Amadeo Rodríguez Magro: “El olor de la unidad es siempre necesario para el anuncio de la alegría del Evangelio”

Amadeo Rodríguez Magro, obispo de Jaén

El nuevo obispo de Jaén posesión de la Diócesis ante 2.000 fieles

Amadeo Rodríguez Magro, obispo de Jaén

La ceremonia tuvo lugar en la Catedral de Jaen

R. CRUZ | “Desde este momento le abrimos nuestros corazones, que, como tierra labrada, quieren recibir las semillas del Evangelio, de un nuevo sembrador, enviado por el Señor”. Con estas palabras recibió Ramón del Hoyo, obispo emérito de Jaén, al nuevo prelado de la diócesis, Amadeo Rodríguez Magro, en la Catedral de la Asunción de Santa María, el pasado sábado 28 de mayo ante más de 2.000.

En la celebración le acompañaron 27 cardenales, arzobispos y obispos, con el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez, a la cabeza, junto al nuncio apostólico, Renzo Fratini. Además, más de doscientos sacerdotes de Jaén y de la Diócesis de Plasencia acudieron a la toma de posesión. El prelado que hace el número 75 de la diócesis jiennense también reunió allí a autoridades civiles como el alcalde, Javier Márquez; el subdelegado del Gobierno, Juan Lillo; el teniente coronel jefe de la Guardia Civil, Luis Ortega; y el jefe de la Policía Nacional, Jesús Herranz.

En su homilía, Rodríguez Magro tuvo palabras de agradecimiento para todos los presentes, pero en especial para sus hermanas Estrella y Jacinta, acompañadas de sus hijos. “El olor de la unidad es siempre necesario para el anuncio de la alegría del Evangelio. Para ser una Iglesia misionera, en salida, hemos de cultivar el buen olor de la unidad entre todos nosotros: solo acogerán nuestra propuesta misionera si comprueban que somos un solo corazón y una sola alma, fijado en nuestra vida en Cristo en la Iglesia”, dijo el ya titular de Jaén.

Contagiar amor

Destacando siempre la unidad y la comunión, indicó que “un olor que quisiera percibir y trasmitir siempre es el de la unidad. Ese es el olor de la Iglesia, que ‘ha de ser signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano’ (LG 1). La Iglesia tiene el olor de la comunión íntima de Dios, de la comunión trinitaria; de ahí que, para ser fiel a su vocación y misión, ha de transmitir, contagiar y ofrecer el perfume del amor de intimidad de Dios”.

En el nº 2.991 de Vida Nueva


 

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