La misericordia se hace solidaridad

Con el paso de los días la tragedia de nuestros hermanos de Ecuador se hace más dura. El terremoto vivido desde el terror y el pánico va siendo manejable en sus réplicas. Y aquellas primeras respuestas ante los gritos de socorro y auxilio han cesado. Sin embargo, el dolor y el sufrimiento no sólo de la destrucción de sus viviendas, la pérdida de sus bienes y enseres, sino de la muerte de sus seres queridos, son verdaderamente profundos e indescriptibles, dejando a muchos paralizados en el abandono, la impotencia y la soledad; llevándolos a la pérdida de sentido de sus vidas.

Esta realidad es un llamado no sólo a todo creyente, sino a todo hombre y mujer de buena voluntad para responder de manera efectiva a ayudar y apoyar de manera real a nuestros hermanos del vecino país. La misericordia conmociona desde el interior, es decir, me mueve de manera entrañable a responder. Lo primero, es hacer mío el golpe, la herida, el dolor y sufrimiento del otro. Se siente de manera propia el sentir del otro, que esta tragedia natural ha hecho víctima. Hacer mío lo suyo es cargar con la realidad que le ha roto su existencia. Es hacer propia su existencia rota, quebrada, partida. La misericordia brota así de un movimiento de apropiación natural del dolor y sufrimiento del otro. Salgo de mí para hacer propio lo del otro, solidaridad existencial de comunión. La misericordia me lleva a responder para aliviar, calmar, apoyar, ayudar, solucionar, en alguna medida y de alguna manera, los quebrantos, las fracturas y las heridas de aquellas personas sufrientes. No podemos pasar de largo o hacer un rodeo ante esta realidad que clama nuestra solidaridad. ¿Cómo estoy colaborando con las víctimas de Ecuador?

Víctor M. Martínez, S.J.

Teólogo

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