Nuria Espert, la gran dama del teatro

Nuria Espert, galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes

Galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes por “la fidelidad a los ideales y aspiraciones del humanismo”

Nuria Espert, galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Medea, Carmen, Bernarda Alba han ganado el Princesa de Asturias de las Artes. O lo que es lo mismo, la gran actriz, la mujer que reina en la escena, la heroína que ha interpretado a todas las heroínas, el teatro mismo. “No lo he ganado por talento, sino por insistencia”, dice con humor Nuria Espert (Hospitalet, 1935). Está feliz, muy feliz.

“Estoy muy contenta, me hace mucha ilusión, es un premio prestigioso –ha señalado–, es un premio por las artes, que engloba tantas ramas del árbol de la cultura que parecía dificilísimo que recayera en el teatro, y mucho más en mí. Ha sido una sorpresa. Me halaga mucho. Y me alegro sobre todo por el teatro”. Pero por más premios que le den, no piensa bajarse de las tablas. Un día de 2009 –hace ya siete años– le confesó a Nieves Herrero que había ganado 170 premios.

Los había comenzado a “catalogar” Armando Moreno, su marido, fallecido hace ya más de veinte años. Y faltan todos los que ha sumado desde entonces: Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes, Medalla de Oro del Gran Teatro del Liceo, Premio Fernando Lázaro Carreter, Premio Atahualpa de Cioppo del XII Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz… “Mientras tenga tantas ganas de trabajar, mientras tenga tantas ofertas y mientras me siga queriendo tanto el público, tendrán que venir los geos para echarme del teatro”.

Y ya ha llovido, 67 años sin sequía apenas, sin faltar a las tablas, a los ensayos, a los estrenos, y colocándose donde hiciera falta al otro lado del drama, de la comedia, de la ópera: de primera actriz, de directora, de empresaria con la compañía que con su nombre formó con su esposo. “Y más cosas: desde ayudar a montar decorados hasta pasar la escoba por el escenario si no estaba la persona encargada…”.

Ha sido Celestina, doña Rosita la Soltera y hasta El Rey Lear, la obra que ha estado interpretando estos meses con Lluis Pasqual. Porque Espert ama a Lorca y a Shakespeare –en la década de los 60 interpretó al mismísimo Hamlet– por encima de todas las cosas. “Su teatro se caracteriza por la fidelidad a los ideales y aspiraciones del humanismo y ha estado siempre al servicio de la poesía y de la esencia de la escritura dramática”, añade el acta del jurado de la Fundación Princesa de Asturias. “Siempre hay que demostrar cosas –dice ahora–. Con 80 años haciendo El Rey Lear, pocas veces he tenido que demostrar tantas cosas como aquí”. Aquella niña prodigio que recitaba versos entre Barcelona y Hospitalet, no tiene más truco que su pasión por el teatro: “A mí el teatro me recrea cada día, me vitaliza”.

“Me ha dado mucha felicidad”

Medea, la fuerte y luchadora heroína de Eurípides, decía que “en una larga vida se sufre largamente”. Espert teme más que nada el sufrimiento porque lo ha padecido –quién no– y la larga vida la ha vivido sobre las tablas desde que, con 13 años, se subió al escenario en el Teatro Romea de Barcelona. “Lo hice, sencillamente, por dinero. Les venía bien a mis padres”, recuerda. Pero la escena acabó envolviéndola, haciéndola suya, transformándola en Yerma –sola ella es Lorca en todo su esplendor– , en Salomé, en Lucrecia.

“No me vino de un día para otro. Tardé unos años. Encontré el afán de querer hacerlo bien y el deseo de seguir en el teatro y que me siguieran contratando”. Y entonces llegó Medea, con 18 años, la oportunidad y la consagración, todo a la vez: “De tantos nervios como acumulé casi no recuerdo esos días. Pero sí tuve claro que el teatro era ya mi vida. Dejé el colegio para dedicarme por entero. No terminé el Bachillerato”. Aquel papel, aquella Medea, le ha marcado tanto que, afirma, envejecen juntas: “Ha llenado toda mi vida, mis aspiraciones. Me ha dado mucha felicidad y yo le he dado todo lo que tenía y más”.

Y, claro, no se arrepiente: “El teatro me ha dado una vida plena”. Con sus ojos verdes y manos blancas, admite que “no soy creyente, pero respeto a quienes tienen puestas sus esperanzas en la religión”. Y que teme –como todos– más que a “perder la memoria y al dolor” a ese sufrimiento. O a perder a los que ama –sus hijas, su nieta– como un día perdió a Armando, con el que creció y del que habla como si aún estuviera a su lado: “Me casé con él a los seis meses de encontrarnos. Era católico y yo no. También más conservador. No tenía nada que ver con el teatro. Era guionista y ayudante de dirección en cine. Después, resultó ser un hombre de teatro fabuloso y eso hizo que durásemos muchos años”. De él se acuerda ahora que le acaban de comunicar desde Oviedo el ansiado galardón. “Es también de todos los que me han ayudado, que son muchos”. De Terenci Moix, de Rafael Alberti, de Jean Genet, de Adolfo Marsillach o de Victor García, el director chileno que la puso en la escena internacional: “Era un genio, a él le debo todo”.

Desde su salón –más bien una biblioteca, un ancho sofá y una paloma de Alberti– Espert ve cada día el Palacio Real. Lee el texto que esta misma semana comienza a ensayar, el feroz y trágico Incendio, la obra de uno de los grandes autores de la escena internacional, Wajdi Mouawad.“Para mí es uno de los dos o tres mejores textos teatrales del siglo XX”. No estrena hasta otoño en el Teatro de la Abadía, otra vez con Mario Gas en la dirección.

Mientras recuerda a El Rey Lear, el texto que, confiesa, más le conmueve de su admirado Shakespeare: “Qué compleja es esta extraña raza humana, capaz de la más incomprensible autodestrucción y al mismo tiempo de una creatividad extraordinaria, que nos salva de todas las atrocidades que estamos viviendo”, reflexiona la actriz. Ella es sus personajes, los interpretó y los interiorizó. El teatro mismo. Y goza de buena salud. Y más prestigio aún.

“Es una de las más eminentes figuras de la escena mundial”

“Es en nombre del teatro español que les agradezco el esfuerzo extraordinario que hacen con los Premios Princesa de Asturias por elevar el nivel intelectual de nuestro país”. Así agradece Nuria Espert a la Fundación Princesa de Asturias que le haya concedido un galardón –el de las Artes– que han ganado cineastas como Francis Ford Coppola, Michael Haneke, Woody Allen o Pedro Almodóvar; arquitectos como Frank O. Gehry, Norman Foster, Oscar Niemeyer, Rafael Moneo y Santiago Calatrava; y músicos tan dispares –y reconocidos– como Ricardo Muti, Krzysztof Penderecki, Bob Dylan o Paco de Lucía. Solo un actor, aunque de la gran pantalla, Vittorio Gassmann, obtuvo en 1997 el prestigioso premio. “Nuria Espert es una de las más eminentes figuras de la escena mundial”, proclamó el presidente del jurado, el empresario José Lladó, que dio a conocer la elección de la actriz barcelonesa entre 40 candidaturas de 21 nacionalidades. Ha sido el primero en fallarse entre los ocho galardones que protagonizarán la XXXVI edición –la segunda presidida por la princesa Leonor–, que se entrega, como es habitual, a finales del mes de octubre en el prestigioso Teatro Campoamor de Oviedo.

En el nº 2.989 de Vida Nueva

 

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