Los niños a Carlos Osoro: “¿Los obispos tienen miedo?”

Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, en un encuentro con niños de la Fundación Educación y Evangelio para presentar su libro Con rostro de misericordia PPC 27 abril 2016

El arzobispo se encuentra con alumnos de la Fundación Educación y Evangelio para presentar ‘Con rostro de misericordia’

Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, en un encuentro con niños de la Fundación Educación y Evangelio para presentar su libro Con rostro de misericordia PPC 27 abril 2016

Osoro se ganó a los pequeños con su cercanía y espontaneidad

Los niños a Carlos Osoro: “¿Los obispos tienen miedo?” [extracto]

JOSÉ BELTRÁN | “Bienvenido a nuestra casa. ¿Está preparado para pasar el polígrafo que le hemos preparado?”. Los chavales le lanzaron un órdago. Y el arzobispo de Madrid aceptó. Durante varias semanas, los alumnos de Primaria de los colegios madrileños Corazón Inmaculado y Virgen Milagrosa trabajaron las cartas escritas para niños por Carlos Osoro que conforman el libro Con rostro de misericordia (PPC). Ahora tocaba hacer el examen. No del obispo a los alumnos. El maestro se sometió a un tercer grado: “Señor arzobispo, tengo una pregunta para usted”. Diez niños de estos dos centros que pertenecen a la Fundación Educación y Evangelio entrevistaron a su pastor el pasado miércoles 27 de abril.

Le vieron bromear, pintar, arrodillarse para escribir en un post-it, analizar un catalejo… Nada más llegar, le regalaron unas gafas naranja fluorescente. “Para que observes la realidad con otros ojos”. Como mira Dios. “¿Me quedan bien?”. Ovación de aprobación. Se los ganó. No se las quitó en toda la hora que duró el encuentro. “Aunque soy más mayor que vosotros y ya sabéis que los adultos tenemos el colmillo algo torcido, siempre intento mirar como lo hace Jesús, construyendo puentes, no muros”, subrayó.

Los anteojos se convirtieron para Osoro en herramienta pedagógica a lo largo del encuentro, especialmente cuando Samuel le preguntó a qué tiene miedo un obispo: “Los miedos aparecen cuando uno solo se mira a sí mismo y no cuenta con Dios. Imagínate si estuviera preocupado por lo que pueden comentar algunos por verme con estas gafas… Seguro que alguno dice: ‘Mira este tonto lo que lleva puesto’. Pero yo sé que no lo hago por protagonismo, por hacerme el gracioso. Para ejercer mi tarea, sé que es Jesús el que me sostiene. Los miedos desaparecen cuando uno construye sobre la roca de Jesús”.

El arzobispo de Madrid les habló de tú a tú. Y también se lo pidió a los niños. “No hace falta que utilicéis el ‘don’; con Carlos vale”. La autoridad se humanizó, o al menos le vieron de carne y hueso cuando le preguntaron por su dieta. “El desayuno es la mejor comida que hago del día, porque hay veces que lo tengo complicado para comer tranquilamente. Desayuno un café, algo de fruta desde que estoy en Asturias y pan tostado. Le pongo aceite desde que estoy en Valencia… ¡Y se me olvidaba! Un yogur desnatado”.

Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, en un encuentro con niños de la Fundación Educación y Evangelio para presentar su libro Con rostro de misericordia PPC 27 abril 2016

El encuentro tuvo lugar en el colegio Corazón Inmaculado

También les contó cómo terminan sus jornadas maratonianas. “Justo antes de irme a la cama, paso por la capilla y dejo el pectoral y el anillo encima del sagrario diciéndole a Jesús: ‘Yo he hecho lo que he podido, pero tú eres el auténtico arzobispo de Madrid. Yo solo hago las veces’”.

Claro que la cuestión no se quedó ahí. Los niños le pidieron la receta para ser buenos compañeros. “El ingrediente fundamental es la capacidad de amar de Jesús a todos, sean creyentes o no creyentes. También hace falta no tener miedo a mancharse por los demás. Otro ingrediente importante es el humor, que se traduce en esperanza y alegría ¿Os imagináis que alguien ponga verde al arzobispo de Madrid y yo responda con esa misma arma?”. Un “no” ensordecedor pobló el salón de actos. “Pues ya sabéis lo que tenemos que hacer: responder con el arma de la vida de Jesús”. Y en ese instante tomó un rotulador verde y dibujó la cruz de Cristo. “No hay más misterio. Por eso estoy pensando en poner una farmacia para vender esta receta de la alegría”, apostilló.

No se detuvo ahí el interrogatorio. “Usted, que ha sido profesor de Educación Física, ¿nos da un consejo para mantener en forma el corazón?”. Osoro les invitó a visitar “el gimnasio de Jesús, que es la capilla. Allí nos enseña una gimnasia singular: amar a todos sin distinción”. A partir de ahí, el hilo de sus mensajes fue precisamente el respeto a la diferencia para verlo como una riqueza. “El arzobispo de Madrid no lo es solo para los que son iguales que nosotros, también tengo que querer a los que son completamente diferentes y no quieren saber nada de esto”, manifestó.

Al finalizar, Manolo Barahona, presidente de la Fundación Educación y Evangelio, como anfitrión, despidió a Osoro sin paños calientes: “No le despido como ‘excelentísimo señor’, sino como nuestro pastor. Gracias por la cercanía que ha mostrado…”. Osoro apostilló: “Queridos niños, siempre he pensado y rezado por vosotros. Antes, sin conoceros; pero ahora con vuestros nombres y vuestros rostros grabados”. Y con las gafas puestas.

Crear una Casa de la Misericordia

En la línea de materializar la Evangelii gaudium de Francisco, Osoro propuso a los niños “sonreír con obras, como os lo explico en las cartas”. De hecho, recordó cómo precisamente en la zona más castigada del terremoto de Ecuador, gracias a una campaña de cuestación capitaneada por los niños de Orense cuando era obispo de la diócesis gallega, pudieron construir hogares para unas 500 familias. “En Asturias pusimos en contacto a niños de allí y de aquí para que se cartearan y se sintieran hermanos unos de otros. Algunos continúan escribiéndose hoy y hasta han viajado para conocerse. Así, poco a poco, podemos formar la gran familia de Dios”. Tras estas dos iniciativas, lanzó un reto a su auditorio: “Yo tengo una casa que quiero que se llame la Casa de la Esperanza y la Misericordia. ¿Y si os propongo hacer una exposición con vuestros dibujos y, con lo que logremos recaudar vendiéndolos, ayudamos a otros niños en Siria?”. Aplauso como respuesta.

En el nº 2.987 de Vida Nueva

 

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