¿La religión vive en el cerebro?

Javier Sádaba

Ramon Maria Nogués y Javier Sádaba exploran en sus libros los avances de la neurorreligión

Cerebro humano

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | ¿Reside la religión en el cerebro? “Todo lo mental reside de alguna forma en el cerebro. No conocemos ninguna actividad mental que no tenga su correspondiente referencia cerebral. La religión es una actividad mental y cultural de primer orden, por lo tanto, es presumible que su correspondiente actividad sea analizable en el funcionamiento cerebral”, explica el escolapio Ramon Maria Nogués (Barcelona, 1937), catedrático emérito de antropología biológica de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Ramon Maria Nogués

Ramon Maria Nogués

Nogués acaba de publicar Neurociencias, espiritualidades y religiones (Sal Terrae), un nuevo libro en el que intenta poner la neurrorreligión al alcance del gran público. “Un aspecto interesante del progreso de las neurociencias lo constituye la oportunidad de poder evidenciar experimentalmente si las actividades mentales se traducen en modificaciones cerebrales –afirma a Vida Nueva–. En esta misma línea han sido analizadas las consecuencias cerebrales de las prácticas religiosas o espirituales. Muchísimos neurocientíficos han estudiado y publicado sus datos en revistas de primer nivel sobre estos temas, con resultados muy satisfactorios, por cierto. Los datos son abundantísimos”.

El filósofo Javier Sádaba (Portugalete, 1940), catedrático honorario de Ética de la Universidad Autónoma de Madrid, acaba de publicar Religión al descubierto (Herder), donde se adentra abiertamente en la neurorreligión. “El término es muy reciente –manifiesta–; se hablaba de neuroteología en términos, digamos, positivos para la teología. Pero la religión, como algo que afecta a la ciencia en sentido estricto, es algo muy actual, que tiene que ver con los desarrollos inmensos, extraordinarios, en el conocimiento del cerebro”.

Sádaba habla de “una serie de experimentos en donde se han encontrado sustratos neurológicos que, de alguna manera, y habría que subrayar de alguna manera, explican actitudes religiosas en sentido muy amplio. Por ejemplo, actitudes místicas que están situadas en el hipocampo que, si se activaban, ofrecen visiones o comportamientos que podríamos encontrar en los grandes fundadores”. Ese sustrato podría dar cuenta de algunos de comportamientos religiosos. “Pero hay que hacer dos observaciones –apunta el filósofo a Vida Nueva–. Una, estamos hablando de comportamientos religiosos, no de creencias en sentido estricto, y en un sentido muy amplio, es decir, de ideas de trascendencia, por ejemplo. Dos, tampoco eso sería determinista, es decir, uno podría tener esas experiencias y no ser un creyente, o al revés”.

El nuevo término neurorreligión

Javier Sádaba

Javier Sádaba

Nogués ha difundido, junto con Francisco Rubia, catedrático emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, el término neurorreligión en España, ya presente en libros como Dioses, creencias y neuronas. Un acercamiento científico a la religión (Fragmenta, 2011) y Cerebro y trascendencia (Fagmenta, 2013). “Las neurociencias están beneficiándose de un gran progreso por los nuevos métodos de análisis, como las resonancias magnéticas –explica–. Ello supone un gran avance en el conocimiento del cerebro, lo que no significa que este avance haya logrado entender en profundidad el mundo mental. La situación actual de las neurociencias permite que sus investigaciones se concreten en algunos aspectos de la mente referidos a nuestras actividades cotidianas, lo que ha dado lugar a algunas especializaciones que suelen denominarse con una palabra que alude al campo que se estudia. Así se habla de neuroeducación, neuropolítica, neuroeconomía, neuroética, neuroestética… La neurorreligión o la neuroespiritualidad son algunas de estas dimensiones. No es que se trate de ciencias autónomas, sino de aplicaciones de conocimientos neurocientíficos aplicados a las áreas respectivas”.

El escolapio, presbítero desde 1961, manifiesta también: “Para lo mental, el cerebro sigue constituyendo una caja negra en muchísimos aspectos, incluido naturalmente el religioso. Ahora bien, el conocimiento de ciertos aspectos del funcionamiento cerebral admite paralelismos interesantes con las referencias mentales correspondientes a las experiencias espirituales o religiosas”.

Y da testimonio de cómo “en la gran mayoría de los casos, las comprobaciones exponen los beneficios que las prácticas espirituales aportan a aquellos que las realizan”. Lo mismo hace Sádaba: “Sí, se conoce que hay una correlación cerebral con la actitud religiosa, de lo cual se ha escrito muy poco. Y lo han hecho en general los neurocientíficos, pero estos suelen tener un conocimiento sobre qué es una creencia religiosa en sentido amplio”. Aunque Sádaba se describe como agnóstico, añade: “En primera persona, me interesa mucho la ética y la religión. En buena parte, profesionalmente, me he dedicado a ello. Y notaba que faltaba el conocimiento de los avances de las ciencias del cerebro en estos campos. No se puede hacer un análisis hoy de la filosofía de la religión sin tener en cuenta estas aportaciones de la neurología”.

Y son muchas: “El Institute for Bio-Cultural Study of Religion manda cada mes el resumen bibliográfico de publicaciones de neurociencia sobre religión y espiritualidad. Son más de cuarenta páginas mensuales, con unas cuatrocientas citas –explica Nogués–. Muchas de estas citas corresponden hoy a investigadores de China. Los estudios abarcan todo tipo de experiencias relativas a lo religioso o espiritual, tanto fundamentales como de aplicación clínica, y estudian modificaciones cerebrales, tanto morfológicas como fisiológicas o moleculares”.

La “probable inevitabilidad” de la espiritualidad

Ramon Maria Nogués habla de la “probable inevitabilidad” de la espiritualidad y la religión en nuestras vidas. “Lo religioso ha constituido, y sigue constituyendo, uno de los grandes pilares de la cultura en todo el mundo –afirma–. Este hecho ya ofrece una cierta idea de su posible inevitabilidad, en términos generales. La religión debe aportar algunos beneficios muy significativos; de lo contrario, darwinianamente hablando, ya habría sido eliminada por la selección”. Esa inevitabilidad –“de la que Europa es hoy una excepción”, añade– no se refiere sin embargo a ninguna tradición concreta, sino, como sigue afirmando Nogués, “a la necesidad incoercible que tenemos los humanos de simbolizar los anhelos de encontrar una respuesta al misterio que nos envuelve a todos –creyentes y no creyentes–, y que la mayoría expresa en las construcciones simbólicas que son las religiones o espiritualidades, y una respetable minoría expresa en el agnosticismo”. Sin embargo, Nogués va mas allá: “Defiendo que la trascendencia forma parte de la mente humana. Con ello me refiero a la evidente tendencia de los humanos a apuntar ‘más allá’ de lo que pedirían simplemente las necesidades de supervivencia y las conductas relacionadas con ella”. Y es que, como añade, “además de ocuparnos, como todos los animales, de la alimentación, el sexo, la defensa, la territorialidad y la jerarquía –que constituyen los ‘cinco grandes’ de la supervivencia–, los humanos nos preocupamos por lo que Octavio Paz denominaba la ‘otredad’, aquello ‘otro’ que intuimos o proponemos como horizonte y ámbito de la humanización”.

En el nº 2.992 de Vida Nueva


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