Desafíos pastorales en una tierra de misión

Conversación con el obispo de Inírida

Alveart

Casi el 10 por ciento del territorio nacional corresponde a la jurisdicción eclesiástica.

Erigido en 1996, el vicariato apostólico de Inírida abarca 74 mil km2 del departamento de Guainía y una franja de 15 mil km2 del departamento de Vichada; en total, 89 mil km2 que casi equivalen al 10 por ciento del territorio nacional.

Con 80 mil habitantes, la región está poblada principalmente por pueblos indígenas como los piapoco, los kurripaco, los puinave, los piaroba, los sikuani, los cubeo, entre otros. El vicariato atiende siete escenarios de misión: cinco parroquias en territorio nacional y dos que forman parte del vicariato de Puerto Ayacucho, jurisdicción de la Iglesia Católica venezolana en zona de frontera.

En conversación con Vida Nueva, Mons. Joselito Carreño, obispo de Inírida, describió los principales desafíos que enfrenta su equipo pastoral. Según afirma, las FARC hicieron de esta región un corredor a través del cual entran y salen de Venezuela. “Por el lado de Ayacucho, los venezolanos hablan de que hay mínimo 4 mil guerrilleros”, informa el obispo. En su momento, muchos niños y jóvenes fueron reclutados por el grupo armado. La posibilidad de acuerdos definitivos entre el gobierno de Santos y las FARC implica que el vicariato participe de las iniciativas que ya se promueven dentro de la Conferencia Episcopal para que la Iglesia Católica ponga de su parte en eventuales programas de reintegración a nivel regional. En dos años al frente de la jurisdicción, el prelado se ha interesado por fortalecer el trabajo de la pastoral social, una oportunidad, según dice, para dar respuesta a desafíos como este.

Un segundo desafío pastoral está vinculado a la particular historia de la evangelización en esta región del país, que halla su origen en el trabajo de Sophia Müller (+1995). Durante cinco décadas esta misionera evangélica de ascendencia alemana desarrolló una intensísima labor pastoral entre los pueblos indígenas de la zona. Sus métodos, sin embargo, produjeron dinámicas de aculturación y apego a una lectura literal de la Biblia que durante muchos años hicieron imposible el diálogo de las comunidades evangélicas por ella fundadas con otras expresiones de la fe cristiana. El trabajo que el vicariato ha llevado a cabo en favor de la educación de la gente ha favorecido que muchas personas pierdan progresivamente la prevención que hacia la Iglesia Católica Müller incentivó entre los indígenas de su tiempo.

Evangelización y laicado

Hay camino por delante. Recientemente el papa Francisco solicitó a la presidencia de la Conferencia Episcopal estudiar la forma de enviar desde las diferentes jurisdicciones sacerdotes que puedan apoyar la obra evangelizadora en los vicariatos apostólicos. A tiempo y a destiempo, Mons. Carreño lleva insistiendo sobre esa necesidad desde que llegó al vicariato. Sin embargo, está convencido de que “la evangelización se hace con los laicos o no se hace”. Por eso fomenta que de diversas partes del país personas bien formadas, con experiencia y madurez humana se vinculen al equipo pastoral que lidera y participen de escenarios de trabajo a nivel de pastoral juvenil, pastoral familiar y pastoral indígena. En lo que lleva, la experiencia ha sido enriquecedora tanto para él como para los once sacerdotes y las 16 religiosas que lo acompañan. Que el Evangelio “encuentre casa” en el corazón de la gente exige más obreros pues la mies es abundante. He ahí un tercer desafío.

Miguel Estupiñán

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