El régimen chavista no concede finalmente permiso al legado Gallagher para que visite Venezuela
ANTONIO PELAYO (ROMA) | Hay semanas informativamente dominadas por un tema que acapara todo el espacio. Y hay otras en las que las noticias se desparraman por senderos varios que hay que seguir. Es el caso de la presente. La “noticia” de estos días ha sido la cancelación del viaje que Paul R. Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede, tenía previsto realizar a Venezuela y que habría debido comenzar el 24 de mayo y prolongarse hasta el 29. Como la visita no había sido anunciada por el Vaticano, tampoco lo ha sido su anulación.
Gallagher habría debido presidir, el sábado 28 de mayo en el seminario diocesano de la ciudad venezolana de San Cristóbal, la consagración episcopal de Francisco Escalante Molina, recientemente nombrado por el papa Francisco nuncio apostólico en la República Democrática del Congo. La nunciatura en Caracas hizo público un comunicado en el que afirmaba que, “por motivos que no dependen de la Santa Sede, monseñor Gallagher se ha visto obligado a anular su viaje a Venezuela”; indicaba además que la consagración episcopal de Escalante la celebraría el nuncio, Aldo Giordano. Detrás de las bambalinas de este noticia está la creciente preocupación de la Santa Sede por la deriva negativa que observa en la situación política y socio-económica venezolana.
Hace algunas semanas, el Papa escribió una carta personal al presidente, Nicolás Maduro, en la que le manifestaba la inquietud que le producían las noticias procedentes de Venezuela. “Todas las reacciones del Gobierno están dominadas por la histeria”, nos ha confesado un alto representante de la Secretaría de Estado. Por su parte, el secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin –que fue nuncio en Caracas–, ha manifestado en recientes ocasiones la preocupación vaticana y, simultáneamente, la disposición de la Santa Sede para favorecer el diálogo Gobierno-oposición y serenar el clima social.
En principio, en la agenda de Gallagher no figuraban encuentros con personalidades políticas de ningún signo, pero parecía obvio que no declinaría la invitación a dialogar con quienes se lo solicitaran. Víctor Hugo Basabe, secretario de la Conferencia Episcopal Venezolana, ha comentado que se ha perdido “una oportunidad importante de diálogo. Con esto pierde el Estado venezolano”. Basabe también aclaró que los obispos desconocían los motivos por los que no se autorizó la visita, confirmando que había sido el Gobierno el que no la había autorizado.
En este sentido, el jueves 19 de mayo, recibiendo las cartas credenciales de los embajadores de las Islas Seychelles, Tailandia, Estonia, Malawi, Zambia y Namibia ante la Santa Sede, en su discurso, el Papa dejó bien clara la disposición vaticana a cooperar con todos los países, porque, “a pesar de nuestras nacionalidades, culturas y confesiones religiosas diversas, estamos unidos por la común humanidad y por la misión compartida de ocuparnos de la sociedad y de la creación”. “Para que este servicio de solidaridad sea eficaz –prosiguió–, nuestros esfuerzos deben dirigirse a conseguir la paz, en la que todo derecho natural individual y todo desarrollo humano integral pueda ser ejercido y garantizado”.
Con los lefebvristas
Por otro lado, ya en sus recientes declaraciones al diario católico francés La Croix, Bergoglio comentó la posibilidad de reintegrar a los seguidores de Marcel Lefebvre en la Iglesia. La pregunta estaba más que justificada después del encuentro que el Papa había mantenido con su superior, Bernard Fellay (“un hombre con el que se puede dialogar”), el pasado 1 de abril en el Vaticano. El Santo Padre se muestra prudente: “Se avanza lentamente, con paciencia; la prelatura personal sería una solución posible, pero antes hay que establecer un acuerdo fundamental con ellos.
El Concilio Vaticano II tiene su valor”. La paciencia papal está más que justificada porque, en el seno de la Fraternidad San Pío X, no todos concuerdan con Fellay en sus deseos de llegar a un acuerdo con Roma. Franz Schidberger, rector del seminario de Zaitskofen y en su día mentor del movimiento lefebvrista, en una nota interna difundida el pasado mes de febrero, afirmaba que la Fraternidad no aceptaría ningún “bozal” sobre sus posiciones teológicas, muy diferentes de las “improvisaciones” de Francisco. Habrá que darle más tiempo al tiempo…
Otro asunto en el que la Santa Sede se arma de paciencia es en el de sus relaciones con China. Son años y años de contactos reservados y de intentos de acercamiento seguidos de gestos de lejanía, sin que cunda el desencanto. Las imponentes dimensiones de la nación china, la compleja situación de la Iglesia y la muchas veces confesada admiración de Francisco por la cultura y la historia chinas, hacen que aquí nadie tire la toalla. Según coincidentes fuentes informativas, una delegación vaticana ha viajado a Pekín en los últimos días del pasado mes de abril; sería la respuesta a la visita realizada a la Santa Sede en febrero por el grupo negociador del Gobierno chino.
Los expertos vaticanos han encontrado a sus habituales interlocutores del Gobierno pocos días después de la cumbre sobre la “chinización” de las religiones querida por el presidente Xi Jinping. Como ya es habitual en estos casos, la más extrema reserva ha sido mantenida por ambas partes, pero, según una fuente eclesial china, el Vaticano habría hecho la propuesta de organizar un grupo de trabajo destinado a debatir los puntos de desacuerdo y proponer posibles soluciones. Sería un paso más en este largo camino.
Paso igualmente significativo, el lunes 23 de mayo, el llevado a cabo por el imán de la Universidad Al Azhar del Cairo, Ahmad Al Tayyib, al ser recibido por Francisco en una audiencia que ha revestido una solemnidad particular. Y es que la milenaria universidad cairota (fundada en el año 972 como mezquita) es el centro de referencia para millones de musulmanes sunitas y su influencia es enorme. En sus miles de centros asociados se preparan intelectual y religiosamente los futuros imanes. Su actual rector, Tayyib, fue antes gran mufti de Egipto y goza de gran prestigio. La visita al Vaticano pone fin a un período de enfriamiento en las relaciones después del famoso –y malinterpretado– discurso de Benedicto XVI en Ratisbona hace ahora diez años.
Finalmente, Al Azhar rompió sus relaciones institucionales con la Santa Sede en 2011 como consecuencia de unas declaraciones de Ratzinger a favor de los cristianos coptos. Con Francisco, el clima mejoró sensiblemente. De dicho encuentro resalta esta percepción de Bergoglio: el gesto de reunirse ambos es, en sí mismo y por su enorme significatividad, lo más positivo de la cita. No es poco.
En el nº 2.990 de Vida Nueva
LEA TAMBIÉN:
- OPINIÓN: Ratzinger desmiente con firmeza, por Antonio Pelayo, corresponsal de Vida Nueva en Roma