Misericordia con Nutella

Las hemos guardado bajo llave. Tan férrea es la custodia, que las hemos expulsado del vocabulario de todo hijo de vecino. Palabras. Como misericordia.

Aislada de una conversación en el mercado. En el trabajo. En un aula. Y no porque no se practique. Francisco quiere sacarla del cofre para vivirla. “Gustad y ved qué bueno es el Señor”. Por eso, cuando me plantearon hablar a los profesores de los colegios católicos de Andalucía sobre ella, me frené en seco. ¿Cómo contagiar la misericordia a los estudiantes cuando no significa nada para ellos? Sólo la experiencia  salva. Gustad. Testad. Había que darle sabor. Los salmos invitan a una experiencia de mindfulness con Dios. Y en medio de esta reflexión, me topé en mi despensa con un bote de Nutella.

Ese envase me provocó un flashback. A mi infancia, a una madre entregada que prepara el bocadillo del recreo, a regalo, a acción voluntaria. La Nutella es alimento. De ahí que decidiera presentarles la misericordia maridada con esta crema de cacao. A buen seguro que si el padre de la parábola le hubiera  preparado la fiesta en los 80 a su hijo pródigo, le habría montado unos sandwiches de Nutella. Sería el toque “Masterchef” al gesto de misericordia de arremangarse las faldas para salir corriendo y abrazarle.

Ahora que las aulas de los colegios están pobladas por diabéticos, celiacos y alérgicos al huevo, puede que la Nutella no sea lo más recomendable para ligar a la misericordia.  Quizá  haya que presentársela con jamón, pavo o miel para que el Evangelio les sepa aún mejor. Una adaptación curricular para hacerles descubrir a qué sabe la misericordia. Con o sin Nutella.

José Beltrán

Director de Vida Nueva España

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