El sentido y la urgencia de la caridad política

Para que la Iglesia sea fermento en la sociedad, hay que desarrollar la dimensión política y social de la fe

portada Pliego VN Caridad política 2990 mayo 2016

FRANCISCO JOSÉ SÁNCHEZ HERAS, director de Cáritas Diocesana de Málaga | Para que la Iglesia sea fermento en la sociedad, hay que desarrollar la dimensión política y social de la fe. De ahí que su misión –a través de Cáritas– sea ayudar a que todas las personas lleguen a ser dueñas y constructoras de su propio desarrollo, pero que contribuyan también a transformar la sociedad. Coincidiendo con la festividad del Corpus Christi (29 de mayo), recorremos el magisterio pontificio y eclesial para descubrir el sentido y la urgencia de la caridad política, la que nos hace pasar de la beneficencia al compromiso.

I. Un relato para comenzar

II. Un hecho

III. Un empeño

IV. Un reto

El campo de la incidencia política para cambiar las causas estructurales de la pobreza, sí que podríamos decir que es harina de otro costal. No porque sea otra realidad distinta a la misión de la acción social de la Iglesia, sino porque es un ámbito que ya no es una evidencia ni un deseo, sino un reto. En el terreno de la transformación del mundo o el posicionamiento indiscutible en favor de las víctimas de la injusticia, nos queda mucho por hacer; debemos y podemos hacer mucho más de lo que ya hacemos y, por lo tanto, es un reto.

Al contrario que la asistencia y la promoción, esta tercera cuerda de la acción caritativa y social no tiene tanta relevancia y reconocimiento. Habrá que preguntarse por qué. También es justo y verdadero reconocer que, en estos años de crisis, la Iglesia ha tenido una mayor presencia e incidencia política a través de Cáritas, como la caridad organizada de la Iglesia. Ahí quedan el informe Foessa, los observatorios de la realidad, las propuestas políticas, comunicados de denuncia, la presencia en los telediarios y reportajes, etc., etc.; pero, a pesar de ello, no despuntamos al nivel de la asistencia o, incluso, de la promoción.

Al inicio traía a colación un hecho reciente que muestra la escasa conciencia de que la caridad política es una dimensión esencial de la acción social de la Iglesia. Regresando a la metáfora inicial, quizá no hemos caído en la cuenta de que dimos el pescado y enseñamos a pescar, pero, por ser emigrante, no tiene derecho a la licencia de pesca.

V. Y ahora… ¿qué hacemos?

VI. Caridad política

La caridad política no es ninguna forma derivada ni secundaria del amor. La Biblia nos enseña, desde el Éxodo hasta Jesús y san Pablo, que el amor cristiano tiene un punto clave de referencia: el servicio prioritario a los pobres, a los débiles, a las víctimas. El cristiano convierte la parábola del buen samaritano en paradigma de la caridad cristiana; no simplemente en beneficencia, sino también en compromiso político. La “actitud samaritana” es, quizás, el rasgo más característico del amor político para un cristiano: “Al día siguiente, pidió que siguieran cuidando de él” (Lc 10, 35). Por ello, es necesario que existan las estructuras políticas que den soporte y solidez, ya que la sola asistencia, e incluso promoción, no son suficientes.

En el magisterio de los papas modernos, podemos hablar de León XIII como el iniciador de esta reflexión sobre la caridad política, pero, sobre todo, fue Pío XI quien expuso que la política es el campo de la más grande caridad, de la caridad política (Discurso a los universitarios católicos, el 18-12-1927, cuando Mussolini le acusó de exceder los límites del apostolado al incluir la política).

Podríamos definir la caridad política como el servicio al prójimo a través de las instituciones que deben estar orientadas al bien común, con una preocupación especial por la defensa de los pobres. Esta dimensión de la caridad ayuda a superar la división o separación entre caridad y justicia, puesto que en ella están tanto el amor como la justicia.

Asimismo, como recordó Benedicto XVI (Deus caritas est, 28), aunque la caridad exige la realización de la justicia, la caridad va mucho más allá de la justicia, la trasciende. La lucha por la justicia humana es el nivel mínimo de la práctica de la caridad. La caridad añade a la justicia la opción radical de vivir como Cristo vivió y amar como él amó. Si la justicia humana considera al prójimo como otro, la caridad lo percibe y se identifica con él, con sus problemas y esperanzas; y es capaz de seguir avanzando cuando se ha llegado al límite del terreno propio de la justicia. (…)

VII. Caridad política y subsidiariedad

VIII. Caridad política en la Doctrina Social de la Iglesia

IX. Caridad política en los documentos de los obispos españoles

X. Animando a la caridad política

XI. Epílogo: respuestas personales a problemas estructurales

 

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