Medio siglo de violencia

 

Los que hoy se oponen a la paz, lo mismo que cuantos esperan ansiosos su llegada, tienen derecho a saber cómo comenzó la pesadilla de la violencia y cómo llegamos a convivir con el odio y con la muerte. Son los datos necesarios para comprender por qué es mejor vivir en paz que en guerra.

Un Manuel Marulanda joven aparece arrastrándose por sobre las grietas de una colina desde donde sigue, con ayuda de unos prismáticos, el vuelo de los aviones de guerra de la Operación Marquetalia.

Agencia-de-Noticias-UNEn la secuencia siguiente del documental de la televisión francesa se ven los helicópteros que dejan las tropas en tierra, en una imagen que bien podría ser una de tantas de los desembarcos de soldados en Vietnam.

Esto ocurrió hace más de cincuenta años, fue en junio de 1964, en desarrollo de una vasta operación militar ordenada por el presidente Guillermo León Valencia y aconsejada por asesores militares de Estados Unidos para combatir las autodefensas campesinas comandadas por Manuel Marulanda en Marquetalia.

La aparatosa movilización armada duró tres días, estuvo comandada por el general Álvaro Valencia Tovar, quien tuvo bajo su mando 3.500 efectivos, según Dennis Rompe; 1.500 según el propio Valencia Tovar; 14.000 según Marulanda. Lo cierto es que se proponían la toma de Marquetalia, una insignificante población rodeada de cafetales, con una población no mayor de las cien personas.

“La Operacion Marquetalia convirtió un pequeño movimiento local de protesta en un fenómeno nacional”

Desde aquel junio de 1964 hasta hoy han pasado más de cincuenta años y los periodistas que recientemente visitaron la población donde nacieron las FARC encontraron el mismo escenario, con campesinos de otra generación que parecían repetir el mismo discurso de Marulanda y de las autodefensas campesinas en aquellos años.

En enero pasado, mientras los vecinos de Ríoblanco aplaudían la visita del presidente Juan Manuel Santos, los campesinos de Marquetalia afirmaban escépticos: “tendremos paz cuando haya tranquilidad para cultivar la tierra”. Así lo dijo Washington Gutiérrez en la plaza del histórico municipio; Jacqueline Pereira amplió su declaración: “Tenemos el mejor café y no podemos venderlo porque no tenemos vías y el puente no es seguro”. En efecto, para cruzar el río Atá, los camperos pasan sobre unos tablones amarrados con alambre, que crujen ominosamente sobre las oscuras aguas del río.

Medio siglo antes las voces, desde Marquetalia, pedían vías, centros de acopio, empleo, pedidos que se hubieran atendido con cinco o seis millones de los 500 que costó la operación militar. Pero en vez de escuchar a los campesinos, el Gobierno había preferido hacerles caso a los asesores militares de Estados Unidos; así comenzó este último medio siglo de violencias. No ha sido una guerra de medio siglo, ni fueron decenios de terrorismo, que son las dos denominaciones extremas para esta tragedia nacional desatada por los problemas no resueltos y siempre aplazados de este período.

La primera chispa

cano-y-tirofijo-en-casa-verde3“El Gobierno cometió un gran error con la ocupación de Marquetalia. Este problema de Marquetalia que se ha prolongado hasta veinte años después se había podido resolver simplemente con la visita de una comisión del parlamento, del clero, de algunas autoridades civiles, militares, para que estas hubieran constatado en la práctica que lo que había en Marquetalia era un grupo de 44 campesinos trabajando, que cada uno era dueño de finca o dueño de su casita y tenía bienes y estaba produciendo para el mercado. Un problema para resolverse mediante una conversación y no mediante una ocupación militar. Porque ese fue el comienzo, fue la primera chispa que se da en esta historia del movimiento revolucionario en Colombia”, Manuel Marulanda Vélez (Cf. Alape 265).

Eduardo Pizarro se asombra: “la acción militar de Marquetalia se constituyó en un monstruoso error histórico” (Las FARC. Tercer Mundo. Bogotá. 1991, p. 189). El sociólogo le daba la razón a Manuel Marulanda: “El Gobierno cometió un grave error con la ocupación de Marquetalia”. Lo decía en 1984 y entonces agregó: “el problema se ha prolongado 20 años más y podría haberse resuelto con una comisión que hubiera visitado a Marquetalia para comprobar que eran 44 campesinos trabajando” (Citado por Arturo Alape en La Paz, la Violencia. 3ª Edición. Bogotá. Planeta. 1993, p. 265).

En efecto, la Operación Marquetalia convirtió un pequeño movimiento local de protesta en un fenómeno nacional, constata Fernán González citando a Alape (Ver Poder y Violencia en Colombia. Bogotá. CINEP. 2015, p. 354).

Un año después de aquél ataque los combatientes eran cien y así se presentaron en Ríochiquito durante la Primera Conferencia del Bloque Sur; dos años después eran 300 repartidos en 6 frentes, en la Segunda Conferencia Guerrillera. Allí comenzaron a llamarse Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC.

Desde entonces la violencia guerrillera llegó para quedarse en la historia del país, o para inspirar la aparición de otros grupos guerrilleros, o la multiplicación de las acciones paramilitares. Unos y otros hicieron del campo un escenario de muerte y provocaron las masivas migraciones hacia las ciudades. Así crearon una nueva manera de ver el país, como un territorio disputado entre dos fuerzas rivales. Colombia se dividió entre el país de las guerrillas y el de la anti-subversión. A un lado las guerrillas de inspiración marxista o maoísta o castrista y del otro lado los grupos armados que defendían pequeñas o grandes extensiones de tierra que, más temprano que tarde, recibieron entrenamiento, armas y respaldo del Ejército,  que desde el principio las vio como aliados en su lucha contra la guerrilla. En medio de estos dos ejércitos, y como víctima a la vez que pretexto, el grueso de la población.

Durante este largo período los discursos de posesión de los presidentes tuvieron, como referencia obligada, la promesa de la paz; desde Guillermo León Valencia, quien se autonombró el presidente de la paz, hasta Juan Manuel Santos en sus dos períodos presidenciales.

También ha sido una constante la presencia del conflicto. Sin embargo, hubo períodos en que esa presencia fue más dolorosa, como ocurrió entre 1996 y 2005, cuando la violencia adquirió sus formas más perversas.

Alrededor de la tierra ardió una disputa armada y cruel de terratenientes y políticos locales, contra campesinos pobres. El desplazamiento llegó a tener tal magnitud que a Colombia se la clasificó como el segundo país del mundo con mayor número de desplazados, después de Sudán. Las masacres se multiplicaron; solo en Urabá se produjeron 92; cuando los paramilitares perpetraban una, para imponer el terror y la sumisión, los guerrilleros replicaban con otra; así sembraron en el campo la incertidumbre y el terror; el secuestro y las violaciones, como armas de guerra, se aplicaron con más eficacia que los fusiles y las metralletas; por este tiempo el ejército nacional dejó el peso de la lucha contrainsurgente en los grupos paramilitares. Esto explica por qué llegaron a estar incriminados ante la justicia 1.023 miembros de la fuerza pública, según datos del Centro Nacional de Memoria (Informe Basta ya, p. 158).

El asalto

Ciro_y_tirofijo_en_Riochiquito-prensarural“La columna que penetró hasta Marquetalia por el cañón del río Atá, atrajo al grupo guerrillero que planteó varias emboscadas. Hubo algunos contactos de fuego y bajas a ambos lados. El momento en que esto ocurrió se escogió para el asalto de un grupo reducido de lanceros transportados por helicópteros al reducto de Marquetalia que fue tomado enteramente por sorpresa, hasta el punto de incautar la totalidad del archivo de la guerrilla, que no alcanzó a ser destruido por los ocupantes del caserío. Allí quedó plenamente establecida la conexidad entre las guerrillas de Marquetalia, Pato y Guayabero con el partido comunista de Colombia”, General Álvaro Valencia Tovar (Alape 251).

Entre 1994 y 1998 los paramilitares reaccionaron ante el triunfo electoral de la izquierda con el exterminio físico de los miembros de la Unión Patriótica. Por su parte las FARC emprendieron una campaña de persecución de candidatos a las alcaldías y concejos, mediante amenazas, secuestros y asesinatos. El 4 de abril del 2000 este grupo guerrillero sorprendió al país con su Ley 002, una amenaza de secuestro para quien no pagara un impuesto para personas con un patrimonio superior al millón de dólares.

Los paros armados fueron otro mecanismo violento. Lo aplicaron en 2003 en Putumayo, cuando mantuvieron a la población recluida durante tres meses; mientras tanto los atentados contra la red eléctrica nacional o contra el oleoducto afectaron en forma grave la infraestructura del país y la vida de los habitantes de la periferia nacional. El país llegó a respirar violencia por todos sus poros.

Observó Orlando Fals Borda: “al saturarse de violencia el ámbito nacional empezaron a afectar sucesivamente las instituciones a varios niveles. Desde el alto gobierno hasta los inspectores de policía. Fue así como el proceso pasó del plano nacional al regional, del regional al municipal, de este al vecinal y del vecinal al familiar, evidenciando que se había producido un agrietamiento en las estructuras sociales” (La Violencia en Colombia (con Umaña y Guzmán). Vol. I. Bogotá. Antares. 1963, p.  401). En estas condiciones se intentó la paz.

Pero en numerosos casos los atentados fueron ejecutados como saboteo a los intentos del Gobierno de estructurar procesos de paz.

Cada presidente llegó al poder con una clara voluntad de ponerle fin al conflicto. Salvo Ernesto Samper, condicionado por el Proceso 8.000, todos los demás presidentes lo intentaron y cada vez pudo más la acción de los enemigos de la paz, desde la guerrilla, o desde los partidos, o desde los gremios, como si cada convocatoria estimulara en algún punto del cuerpo social un miedo irracional a la paz.

El ataque aéreo

anncol“El helicóptero que encabezaba el primer vuelo, y el cual yo ocupaba con tres hombres solamente, no pudo bajar lo suficiente para saltar en el área que había seleccionado debido a la excesiva altura de los árboles. Tuvimos que lanzarnos desde una altura impresionante y nunca me expliqué cómo no nos partimos los huesos. Esa llegada de los helicópteros fue precedida por una acción aérea que duró unos diez minutos con los aviones F 86 que empleamos allí. Eran aviones caza bombarderos parecidos al T 33”, General José Joaquín Matallana (Alape 259).

Las causas

ADesde-Colombia-con-las-comunidades-campesinas-en-r2l principio los investigadores creyeron ver la causa en el Frente Nacional, un remedio a la enfermedad nacional de la violencia que habría resultado ser un aliciente para la propia enfermedad por la exclusión de los grupos políticos distintos a los dos partidos tradicionales.

Pero pareció tener más fuerza que esa exclusión la actitud anticomunista que alineó a los colombianos detrás de unas trincheras ideológicas alimentadas por el prejuicio, la intolerancia y el odio político. Mientras de un lado se creía ver un complot internacional del comunismo mundial, de otro lado se tejían leyendas y temores alrededor de un pacto internacional de las derechas. Una cosa se pensaba y se urdía en la capital y otra se proponían los líderes políticos locales. La violencia y la exclusión fortalecieron sus viejas raíces para mantener vivo el incendio de los odios, durante estos decenios.

También se ha mirado como causa la lucha ancestral por la tierra. El programa agrario de las FARC de julio de 1964, que proponía un cambio de la estructura social y económica del campo, era otra expresión de un viejo pleito de tierras aún no resuelto. Según Oquist, los terratenientes habían despojado a los campesinos de dos millones de hectáreas, equivalentes al 11%de la frontera agraria de entonces (Cf. Basta ya, p. 120).

Los gobiernos liberales de Alberto Lleras Camargo y de Carlos Lleras Restrepo propusieron reformas agrarias que el gobierno conservador de Misael Pastrana desmontó en Chicoral, nombre de una victoria latifundista.

La Ley de Reforma Agraria y desarrollo rural de 1994 resultó a la larga una solución incompleta que agravó el problema de concentración de la tierra y de la utilización de la tierra cultivable que acabó convertida en potreros para la ganadería.

La operación militar

“En mayo de 1964 se lanzó una enorme operación militar con 16 mil soldados contra la zona llamada Marquetalia, en el sur del Tolima, la de Ríochiquito en el Cauca y luego contra las zonas de El Pato en la intendencia del Caquetá. Esta enorme operación militar determinó que los antiguos guerrilleros, agredidos de nuevo se organizaran y desplegaran en guerra de guerrillas. Esta resistencia popular campesina guerrillera contra la ofensiva de que fueron objeto en 1964 es lo que dio origen a las guerrillas llamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas, FARC”, Gilberto Vieira.

Alrededor del forcejeo por la tierra, la violencia creció con la fuerza de cualquier planta parásita. De allí surgieron los grupos paramilitares, utilizados por las Fuerzas Armadas para su lucha contra la subversión.

Todavía habría que sumar entre las causas de la violencia influencias externas como la de Cuba y su revolución triunfante, lo mismo que la sandinista en Nicaragua y, aún más que este factor, el papel estimulante y perverso del narcotráfico que, al corromper la política y al Estado mismo, fue el combustible de la violencia.

Entender la influencia de estas múltiples causas permite ver con claridad tanto la historia de esta violencia, como la complejidad de cualquier proceso de paz. Escribía lúcidamente Pierre Gilhodes en 1991: “la paz podría nacer y consolidarse con la justa comprensión de las causas múltiples que engendraron a los del monte” (citado por Pizarro en Las FARC, p. 11).

Las cifras

  • En 2013 las cuentas daban 25.007 desaparecidos.
  • Entre 1981 y 2012 hubo 16.346 acciones de asesinato selectivo que produjeron 23.161 víctimas. De estas: 8.903 (38.4%) por grupos paramilitares.
  • 6.406 (27.7%) por grupos armados no identificados.
  • 3.899 (16.8%) por las guerrillas.
  • 2.399 (10.1%) por miembros de la Fuerza Pública.
  • 1.754 víctimas de violación sexual.
  • 6.421 niños y adolescentes reclutados.
  • 4.744.046 personas desplazadas.
  • 27.023 secuestros, entre 1979 y 2010. De estos son autoras las guerrillas en el 90.6% de los casos; los paramilitares en el 9.4%.
  • 10.128 víctimas de minas antipersonal entre 1982 y 2012.
  • La población desplazada en un asentamiento urbano sería la segunda ciudad más poblada del país.
  • Los desplazados equivalen al 15% de la población colombiana.
  • Cada doce horas fue secuestrada una persona.
  • Todos los actores armados tienen como estrategia de guerra el ataque a la población civil.

(Datos del Centro Nacional de Memoria Histórica. Basta Ya, p. 34, 36, 37)

Javier Darío Restrepo

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