Una democracia sin plaza

JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Periodista y profesor CES Don Bosco

El 11 de mayo de 1966, un grupo de presbíteros, tras congregarse en la catedral de Barcelona, se dirigió a la jefatura de Policía. Allí, entregaron una denuncia de malos tratos a un estudiante detenido.

Quién sabe si algún lector viviría en primera persona una protesta azotada por la condena de ABC, Pueblo, Arriba y El Alcázar; y por la matizada reprobación de Ya. Un día después, mientras circulaban por la prensa las más variadas y pintorescas interpretaciones, Vida Nueva guardaba silencio, prefiriendo tomar el pulso a la noticia del 28 de mayo (ver VN, nº 524).

Días antes, el 14 de mayo, 250 presbíteros habían presentado una carta a Gregorio Modrego, arzobispo de Barcelona, criticando la opinión mediática, justificando la “marcha pacífica y silenciosa” y apelando al Concilio y a la dignidad de la persona subrayada por Pacem in Terris y por la Declaración de los Derechos Humanos.

En la celebración del quinto aniversario del 15-M, el equipo de El Objetivo (programa de La Sexta) retransmitió desde la Puerta del Sol. Quienes más visibiliaron al movimiento de los indignados quisieron, en esta ocasión, ser visibles. El programa fue boicoteado porque algunos indignados entendieron que las mismas vallas que un día les frenaron para acceder al Congreso impidieron ocupar el centro de Sol.

Siguen sin entender que la plaza y el Congreso no son propiedad exclusiva de ellos. Tampoco de un medio de comunicación. Al menos, en una democracia.

En el nº 2.990 de Vida Nueva

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