casos de desastres naturales o provocados por el hombre. Como la FAO, tiene su “cuartel general” en Roma. El lunes 13 de junio, Francisco visitó su sede, acompañado por el observador permanente de la Santa Sede ante el PAM, el español Fernando Chica Arellano. La visita del Papa ha sido fruto de su interés por los problemas del hambre y el desarrollo y de la diplomática norteamericana Ertharin Cousin, que desde abril de 2012 es la directora ejecutiva del PAM.

Lo primero que hizo Bergoglio apenas llegado al edificio fue rezar ante el llamado ‘Muro de la Memoria’, erigido en honor del sacrificio que realizaron miembros de este organismo entregando sus vidas para que los hambrientos no carecieran de pan.

Posteriormente, en el Auditorio, pronunció en español un amplio discurso en el que abordó esta doble temática: “desnaturalizar” la miseria y desburocratizar el hambre: “Poco a poco nos volvemos inmunes a las tragedias ajenas y las evaluamos como algo ‘natural’ (…). De esta manera, muchas vidas se vuelven parte de una noticia que en poco tiempo será cambiada por otra. Y mientras cambian las noticias, el dolor, el hambre y la sed no cambian, permanecen”.

Francisco se opone a esta situación porque “la miseria tiene rostro. Tiene rostro de niño, tiene rostro de familia, tiene rostro de jóvenes y ancianos (…), tiene rostro de migraciones forzadas, casas vacías o destruidas. No podemos ‘naturalizar’ el hambre de tantos; no nos podemos permitir decir que su situación es fruto de un destino ciego frente al que nada podemos hacer”.

Más adelante, afirmó que “la falta de alimentos no es algo natural, no es un dato ni obvio ni evidente. Que hoy, en pleno siglo XXI, muchas personas sufran este flagelo se debe a una egoísta y mala distribución de recursos, a una ‘mercantilización’ de los alimentos (…). Un don, que tiene finalidad universal, lo hemos convertido en privilegio de unos pocos”.

En la segunda parte de su discurso tocó otro problema que no es nuevo en sus reflexiones, el comercio de armas: “Nos encontramos ante un extraño y paradójico fenómeno: mientras las ayudas y los planes de desarrollo se ven obstaculizados por intrincadas e incomprensibles decisiones políticas, por sesgadas visiones ideológicas o por infranqueables barreras aduaneras, las armas no; no importa la proveniencia, circulan con una libertad jactanciosa y casi absoluta en muchas partes del mundo. Y, de este modo, son las guerras las que se nutren y no las personas. En algunos casos, la misma hambre se utiliza como arma de guerra. Y las víctimas se multiplican”.

papa Francisco con un niño con discapacidad durante el Jubileo de los enfermos y personas con discapacidad 10 junio 2016

Abrazo a un niño durante el Jubileo de los enfermos y personas con discapacidad

Jubileo del enfermo y rapapolvo a algunos sacerdotes

Por otra parte, el Jubileo de los enfermos y personas discapacitadas tenía, por fuerza, que suscitar un eco profundo en el corazón de este Papa tan cercano al dolor y a la marginación. Por eso, si su presencia no fue mayor que otras veces, sí podía advertirse una más intensa participación y una sintonía aún más “compasiva”.

Del 9 al 11 de junio, llegaron a Roma millares de personas aquejadas de diversas enfermedades, tanto físicas como psíquicas, con sus respectivos familiares y acompañantes (muchos de ellos, admirables voluntarios). Francisco recibió, el sábado 10 en el Aula Pablo VI, a varios centenares que participaban en un congreso convocado por la Conferencia Episcopal Italiana.

Llegó con su discurso preparado, pero prefirió responder a varias preguntas. La primera versó sobre la “diversidad”, que, según Serena –la muchacha que le interpelaba– provoca muchas veces miedo. “No –le respondió el Santo Padre–, las diversidades son una riqueza (…). Es verdad que algunas son dolorosas (…), pero no hay que tener nunca miedo de las diversidades; es el camino para mejorar y ser más hermosos y ricos”.

Después, con ese genio suyo tan característico, arremetió contra los sacerdotes que discriminan a las personas afectadas de algunas “diversidades” y que les niegan, por ejemplo, el acceso a algunos sacramentos con el pretexto de que son incapaces de comprender.

“Pensad en un sacerdote –dijo improvisando– que no acoge a todos. ¿Qué consejo le daría el Papa? ‘Cierra la puerta de tu iglesia, por favor’. O todos o ninguno. Pero no. Pensad en el sacerdote que se defiende: ‘No es así; yo comprendo a todos, pero no puedo acoger a todos porque no todos son capaces de entender’. Eres tú el que no eres capaz de entender. Lo que tiene que hacer el sacerdote, ayudado por los seglares, los catequistas, es ayudar a todos a entender la fe, el amor, el cómo ser amigos, a entender las diferencias, entender cómo las cosas son complementarias”.

Frases que, traducidas a los diversos lenguajes, suscitaron aplausos y ovaciones; animadas por esa cercanía, varias niñas se acercaron hasta el sillón de Bergoglio y le acompañaron.

El domingo 12, Francisco presidió la Eucaristía en la Plaza de San Pedro. Fue una ceremonia muy particular: las lecturas las hicieron personas que sufrían algún hándicap físico; la epístola, por ejemplo, fue leída por una joven invidente, y el evangelio fue escenificado por un grupo de “actores” que facilitaron la comprensión del texto de san Lucas que narra la escena en que una mujer pecadora se acercó a Jesús en casa de un fariseo y lavó sus pies con lágrimas, enjugándolos con sus cabellos.

Al desarrollar el tema de la integración de las personas discapacitadas, Bergoglio dijo: “En esta época en la que el cuidado del cuerpo se ha convertido en un mito de masas y por tanto en un negocio, lo que es imperfecto debe ser ocultado, porque va contra la felicidad y la tranquilidad de los privilegiados y pone en crisis el modelo imperante (…), pero en realidad en qué falsedad vive el hombre de hoy al cerrar los ojos ante la enfermedad y la discapacidad. No comprende el verdadero sentido de la vida, que incluye también la aceptación del sufrimiento y de la limitación. El mundo no será mejor cuando esté compuesto solo por personas aparentemente ‘perfectas’, sino cuando crezcan la solidaridad entre los seres humanos, la aceptación y el respeto mutuo”.

Resultaba conmovedor ver a centenares de personas sufrientes recibiendo el consuelo, las caricias y los besos de otras personas. Francisco, finalizada la Eucaristía, parecía no querer marcharse sin consolar a tantos hermanos y hermanas “heridas pero transfiguradas para siempre por el amor”.

Vallejo Balda, en semilibertad

Finalmente, el martes 14, el Papa aprobó cinco nuevas canonizaciones (entre ellos, de Manuel Gónzález García, obispo de Palencia fallecido en 1940) y reconoció el martirio de 115 españoles que murieron “a causa del odio a la fe” durante la Guerra Civil.

Y también el martes se hizo público que Lucio Ángel Vallejo, el único imputado del ‘Vatileaks 2’ que se encontraba bajo arresto, goza ya de una situación de semilibertad gracias a la cual puede salir de su celda, aunque no del Vaticano. Las próximas audiencias del juicio han sido fijadas para el 4, 5 y 6 de julio.

En el nº 2.993 de Vida Nueva

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