Libros

‘Como bálsamo en la herida. La misericordia’


Un libro de Ángel Moreno, de Buenafuente (Narcea) La recensión es de José María Avendaño Perea

Como bálsamo en la herida. La misericordia, libro de Ángel Moreno, de Buenafuente, Narcea

Título: Como bálsamo en la herida. La misericordia

Autor: Ángel Moreno, de Buenafuente

Editorial: Narcea

Ciudad: Madrid, 2015

Páginas: 160

JOSÉ MARÍA AVENDAÑO PEREA | El misionero de la Misericordia y capellán del monasterio de Buenafuente del Sistal, Ángel Moreno, pone en nuestras manos, en este Año de la Misericordia, un libro sanador: Como bálsamo en la herida. La misericordia, un “cauterio suave” para la vida cristiana. “Sobrecoge ser misionero… para ser mediación visible de las entrañas de Cristo”, escribe, tras ser designado para estar junto al que sufre.

A lo largo de 160 páginas, el sacerdote alcarreño nos va adentrando en el eje diamantino del corazón de Cristo, el buen samaritano, que nos muestra el genuino corazón del Padre. Ese Médico del alma que pone a nuestro alcance una medicina para ayudarnos a cicatrizar las heridas producidas en el hermoso pero tortuoso camino de la vida. Cinco capítulos (‘Las heridas del camino’, ‘El buen samaritano’, ‘La posada samaritana’, ‘El bálsamo que cura’ y ‘Ungidos’) que son fruto de la experiencia de hombres y mujeres buscadores de Dios y sufrientes por diferentes causas.

Ángel ha tejido esta pequeña joya, muy útil en estos tiempos tan necesitados de compasión y misericordia dentro y fuera de la Iglesia, con los mimbres de la escucha de Jesús, de la Palabra de Dios, de la contemplación, la súplica, la intercesión, el silencio y el corazón en carne viva de cada uno de nosotros, junto al ánimo del testimonio creíble del papa Francisco.

Mientras leía sus reflexiones, traía a mi mente y a mi corazón a esa multitud de mujeres y hombres que transitan su existencia en busca de unos brazos que acojan, de una posada que cobije, de una mirada que no juzgue, de una vida que se haga fraterna, del calor de un hogar que disponga todo de tal forma que nadie sobre ni sea descartado, de un fuego que arrebuje el alma y trate a ese hombre o esa mujer como queremos que nos traten a nosotros.

Son “heridos por la vida” –en palabras de san Juan Pablo II cuando se encontró en Tours con aquellos que no contaban–, son los últimos de nuestro mundo, los que mientras duermen o en la vigilia solo anhelan ser queridos y perdonados sin disimular nada, buscadores del Amor sin límites de Dios y su absoluta misericordia, y ante los cuales hemos de ser testigos de la dignidad de hijos de Dios, el querer de la Trinidad Santa.

Enrique, Tomás, María Luisa, Rosa, Luis, Mercedes, Carlos, Rodolfo… viven con su familia en Getafe, en la parroquia, en su hogar en las periferias de Madrid, en un albergue, en una casa de acogida, en la cárcel, en el hospital psiquiátrico, en mi barrio…Y todos, como yo mismo, pronunciamos la sanadora oración que Ángel Moreno pone en nuestros labios: “Bien sabes, Señor, que transfundes a mis ojos tu ternura entrañable, reflejo de tu luz, que imprime en mi mirada el destello de la tuya… Y me veo en ti, curado en mis heridas, abrazado en tu llaga, recostado en tu seno, consolado por tu palabra”.

Un libro en cuyas entrañas late la pasión divina sanadora. Seguro que quien lo lea sentirá que su oscuridad se convierte en luz de mediodía. ¡Oh cauterio suave! Gracias, Ángel.

En el nº 2.985 de Vida Nueva

Actualizado
22/04/2016 | 00:29
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