José Miguel Arroyo, ‘Joselito’: “El Papa debería ir a una corrida de toros”

José Miguel Arroyo, Joselito

Entrevista con el extorero y director de la Escuela Taurina de Madrid

José Miguel Arroyo, Joselito

ÁNGELES LÓPEZ | Alba Arroyo se declaró “poco afín a los toros”, que no antitaurina del todo. El problema es que se lo contó a su padre, que era nada menos que José Miguel Arroyo, Joselito. El último matador romántico, ganadero y director de la Escuela Taurina de Madrid. Así nació el libro Los toros explicados a mi hija (Espasa), un manual de defensa de la fiesta donde se argumenta el toreo desde todos los ángulos. Joselito, con su verdad por delante, argumenta la pasión de su vida con toda la casta que le hizo legendario en los ruedos.

PREGUNTA.- Que su hija se declarara “no afín a los toros” le dio la posibilidad de hacer un ejercicio de reflexión…

RESPUESTA.- La gente debe tener información, ver los distintos puntos de vista y luego decidir en libertad, pero no hablar sin saber. Y luego, si no te gusta, no vayas, y si te gusta, disfrútalo. Yo no quiero convencer a nadie, solo cuento la verdad de lo que hay; lo que siento y conozco. Luego que tome su camino cada cual.

P.- ¿Están en decadencia los toros?

R.- No, porque los espectáculos se llenan. La Feria de San Isidro aporta 60 millones de euros de beneficios a la ciudad de Madrid, ¿eso es decadencia? Lo que pasa es que se oye más a los que contestan al toreo que a los que no.

P.- ¿Tendrá que ver con aquello de que se identifica la fiesta con la derecha, con lo arcaico…?

R.- ¡Y qué tendrá que ver! Es una teoría que se utiliza desde el desconocimiento. Los toros estuvieron con la República, con el franquismo y después, con la Monarquía. Con la derecha y con la izquierda, ¡es como vincular al Real Madrid con Franco!… ¡Venga, hombre!

P.- “Cuando dejas de torear te invade un vacío tremendo”. ¿Con qué lo llena?

R.- Trabajo mucho. Soy un currante. Por eso no tengo tiempo para poner tuits condenatorios a la gente que no le gustan los toros. Por lo demás, me gusta mucho el cine, y la lectura: Yourcenar, García Márquez (a quien le brindé un toro), Vargas Llosa, y ando con Nietzsche… Me tiene impactado, ¡vaya tormento vital!

P.- ¿A quién le quedó por brindar un toro? Creo que al rey no le brindó ninguno, ¿no?

R.- Al rey, sí. Al de Suecia y a la reina de Inglaterra, no, porque nunca vinieron a verme (risas). Pero lo hubiera hecho. Realmente, de haber estado viva, me hubiera gustado brindarle un toro a Ava Gardner.

P.- ¿Es cierto que Médicos del Mundo le dijo que un dinero que procedía de la muerte de los animales no podía ser destinado a medicinas?

R.- Totalmente. Y fue un chasco tremendo, porque pretendía aportar mi grano de arena. A lo mejor ha cambiado, pero aquella vez me resultó desagradable, ¿mi dinero no vale?

P.- ¿Es verdad que no rezaba antes de las corridas ni iba con su capillita?

R.- No por nada, sino porque me parecía una hipocresía. Todos nos acordamos de Dios para pedir, pero luego no se le dan las gracias por haber salido vivo de la arena. Yo intento ser más de dar gracias que de pedir.

P.- Un hombre que juega con la muerte, tiene necesidad de creer…

R.- Sí, pero te aferras a mil cosas cuando te juegas la vida. A todo aquello que creas que te da suerte: a unos zapatos, unos calzoncillos, una moneda antigua. ¡Cualquier chorrada te viene bien! Por supuesto, Dios está lo primero, pero yo soy más de hacer que de que me vean. Si rezo es en silencio.

P.- ¿Se imagina al papa Francisco en una corrida de toros?

R.- Perfectamente. Le iría bien conocer la fiesta y, además, es latino. Seguro que sentía empatía por el arte. Se lo recomendaría, sin duda.

Dicto sentencia

  • Reconoce retrógrado el mundo del toreo, llama por su nombre a la infanta Elena y le planta dos besos cuando se la presentan: “¿Es que no se llama Elena? No entiendo tanto revuelo”.
  • “Una noche, en Bogotá, vi en televisión Romeo y Julieta. Me puse tristísimo, porque los dos mueren por amor. Al día siguiente, toreaba. Salió el toro y yo con la historia en la cabeza. Mi padre me preguntaba: ‘¿Qué te pasa?’. Y yo poniendo excusas: ‘No sé, me habrá sentado mal la comida’. Me daba vergüenza contar la verdad… Pero luego tengo fama de serio, de borde, ¿no?”.

En el nº 2.992 de Vida Nueva

 

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