‘Aqva’: ríos de agua viva en Toro

La localidad zamorana acoge una nueva edición de Las Edades del Hombre

Exposición ‘Aqva’, en Toro

Pórtico de Santa María la Mayor, en Toro

‘Aqva’: ríos de agua viva en Toro [extracto]

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | La Diócesis y provincia de Zamora está conformada geográficamente por diversas comarcas, pero tiene dos bien definidas. La situada al norte, que recibe el nombre de Tierra del Pan; y la situada al sur, la Tierra del Vino. Y establece esta división geográfica una línea natural trazada por las aguas del río Duero. Por ello, y como nunca Las Edades del Hombre le habían dedicado una exposición al agua, “nos ha parecido conveniente dedicarle esta edición”. Es Aqva, la vigésimo primera muestra de Las Edades del Hombre

Así lo explica José Ángel Rivera de las Heras, deán presidente del Cabildo de la Catedral de Zamora y comisario de una exposición que abrirá las puertas la próxima semana, y permanecerá abierta hasta noviembre, a los pies del Duero, en Toro, en la impresionante colegiata de Santa María la Mayor y en la iglesia del Santo Sepulcro.

El pan y el vino ya fueron tratados en la exposición de Aranda de Duero, Eucharistia (2014). Ahora en Toro –que ya había solicitado ser sede de Las Edades en 2001– es el agua la gran protagonista de un relato expositivo que conforman 130 obras procedentes, principalmente, de parroquias y ermitas de la Diócesis de Zamora, aunque, como es habitual, participan todas las diócesis de Castilla y León, e incluso hay piezas de la cercana Portugal. “El agua, además de ser un bien natural no exento de contradicción, lo es también cultural y un símbolo cargado de religiosidad, cuyas manifestaciones se insertan en el patrimonio intangible de nuestros pueblos y de su historia”, según Gonzalo Jiménez, secretario general de la Fundación Las Edades del Hombre.

Un “encuentro espiritual”

Como siempre, en Las Edades se funden los límites entre la dimensión cultural y catequética, particularmente en esa exigente selección de artistas eminentes del Renacimiento al Barroco castellano, bandera también de Aqva: Pedro Berruguete, Francisco de Zurbarán, Juan de Juni, Gregorio Fernández y Luis Salvador Carmona. También hay “una presencia significativa de artistas contemporáneos, entre ellos, Antonio López y Carmen Laffón”, añade el secretario general.

El relato expositivo –un “encuentro espiritual” de los visitantes con el credo católico– lo ha concebido De las Heras, quien resume lo que se encontrará el visitante: “La exposición tiene seis capítulos, cuatro se desarrollan en la colegiata y los dos últimos en la iglesia del Santo Sepulcro. El primero, titulado ‘Agua de vida’, se sitúa en el ámbito que está a los pies de la colegiata, en la capilla de la Majestad. Allí el agua va a ser tratada desde sus perspectivas natural y antropológica, con referencias a la mitología clásica, a la limpieza corporal, los recursos hidrológicos, la ingeniería hidráulica, los recipientes de barro y cristal para contenerla y beberla”.

‘El bautismo de Cristo’, en 'Aqva', Toro

‘El bautismo de Cristo’

El umbral de esa capilla sirve de tránsito a los visitantes “para pasar de la realidad humana a la novedad de la realidad salvífica, cuyo centro y culmen es la figura de Cristo”, según el comisario. Antes hay que atravesar el segundo ámbito, ‘Preparando caminos’, “dedicado al agua en la creación y en la historia de la salvación, desde los orígenes, el Génesis, hasta la figura del Precursor”.

Incluso un tercero, denominado ‘Los cielos se abrieron’, dedicado al nacimiento, predicación y martirio de san Juan Bautista, con la excelsa talla de Gregorio Fernández procedente de la iglesia de los Santos Juanes de Nava del Rey (Valladolid). El cuarto capítulo –’Cristo, fuente de agua viva’– es su ámbito más extenso. En él reluce el Bautismo de Cristo, de Berruguete, el óleo procedente de la colegiata de Santa María del Campo (Burgos).

“Este capítulo se dedica íntegramente a Cristo y su relación con el agua durante su vida terrena, pasando por su infancia, su ministerio público y su misterio pascual –enumera el comisario–. En él se recogen temas como la vocación de los primeros discípulos junto al mar de Galilea, las bodas de Caná, el encuentro con la samaritana en el pozo de Sicar, la curación de un enfermo en la piscina de Betesda, el lavatorio de Pilato y el calvario y la llaga gloriosa de su costado”.

Entre el Románico mudéjar de la iglesia del Santo Sepulcro discurren los dos últimos capítulos. Primero, ‘El bautismo que nos salva’: “Está dedicado al sacramento del bautismo y a los objetos usados en su celebración litúrgica”, y por derivación, como señala Rivera de las Heras, “objetos relacionados con el agua bendita, junto a otros dedicados a la celebración eucarística”.

Junto a ellos, libros y cantorales con obras polifónicas relacionadas con el agua, con maestros de capilla de Zamora y Toro. Y, como último ámbito, ‘Renacidos por el agua y el espíritu’: “Exponemos diversas obras artísticas que representan a los santos, hombres y mujeres que, nacidos de nuevo por el agua y el espíritu, han sido un fiel testimonio de su vinculación existencial a Cristo”. Y más concretamente, “aquellos santos cuya biografía o patronazgo están relacionados con el agua”, como el San Andrés atribuido a José de Ribera (1630) de la catedral de Ávila.

El colofón es ‘Cristo Resucitado’. “Es Él quien bendice a los visitantes con su mano derecha, dejando ver la llaga gloriosa de su costado, de la cual brotó sangre y agua. Y con ella, nos ofrece su mensaje de despedida, el mismo que proclamó en Jerusalén el último día de la fiesta judía de las tiendas: ‘El que tenga sed, que venga a mí y beba el que crea en mí’”. Y, como dicen las Escrituras y añade Rivera de las Heras: “De su seno correrán ríos de agua viva”.

cartel-Aqva-Toro-GArte y arquitectura llena de vida y purificación…

El agua es un tema amplísimo y pleno de simbolismo, reforzado por su título en latín, que remarca los valores evangelizadores y catequéticos de la encíclica Laudato si’ del papa Francisco. Y, por supuesto, evoca el origen de la Iglesia. “Sobre todo, remite al calvario de Cristo –expone José Ángel Rivera de las Heras–. De su costado salió sangre y agua. Los santos padres siempre vieron en esa imagen el nacimiento de la Iglesia. Del agua, el bautismo. De la sangre, la eucaristía”. Y en ese simbolismo incide Gonzalo Jiménez a partir del cartel, obra nuevamente del pintor Eduardo Palacios: “Unas manos que reciben el agua desde lo alto y que a su vez la transmiten, seguro que para muchos evoca el gesto del bautismo, incluso el de Jesús en el Jordán. Pero es sobre todo una imagen llena de vida y de purificación, y es lo que queremos transmitir”.

Y alrededor de ese agua de vida, de ese bautismo que nos salva, luce especialmente la riqueza patrimonial e histórica de Toro, con su imponente colegiata y su Románico tardío. Las Edades, además, ha preparado un itinerario cultural complementario a la exposición, abierta al público hasta el mes de noviembre, por cuatro iglesias de Toro –San Lorenzo el Real, San Sebastián de los Caballeros, San Salvador de los Caballeros y San Julián de los Caballeros– y el convento del Sancti Spiritus de las dominicas contemplativas, único abierto al culto en la actualidad, templos a los que se ha trasladado un gran número de obras del patrimonio sacro de las parroquias toresanas.

En el nº 2.984 de Vida Nueva

 

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