Normalidad

Algo más de media hora de conversación. El tiempo suficiente para ver si el que tienes enfrente transparenta o enreda. Las preguntas y las respuestas necesarias para darse cuenta de cómo es tu interlocutor. Normal. Simplemente normal.

El cardenal Tagle. Luis Antonio en la pila bautismal. Luisito o Chito para sus feligreses filipinos. Es el purpurado con más tirón de Asia. También el que más confianza recibe de Francisco. Y de la Iglesia universal. No en vano es el presidente de Caritas Internationalis. Ejerce como tal. Sin comitiva ni aspavientos. Sin faldas ni alaracas. Con la sonrisa como carta de presentación. La carcajada como síntoma de esa “Alegría del Evangelio” que parece correrle por las venas, como si se tratara de una autopista recién asfaltada. Es normal. Lejos de las enfermedades de la Curia. Porque también llega de las periferias. Del país con más católicos del mundo. Pero también de uno de los países con más empobrecidos de la tierra. Bromea. Dialoga. No teme ninguna cuestión. Sabe torear. Y mojarse. Me cuenta que Francisco es consciente de que no podrá llevar a término todo su programa de reformas, pero lejos de afrontarlo con pesimismo, lo valora como parte de la dinámica de esa Iglesia en salida que tiene que estar en permanente estado de misión, de renovación. Bendice. Agradece. Es su último gesto antes de despedirse. Me toma las manos y se inclina hacia mí. La acogida asiática. Inculturación. En todas las quinielas, se le esboza como papable. Una vez más se ríe de la apuesta. Normalidad.

José Beltrán

Director de Vida Nueva España

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