'The lady in the van': con Maggie Smith al volante

The lady in the van

J. L. CELADA | Hacia 1970, cuando el dramaturgo británico Alan Bennett se mudó a Camden Town –concretamente, al número 23 de Gloucester Crescent–, este barrio londinense albergaba a numerosos colegas de la escena teatral y literaria, pero también a una extraña inquilina: The lady in the van, la malencarada anciana que hizo de una furgoneta cochambrosa su hogar, y que da título a esta cinta. Con guión del propio Bennett, su compatriota Nicholas Hytner reconstruye “una historia real en su mayor parte”, llevada a las tablas en forma de monólogo y concebida aquí a mayor gloria de la octogenaria Maggie Smith, una actriz que irradia tanto talento como histrionismo e insolencia derrocha esa mujer asocial.

Poco después de instalarse en su nuevo domicilio, nuestro escritor (Alex Jennings) accedió a que la protagonista aparcara en la entrada –“temporalmente” – el destartalado furgón donde vivía rodeada de basura. Y allí se quedó ¡durante 15 años!… hasta su muerte. Una circunstancia que no solo le proporcionó frecuentes quebraderos de cabeza –con la propia vieja gruñona, con el vecindario o con los asistentes sociales–, sino también un valioso material para su obra. Cada (des)encuentro con su incómoda huésped le brindaría la oportunidad de plantearse la eterna pregunta que asalta a los profesionales del oficio: ¿vivir la vida o escribirla? Dilema que el realizador zanja desdoblando al personaje de Jennings para que dialogue con su otro yo.

Gracias a este recurso narrativo, a la voz en off y a la presencia de secundarios como Jim Broadbent o Gwen Taylor (su madre en la ficción, la misma que acabará sus días en una residencia mientras él acoge frente a su puerta a una desconocida), el espectador irá descubriendo los secretos de esta atípica relación entre el creador y su “criatura”, depositaria de un misterioso pasado musical y religioso que bien podría explicar su difícil carácter y su estado de indigencia. Dos aspectos que, sin embargo, apenas constituyen la carrocería de The lady in the van.

Tras la poco saludable compañía de esta exmonja amante del piano y sus ingratas respuestas, emerge un comedia amable, cuyos consejos –incluso para un “aparcamiento cristiano”– rebosan ironía y una ingeniosa lección vital por capítulos. Entre colores y olores varios, Hytner nos enseña que cuidar a alguien “implica mierda”; que no existe el hecho de hacer tiempo, que “el tiempo te hace a ti”; o que no hay que meterse en el papel, sino estar en él…

Todo ello, con la gran Maggie Smith al volante. ¿Qué más se le puede pedir a esta película? ¡Feliz viaje!