No puede haber paz sin verdad

146AFONDO

A pesar de su apariencia abstracta, la verdad vuelve concretas las posibilidades de paz en la mesa de negociaciones y en la conciencia de los ciudadanos.

Cuando allí la verdad está presente, el proceso de paz avanza a pesar de los obstáculos. En cambio, la mentira todo lo enturbia y lo frena. Ni la mentira ni los silencios estratégicos en la mesa de negociaciones y en la conciencia ciudadana dejan avanzar hacia la paz, como lo demuestra el siguiente informe.

Las víctimas del conflicto armado en Colombia están reclamando, antes que dinero, o el resarcimiento moral de una pública petición de perdón, aun antes que la acción de la justicia, que les digan la verdad de lo sucedido con sus muertos.

Alfonso Mora se refiere al asesinato de su hijo por policías: “estoy dispuesto al perdón siempre y cuando se cuente la verdad” (El Tiempo, 17-08-14)

¿Por qué esta prioridad dada a la verdad?

“La verdad nos sana a todos. Y ruego por la verdad sobre todo lo que hubo detrás del exterminio de mi familia”, afirmó Constanza Turbay refiriéndose al asesinato de su madre y de dos de sus hermanos.

Por su parte, Martha Amorocho, al conmemorarse un nuevo aniversario del atentado en el club El Nogal, recordó la muerte de su hijo: “si no sabemos la verdad de las cosas no habrá paz, la justicia será mentirosa, la reparación será mentirosa y el compromiso de no repetición será mentiroso, sin verdad. Si no sabemos por qué pasó, ¿cómo haremos para que no vuelva a pasar?” (El Tiempo, 17-08-14).

En las audiencias de Justicia y Paz el encuentro entre victimarios y víctimas parece no tener otro objetivo que conocer la verdad de lo sucedido en ese cara a cara.

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Movilización en defensa de los derechos humanos organizada por la Iglesia en Guapi.

El mismo Iván Márquez, jefe de los negociadores de las FARC en La Habana, lo reconoció al destacar la importancia de la comisión histórica del conflicto: “Necesitamos esta verdad para que construyamos la paz sobre este fundamento sólido de la verdad”.

Aparte de cualquier otra consideración la realidad que se impone es que sin verdad la paz falsea.

Por eso es un deber del Estado crear y mantener las condiciones propicias para que se conozca la verdad. El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) explica: “reconocer, visibilizar, dignificar y humanizar a las víctimas son compromisos inherentes al derecho a la verdad y a la reparación y al deber de memoria del Estado frente a ellos” (CNMH 14).

Además de restituir o fortalecer la dignidad de las víctimas, la verdad impide esa justificación de la violencia que consiste en banalizarla y mostrarla como un asunto más o un problema lejano. Al acercar a la realidad de lo sucedido, la verdad cierra caminos de fuga para las responsabilidades de todos. Una verdad completa impide que la sociedad mire al otro lado o que se refugie en el irresponsable lugar común de que ellos son los malos y nosotros los buenos. La verdad de los hechos impide esos simplismos autoexculpatorios.

La verdad como arma

Tzvetan Todorov le da a la verdad sobre los campos de concentración el valor de un arma: “la verdad sobre esos campos es la mejor manera de combatirlos” (Los abusos de la memoria. Paidos: Barcelona. 2000, p. 13).

Es la explicación de la pasión que anima a cuantos denuncian la verdad de la violencia al mundo. Fugitivos de Auschwitz, dos judíos pusieron en peligro su reciente libertad al informar lo que allá estaba pasando; cuenta Todorov que los condenados a trabajos forzados en Siberia se cortaban un dedo y lo amarraban a los troncos que arrojaban al río, con la esperanza de que ese cruento mensaje hiciera conocer la verdad, aguas abajo. La misma idea alentó al escritor judío Ka-tzetnik, uno de los pocos que sobrevivieron a la guerra de Zalembia: procuraban sobrevivir con el último fin de relatarlas atrocidades del Holocausto. Así el escritor se convirtió en el último testigo moral contra la guerra en el proceso contra Eichmann, relata Avishai Margalit (Ética del Recuerdo. Barcelona: Herder. 2002, p. 91).

La verdad en el perdón

Activista social durante una marcha.

Activista social durante una marcha.

La verdad, además, es una condición necesaria para el perdón.

En su investigación sobre las comisiones de la verdad, Priscilla Hayner encontró que uno de los prerrequisitos esenciales, o incluso el principal, es el de la verdad: “muchos defensores de la búsqueda de la verdad declaran que el hecho de airear toda la verdad conduce al perdón y la reconciliación. ¿Cómo pueden las víctimas perdonar sin saber a quién y qué es lo que deben perdonar?” (Verdades innombrables. México: FCE. 2008, p. 61).

Son expresiones comunes entre las víctimas; para ellas la verdad es la cuota inicial para la concesión del perdón. La Comisión de la Verdad en Suráfrica logró que unos policías de la seguridad confesaran lo sucedido a un activista político y a dos compañeros suyos secuestrados, asesinados y desmembrados antes de arrojarlos al río Fish. La madre del activista reaccionó: “por lo menos ahora conozco un poco de la historia. Es mejor saber, saber cómo los mataron”. Otra de las víctimas, segura de que los policías no habían dicho toda la verdad, explotó encolerizada: “No los perdonaré, no puedo hacer nada para que los perdone, salvo que digan la verdad. A quien diga la verdad puedo perdonarlo, pero no a alguien que miente” (pp. 28, 29).

La mentira se ve como un obstáculo para el perdón, que solo llega por el camino allanado por la verdad.

Verdad y justicia

La verdad llega como una adelantada de la justicia. Cuando se proclama públicamente la verdad, cuando los nombres de los victimarios dejaron de susurrarse y se anuncian sin disimulos “se puede sentir algo de justicia”, afirmaba en una audiencia de Justicia y Paz alguna de las víctimas.

La verdad se siente así como un derecho, quizás el primero, de cuantos reclaman las víctimas. La misma Ley de Víctimas lo reconoce con su estructura fundada en los tres reclamos básicos: tierras, verdad y reparación.

Delegación de las FARC

Delegación de las FARC

El juez español Baltasar Garzón lo afirma sin dudas: “la verdad es el elemento fundamental de todo el sistema: debe ser construida por la víctima con ayuda de los perpetradores”.

La experiencia de las Comisiones de la Verdad le permitió al director para las Américas de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, afirmar que la verdad se ha transformado en una precondición no negociable de cualquier proceso de transición democrática” (Hayner 14).

Cita Vivanco el caso argentino en donde los regímenes militares bloqueaban las investigaciones sobre ejecuciones, desapariciones y torturas. La Comisión Nacional sobre desapariciones de personas y torturas, la Comisión Nacional sobre desapariciones de personas, con la Comisión de la Verdad, documentaron la desaparición de 13.000 personas y promovieron los “jueces de la verdad”; víctimas, familiares y hasta sospechosos que daban sus versiones. Fueron prácticas que estimularon la aparición de Comisiones de la Verdad, tanto en Argentina como en Chile, Perú, El Salvador y en Suráfrica.

Las comisiones de la verdad han logrado en el mundo efectos que validan los esfuerzos de los gobiernos que las han creado y sostenido.

Anotaba Todorov que esa voluntad de no olvidar la verdad de lo ocurrido “da una nueva oportunidad al porvenir” (Informe ¡Basta ya! Del Centro Nacional de Memoria Histórica, p. 13). En efecto, y esta es anotación del filósofo Theodor Adorno: “(La verdad) abre la posibilidad de un futuro liberado de lo peor del pasado” (Citado por Marta Tafalla en Theodor W. Adorno: una filosofía de la memoria. Barcelona: Herder. 2003, p. 196).

La verdad, apoyada en la memoria, al reconstruir lo que los violentos destruyeron, rescata lo que era, reconstruye historias pasadas y salva a las víctimas de perecer en el olvido.

Una de las exigencias de las víctimas ante los jueces de Justicia y Paz es que les entreguen un perfil de su muerto, como acto de reparación contra el intento de los violentos de hacerlo desaparecer físicamente y también en la memoria de los suyos y de su comunidad. “Recuperar sus nombres, reparar su reducción a meros números, les reconoce como seres humanos”, sigue observando Adorno.

El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), al destacar iniciativas como la de la Asociación de Detenidos Desaparecidos (ASFADES) o la de la Asociación de Víctimas de Trujillo, o el Colectivo de comunicaciones de los Montes de María, entre otros, señala esa voluntad de rescatar la memoria y la verdad para oponerse al olvido, la impunidad y la mentira (¡Basta ya! p. 390).

Los jóvenes de San Carlos, Antioquia, que montaron una obra de teatro, tuvieron la experiencia de un efecto de la verdad: “pensamos que la obra iba a destruir a una señora que tenía un hijo desaparecido, porque la obra era muy dura, pero la viejita estaba radiante. La obra le había dado voz a algo que ella había querido decir y no podía por miedo”.

En la serenidad cercana a la alegría de esta víctima que había encontrado la expresión de su verdad, los autores de la obra encontraron una refutación a los violentos que habían decidido desaparecer y dejar sin rostro a su víctima.

Los que en Colombia se están dedicando a esa recuperación de la verdad y la memoria van más allá: “llega a importarles más que la misma verdad, el bien” (Todorov 49).

El museo de la memoria que proyecta el CNMH es un aporte para la verdad que fundamenta la paz. Recuerda lo que pasó: una foto de la guerra, por ejemplo, explica por qué pasó, muestra el efecto de esa violencia; hace ver esa parte positiva de resistencia, dignidad y construcción de paz para concluir que, a pesar de todo, quedan violencias en la sociedad. Ni la retórica de la paz en rosa, ni la amargura de los apocalípticos.

Una tarea parecida es la del padre Nelson Cruz, testigo de la violencia en El Placer, Putumayo. Al recibir de sus superiores la orden de relatar esa sangrienta historia, obedeció, pero escribiendo de otra manera. En vez de un texto escrito comenzó la recolección de objetos bélicos que mantuvieran viva la imagen y la verdad de esos días de sangre. Así nació su museo, en que el recuerdo, ese hermano menor de la verdad, enseña, consuela, revive el pasado y abre las puertas del futuro.

La Comisión Histórica

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Mons. Luis Augusto Castro, en el centro, motiva un espacio de reflexión en reacción al testimonio de víctimas en La Habana

La ronda 27 de las conversaciones de La Habana se destacó entre las que habían sucedido en los tres años del proceso, porque dio a conocer los nombres de doce expertos y de dos relatores encargados de preparar un informe sobre el origen y causas del conflicto; sobre los motivos que explican su persistencia de medio siglo y sobre sus efectos e impacto en la vida de los colombianos.

Un comunicado de la mesa de La Habana explicó que el trabajo de la Comisión Histórica contribuirá a una mejor comprensión del conflicto y dará recomendaciones para la construcción de un acuerdo. En efecto, la verdad sobre lo sucedido es una condición fundamental para cualquier acuerdo.

En dos ocasiones anteriores se había acometido ese estudio: la comisión para la superación de la violencia en los 80 dejó los dos tomos La Violencia en Colombia de Guzmán, Fals Borda y Umaña; y en los 90 el estudio de los violentólogos, un grupo de investigadores de la Universidad Nacional. Este nuevo trabajo en busca de la verdad de la violencia colombiana crea una base sólida para la futura Comisión de la Verdad que verá la luz después de los acuerdos de La Habana.

Son comisiones con objetivos diferentes: esta Comisión Histórica del conflicto busca la verdad de los orígenes y razones de la violencia, la Comisión de la Verdad tendrá un enfoque judicial sobre lo sucedido.

La distancia necesaria para abarcar el conjunto de los hechos, con una mirada amplia, fue uno de los factores tenidos en cuenta en la selección de un calificado grupo de historiadores. Un criterio igual deberá guiar la composición de la Comisión de la Verdad, tal como lo indica la historia de las Comisiones de la Verdad en el mundo. En estas comisiones han contribuido positivamente los profesionales de la historia; han sido un obstáculo para la credibilidad los políticos, los funcionarios y representantes de los poderes, personas sin la independencia suficiente para generar la credibilidad indispensable para las tareas de estas comisiones. Tan exigente es la verdad cuando se la busca como cimiento para la paz.

Las víctimas

Luz Marina Bernal; su hijo fue asesinado por agentes del Estado

Luz Marina Bernal; su hijo fue asesinado por agentes del Estado

En la misma ronda 27, calificada como la más trascendental dentro del proceso, por primera vez en la historia de los procesos de paz en el mundo, estuvieron presentes grupos de víctimas: “fue algo que ninguna nación en situación de conflicto armado había conseguido”, observó Navi Pillay, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

Aún conmovidos por la presencia y los testimonios de las doce víctimas del primer grupo seleccionado por Naciones Unidas, la Conferencia Episcopal y el Centro de Seguimiento del Proceso, de la Universidad Nacional, las FARC y el Gobierno, presentes en la mesa de negociaciones, consideraron que “habían vivido un momento trascendental del proceso” y que “escuchar a las víctimas es un imperativo ético y moral para concluir exitosamente las conversaciones”.

Esa presencia de doce víctimas, con sus testimonios y propuestas, enfrentó a los negociadores con la verdad dura y cruda del conflicto. Fue para ellos como revivir momentos que habían mojonado el desarrollo del violento proceso: el secuestro y muerte de los diputados del Valle; la muerte de los 79 habitantes de Bojayá refugiados en el templo parroquial; los asesinatos de la familia Turbay; el secuestro, tortura y asesinato de 32 jóvenes en Barrancabermeja; las víctimas de los falsos positivos en Soacha.

Eran víctimas de distintos victimarios y la polémica sobre si debían ser solamente los de las FARC concluyó con la afirmación de que el centro del debate no eran los victimarios sino las víctimas. Además, el dolor de las víctimas no tiene ni el color ni el nombre de los victimarios.

Sin embargo, ante el reclamo porque se ponían en el mismo nivel los victimarios de la guerrilla y los del Ejército, respondió una víctima de los falsos positivos que, en efecto, no son iguales porque la responsabilidad de los militares es mayor, ya que el ciudadano ve en ellos una garantía de seguridad que no se ve en los subversivos, y que traicionan los falsos positivos.

10848058_887580157958676_1405989982285376700_nLos periodistas que concurrieron a la rueda de prensa con las víctimas después de la sesión con la mesa de negociadores les oyeron decir que esperaban abrir caminos de reconciliación; que aunque sus victimarios eran de diversos grupos “el dolor era el mismo para todos”, que “no somos ni pretendemos ser representantes de todas las víctimas” y que el suyo era “un compromiso por la verdad como base de la paz”.

En efecto, la paz es una construcción que la sociedad hace todos los días y que se fundamenta en la verdad, como en un cimiento que la afianza y le da permanencia.

Es lo que buscan los historiadores de la Comisión Histórica, los grupos de víctimas y lo que se prometen los negociadores en sus conversaciones que avanzan solo cuando la verdad está presente.

Javier Darío Restrepo

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