Fogones

Me escapo a la casa del padre Garralda. Casa abierta. En ella viven aquellos que han dejado atrás la cárcel, el alcohol, las drogas. “Aquí acogemos a los que saben lo que es vivir en el hotel Las Rejas”, bromea este jesuita sobre el presidio a sus 94 años. Un profeta que no ha viajado solo en esta aventura llamada Horizontes Abiertos.

A Garralda le siguen decenas de voluntarios. Entre ellos, Nati. Consagrada. Lo ha sido todo en la Orden de Santo Ángel. Provincial, por ejemplo. Ahora, también lo es todo. Para los últimos. Sin tener un cargo de puertas para afuera. Pero sí con la misma vocación de servicio. Para ayudar en lo oculto a la cocinera de esta casa de acogida. Aquella que su congregación tenía como faro, ahora es pinche. Y feliz. El galón de la caridad, eso sí, cada vez brilla más. Nati me impacta. Por la sencillez, humildad y obediencia de su ejemplo. Porque, afortunadamente, no es una excepción. Es el ser y hacer de la Vida Consagrada. Disponibilidad absoluta. Jorge Mario Bergoglio también ha vivido esta experiencia. Y dicen que en la reforma de la Curia que parece atragantarse nada le gustaría más que aplicar esta máxima de los consagrados al clero vaticano. Esto es, responder a una llamada de Roma para prestar un servicio concreto durante un tiempo determinado y, una vez finalizado, regresar a casa. No a las promociones gratuitas. No a las patadas para arriba. Sí a la radicalidad de vivir en disponibilidad. Para ser el chef a tiempo completo, como Garralda. O para gozar de la riqueza de volver a los fogones. Como Nati.

José Beltrán

Director de Vida Nueva España

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