Venezuela en primera plana

Una las muchas manifestaciones de universitarios

Una las muchas manifestaciones de universitarios

Llama la atención el centimetraje que tiene la prensa europea sobre Venezuela, generalmente ajena a la problemática latinoamericana. En vuelo de regreso al país, tomo en mi mano Le Figaro francés, El País, El Mundo y el ABC de España. La noche anterior en la TV imágenes muy crudas muestran la realidad de algunos hospitales, las colas, el hambre, la represión desmedida y un lenguaje presidencial y de sus adláteres que desdice de la más mínima regla de urbanidad. El poder concede licencias que sobrepasan toda norma.

Venezuela, con sus más y sus menos, siempre aparecía como un país de posibilidades por sus riquezas naturales, la abierta acogida a tantos inmigrantes que hicieron tienda y fortuna entre nosotros. ¿A quién atribuir el caos en el que estamos sumidos? ¿Quién se cree lo de la guerra económica o la invasión de los imperios?

Una página completa de El Mundo titula: “un país rico arruinado por el populismo”. Le Figaro, a su vez, anuncia en primera página un reportaje interior a página entera: “Venezuela, ¿a punto de explotar?”, con el subtítulo: “Penurias dramáticas, crisis política sin precedente, aislamiento internacional (…) Nicolás Maduro se aferra desesperadamente al poder. La revolución bolivariana se atornilla por la ruina y el totalitarismo”. Antonio Navalón en El País, describe: “el laberinto venezolano. El país ha olvidado que se está jugando su propia supervivencia como nación y el futuro de sus hijos”. A su vez, la prensa anuncia que Lufthansa suspenderá sus vuelos a Venezuela porque el Gobierno no paga la deuda a las líneas aéreas.

Aferrarse a los slogans de campañas pagadas por el imperio y la derecha apátrida, o por el peligro inminente de una invasión norteamericana, sólo está en la mente de quienes han concebido tal propaganda porque el problema es endógeno. No puede uno alegrarse, al contrario, da pena y dolor, que la imagen de nuestro país, se asemeja más a los países más pobres y conflictivos del mundo. No hay otra salida sino aceptar la voz del pueblo. Las elecciones del 6D fueron una campanada que pudo ser el inicio de una reconstrucción fraterna del país. Gobernar solamente “para y con los míos”, rechazar al resto como si fueran enemigos a eliminar, no abrirse a un diálogo sincero y a una negociación realista, es un pecado que clama al cielo.

Hasta el papa Francisco, preocupado por la paz del mundo, escribió una carta al Presidente, de la que no se conoce su contenido ni se ha dado señal de haberla recibido. La cancelación de la visita del Canciller del Vaticano, Mons. Gallagher, da para muchas lecturas; lo más espeluznante es que no se quiere conversar ni con el Papa. La sensatez, el respeto a la vida humana, es la primera responsabilidad de quienes nos gobiernan. A punta de bayonetas, de amenazas, de heridos, presos y muertos, no se solucionan los problemas. Buscar una salida pacífica, consensuada, constitucional, es el único camino, si no queremos matarnos y convertir en un desierto el país.

“Venezuela está en caída libre y ahora da la impresión de que es un país adormecido sobre su propio océano de palabras y que ha olvidado que lo que se está jugando día a día es su propia supervivencia como nación y el futuro de sus hijos”, dice uno de los reportajes. No hay espacio para el desánimo ni la desesperanza; la fe, el coraje y la constancia, con racionalidad y sin emocionalidad loca todo lo puede, decían los místicos, y es la tarea que tenemos por delante.

Mons. Baltazar E. Porras

Arzobispo de Mérida

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