Misericordia en La Guajira

Duelo entre mantas negras y mochilas coloridas

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Acto simbólico en protesta contra la muerte de niños wayuu como consecuencia del hambre

Un espiral de personas cargando 600 pequeños ataúdes de cartón, dibuja sobre la Plaza de Bolívar de Bogotá un signo que honra la semilla de la vida. En cada ataúd se lee el nombre de un niño o una niña. Un grupo de mujeres wayuu anudan con sus lágrimas, borlas y lamentos un camino de duelo desgarrador. Ellas lloran por sus hijos, expresan el llanto de la Madre Tierra. Sus trajes de colores que contrastan tan bien con el paisaje semidesiértico de su Wajira, han sido reemplazados por mantas negras.

Las acompañan indígenas muiscas, artistas, líderes sociales, ambientalistas, religiosos, todos ellos Alijunas que se unen solidarios en un ritual de duelo por los niños muertos y una plegaria de esperanza por los vivos. Que aquellos descansen en paz y que estos vivan la paz.

Varios periodistas cubren el evento. Uno de ellos llevará el reportaje hasta el Vaticano. Remedios Uriana, lideresa del Movimiento de las Mantas Negras, espera que el papa Francisco las visite y escuche la voz de los pueblos indígenas que no ha sido escuchada en su propio territorio.

“Es el llanto de miles de mujeres wayuu que han parido hijos que no pudieron crecer”.

En lo que va corrido del año, ya son más de 30 niños de la etnia wayuu fallecidos por desnutrición. La Asociación Shipia Wayuu afirma que desde 2012, son 4.770 los niños menores de cinco años que han muerto por hambre y sed. Otras versiones indican que son 12.000. El gobierno maneja cifras más bajas. Muchos fallecen y no alcanzan a ser registrados. “La vida de un niño, de una mujer, de la tierra es más valiosa que el carbón y que el dinero”, afirma Remedios con ojos humedecidos. Así sea uno solo el que muera, el dolor es incomparable.

Vilma Amparo Gómez, presidenta de Defensa de Niñas y Niños Internacional (DNI-Colombia) dice que los índices de morbilidad y mortalidad en más de 700 resguardos de los 102 grupos indígenas de Colombia son escandalosos.

“Han perdido a sus hijos por causas que se hubieran podido evitar”.

El espiral que convoca las almas de los niños sigue su danza silenciosa. Muchos curiosos se acercan y se van. El ritual del llanto pasa desapercibido para muchos. Otros, en cambio, se reconocen al unirse a la causa: poco importan las diferencias ante la magnitud de la tragedia. En esa Plaza de Bolívar que se llena para conciertos y concentraciones masivas, que ha sido escenario de protestas pacíficas y confrontaciones violentas, ahora hay flores de camposanto, armadas con pequeños ataúdes y la sensibilidad de algún artista.

El calendario marca 11 de mayo de 2016 pero la escena seguirá en otras ciudades del país. El Movimiento de las Mantas Negras convoca diversos sectores de la sociedad civil para defender la vida de niños y niñas indígenas. No tiene color. No es partidista ni confesional. Considera que la exclusión y la desigualdad son inaceptables y deben ser erradicadas. Reclama frente al exterminio físico y cultural de los pueblos indígenas, reseñado por la Corte Constitucional en el Auto 004 de 2009.

“Allá en La Guajira, arriba, donde nace el contrabando”

www.olapoliticaLa Guajira es mucho más que los mitos que el folclor vallenato ha popularizado. La península bordeada por el mar Caribe posee una región semi-árida al norte que contrasta con el paisaje de las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta y las cuencas de los ríos Ranchería y César, en el sur. Las sabanas y selvas secas predominan en el centro del departamento. Los parques naturales de Macuira, Los Flamencos y Bahia Portete constituyen un sorprendente atractivo ecoturístico.

Pero allí “la tierra guajira está llorando porque le están sacando la sangre de sus venas”. Remedios se refiere al polémico proyecto de desviar el arroyo Bruno, uno de los principales afluentes del río Ranchería, para que El Cerrejón pueda extraer material del subsuelo y así obtener rentas por 35 millones de toneladas de carbón. El gran riesgo es afectar la cantidad y calidad del agua, poner en juego la vida.

Algunas investigaciones dan cuenta de que la mortalidad por desnutrición es más elevada en zonas donde se adelantan proyectos de alta productividad agroindustrial, minera y petrolera. La muerte por hambre y sed de los niños indígenas no sólo es un problema de producción sino de distribución. La Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia (ABACO) explica que las sobras de comida que van a la basura, así como los vegetales y frutas que dejamos descomponer, son el plato que hizo falta en el menú de los hambrientos.

De esta forma, a la débil conciencia humanitaria se suman la vulnerabilidad al cambio climático, el impacto de las actividades extractivas, las decisiones políticas en la frontera colombo-venezolana, la injusta redistribución de la riqueza, como algunos aspectos a tener en cuenta para explicar la trágica situación de los wayuu. El obispo de Riohacha, monseñor Héctor Salah, dice que la principal calamidad de La Guajira es su clase política, pues se adjudican grandes contratos de alimentación y educación, a través de ONG, uniones temporales o consorcios que no pretenden prestar un servicio sino lucrarse con los dineros del Estado.

“Si eres creyente debes ser practicante”

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El Movimiento de las Mantas Negras ha convocado diversos sectores de la sociedad civil para defender la vida de niños y niñas indígenas

Un primer balance de la acción eclesial señala una gran escasez de sacerdotes y religiosas para atender áreas tan extensas. Adán Martínez de la Fundación Caminos de Identidad (FUCAI) plantea que la Iglesia debe escuchar, jugar, implementar pedagogías interactivas, aprovechar los rituales de la comunidad con un interés pedagógico para fortalecer la organización local.

Para Vilma, es débil la formación misionera: “Necesitamos aprender a mirar con ojos interculturales el país que tenemos. Estamos llenos de prejuicios hacia el otro, lo otro, pues lo desconocido nos genera miedo. Hay que dejar la arrogancia. No hay una única forma de hacer las cosas. Tenemos la suerte de contar en el país con 65 formas de decir dios, mamá, niño. Y todas están vivas”.

Remedios pide que la Iglesia ayude a vigilar como sociedad civil los procesos estatales. “Si tenemos agua, nosotros hacemos lo demás. No estamos esperando que nos regalen todo”. Ella sueña con comunidades auto-sostenibles, movidas por energías alternativas (paneles solares y molinos de viento) y capaces de soberanía y seguridad cultural, territorial y alimentaria.

Las campañas para recoger agua y trasladarla hasta las rancherías desde distantes lugares de Colombia constituyen unos primeros auxilios llenos de buenas intenciones pero insuficientes ante la gravedad del problema estructural y su permanencia en el tiempo. No hay que olvidar que el Buen Samaritano no se conformó con acercarse, cargar con el caído en el camino y curarle las heridas, sino que lo acompañó y se empeñó en su cuidado hasta lograr su pleno restablecimiento (Lc 10,34-35).

Así que ya no basta dar el pescado ni enseñar a pescar. Hay que organizar la cooperativa de pescadores y cuidar la cuenca del río para que haya peces y junto al pan de cada día sean multiplicados a través de la bendición, la partición, la organización, la distribución y recolección de lo sobrante (cf Jn 6, 9-12).

Alirio Cáceres

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