Guillermo León Escobar. Embajador de Colombia ante la Santa Sede

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“El Papa va a Colombia haya o no paz”

Actuó como perito designado por el papa Benedicto XVI en la asamblea de Aparecida (2007), cuyo documento, según afirma, gobierna a la Iglesia en tiempos de Francisco. También estuvo presente en las reuniones precedentes que el episcopado latinoamericano llevó a cabo en Medellín (1968), Puebla (1979) y Santo Domingo (1992). Ha sido embajador de Colombia ante la Santa Sede en varias ocasiones y conoce como pocos la vida de la Iglesia. Como muchos, busca adivinar cuál será la próxima jugada de Jorge Mario Bergoglio para seguir rompiendo la lógica tradicional de poder en la Iglesia. En su despacho de la Via Cola Di Rienzo se sentó a conversar con Vida Nueva, para compartir con nuestros lectores su visión analítica de la realidad eclesial.

¿Qué opina del viaje del Papa a México?

a_fondo16Este Papa sabe dosificar las cosas y viene dosificando bastante bien. El viaje a México inicialmente no estaba pensado; fue bonito, pero lo fundamental fue el aterrizaje en Cuba, la escala con Cirilo.

Usted habla de lo bien que dosifica el Papa. Volviendo a nuestro país: ha habido varias intervenciones de Francisco, dosis muy relevantes, sobre Colombia y, más concretamente, sobre el proceso de paz…

Hay un punto clave: la primera canonización que Bergoglio efectúa es la de una colombiana, la madre Laura. Pero unido a ese punto espiritual está el encuentro del Papa con el presidente Santos. Spadaro y los de Civiltà Cattolica dicen que Bergoglio es poliédrico. No da puntada sin dedal. Viene la canonización, viene el encuentro con Santos. Se establece una situación de una empatía real entre ellos dos. Empatía de lejanía. Ese es el primer momento.

El segundo momento es cuando el presidente me dijo que iría a la Feria de Milán, pero que tenía muchos deseos de bajar a conversar con el Papa sobre el asunto de la paz. Fui a hablar con el papa Francisco (quien dijo): “Lo recibiré, porque hay un gran propósito (la paz) en el espíritu de Santos”. Cuando vino el presidente, su entrada fue: “Yo vine a que usted me ayude con la paz de Colombia”. Normalmente esa no es la entrada de un presidente; un presidente llega con todo el ceremonial. Bergoglio le contestó con una redoblada empatía: “Tranquilo, yo le ayudo en lo que yo pueda ayudar”.

Y comenzó un trabajo del cual algún día se escribirá, porque la Santa Sede es una multinacional especial. Fuera de ser una multinacional de la inteligencia, legitima; así adentro haya todos los problemas que hay. Mientras los Estados Unidos legitiman económica y políticamente, aquí se legitima moralmente. Uno ve desfilando por acá a una serie de gobiernos que no son católicos ni son cristianos. Contar con un cuerpo diplomático de casi 170 personas, por una opción de un Estado de 0.44 Km2… Pero una fortaleza moral, a pesar de todo lo que pueda suceder adentro. La fuerza de la espiritualidad. Ahí entra Bergoglio, de nuevo, con un señor del cual habría que volver a sacar alguna página: Romano Guardini. Bergoglio es muy original pero tiene raíces: su raíz ética es Guardini. Uno va viendo de dónde salen las cosas. Le dice al presidente: “perfecto, yo le ayudo, yo voy con usted”. Y lo ha cumplido.

El misterio para cualquiera de los que hemos ejercido el periodismo es saber cómo. Yo trato de nadar en esa agua profunda. Por ejemplo, me encontré con un libro de Hans Küng: De Frente al Papa: mi vida en la Iglesia de Pío XII a Francisco (Editorial Rizzoli, 2016). Alcanza a llegar a Francisco. Dice una cosa interesante: es como cuando se cierra una puerta y uno entra en otra dimensión. Terminó la modernidad con Benedicto XVI, se cerró esa puerta; y ahora lo que ha entrando es un Papa que no se siente Papa.

momento-7De los 12 o 13 títulos que le consagraba el anuario de la Santa Sede está usando uno: obispo de Roma. Se niega a participar opinando. Dijo que no es la cabeza política de Roma; más, aún, dijo a sus obispos, cardenales: “déjenle esa tarea a los laicos”. Por fin salió uno que les dijo: “dejen de meterse a opinar lo que ustedes no pueden cambiar; ustedes pueden generar valores o principios, pero no pueden determinar actitudes o posiciones políticas; dejen a los laicos en eso”. Entonces, yo creo que Hans Küng ya tiene el aroma de para dónde va Bergoglio. Sin duda alguna, va a ser muy difícil para usted, como periodista, adivinar la próxima jugada: es la ruptura de la lógica de un poder tradicional.

Una nueva presencia

¿Qué papel siente que está jugando la Iglesia colombiana en este momento histórico del país? ¿Ha estado a la altura?

La Iglesia colombiana tuvo mucho poder formal en el momento en que ubicamos tres cardenales aquí. Uno era Alfonso López Trujillo, que era la gran cabeza de la Iglesia. Alfonso fue un gran peleador, un gran luchador. Tanto Juan Pablo II, como Benedicto, le dejaban las peleas a él. Y Alfonso era feliz dando la pelea del aborto, de la eutanasia; enfrentándose a todo el mundo, con una muy buena sabiduría, pero con cero grados de tolerancia: o  me acaban o los acabo. Ahí tuvimos una serie de poderes con Alfonso, que prácticamente determinaba el pensar moral de la Iglesia, juntamente con un mejicano, cardenal, encargado del sector sanitario: Lozano Barragán. Segundo: teníamos a Darío Castrillón, ubicado en la Congregación para el clero. Nunca una personalidad como la de Alfonso. Alfonso era la cúpula, Castrillón era los brazos. Y estaba Pedro Rubiano, un excelente pastor, lejos de toda pretensión intelectual, etc., pero con un gran sentido pastoral en Bogotá. Teníamos en ese momento tres. En este momento, activo, solamente tenemos uno, que es Rubén Salazar, muy emparentado en el pensamiento con Blázquez. Y ahora Rubén es cardenal, tiene acceso a muchas cosas. Cuando el Papa piensa en el APSA, que es la administración del patrimonio de la Iglesia, prefiere a Blázquez y a Rubén, porque es el tema duro. Los temas duros de la Iglesia ante la imagen mundial son básicamente pecuniarios, unos; de administración interna de la curia, otros; y, lógicamente, el problema viejo de la pedofilia. Rubén Salazar está jugando más como miembro de la junta del APSA que como cardenal: una nueva presencia de Colombia en la Iglesia; y cuenta con la simpatía del Papa.

Lo que está gobernando la Iglesia hoy es el documento de Aparecida, donde aparecen todos estos cambios de ángulo para ver las cosas (“En este mundo traidor nada es verdad y nada es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”). Cambió el cristal a todas estas cosas. El Bergoglio de Aparecida no es el Papa. El papa Francisco toma algo que el Bergoglio de Aparecida, a su vez, toma de la concepción que él manejaba desde la Argentina: la Iglesia del pueblo. La Iglesia del Pueblo es la heredera del Concilio Vaticano II. ¿Que el Papa descubrió la pobreza? No. El Papa lo que abrió fue el cajón donde se había metido el documento de la pobreza; un esquema elaborado por Lercaro, que fue el cardenal arzobispo de Bologna; Pablo VI, cuando era cardenal; Hélder Cámara, que transitoriamente representó una competencia frente al Opus Dei, que estaba muy consolidado. Esa es la Iglesia que desempolvó Bergoglio.

En el contexto colombiano, ¿usted siente que el episcopado ha influido en la opinión pública con respecto al tema de la paz? ¿Está desempeñando la función de liderazgo espiritual o ese papel lo está cumpliendo Francisco?

Tenemos grandes testimonios individuales y una serie de obispos que han puesto la cara. Pero los testimonios individuales, cuando no se consolidan en testimonios institucionales, tienen un problema: no se hacen presentes en lo que es la conducción del cambio de ruta, la bifurcación. Entonces, hay declaraciones del episcopado colombiano, todas buenas: la de la minería ilegal, la del trabajo humano esclavo… pero el gesto concreto no se ha dado. El gesto concreto lo dio Romero y lo dieron los jesuitas (de la UCA). Porque acaba de decir el Papa a los obispos en México: dejen de condenar, ustedes, en el aire; hablan del narcotráfico: digan quiénes, quién está metido en eso; corran riesgos. Uno no puede ser obispo para protegerse de los riesgos; no, (sino) para correrlos. Porque en el cambio del Concilio, de Iglesia de príncipes a Iglesia de pastores, los pastores pierden mucho poder burocrático, social, político, tradicional, y lo tienen que reconquistar siendo pastores. Ahí es donde nosotros apenas estamos haciendo un trabajo. En el nivel de la retórica los colombianos somos magníficos, pero en el nivel del aterrizaje es en el que no.

Testimonio real

¿Qué cree que le diría el papa Francisco a los obispos colombianos?

Yo no sé lo que les va a decir, pero no puede estar muy lejano de lo que dice el Evangelio. Este Papa coge el Evangelio y le da una lectura de los tiempos. No da la lectura tradicional; ni siquiera aquella avanzada que dieron los comentaristas de la Biblia de Jerusalén. Este señor, jesuita, (pregunta): ¿qué hice ayer por Cristo?, ¿qué hago hoy por Cristo?, ¿qué voy a hacer yo mañana por Cristo? En ese momento es cuando él dice: acá están durmiendo una serie de pobres al frente, esa cuestión hay que acabarla.

¿Se acuerda que en la Iglesia antigua existía el óbolo de san Pedro? Ahora hay un fondo que se llama la Caridad del Papa. Si ustedes van al almacén del Vaticano, ¿qué encuentran allí? El regalo del presidente de tal parte, el regalo que trajo el presidente de tal otra parte. Pero el Papa considera que ese regalo que trajo ese presidente es un regalo para la Iglesia; entonces lo pone en reventa. Cualquier presidente se pone furioso. El Papa lo hace con una naturalidad enorme. Y eso va al fondo de la caridad, que se va a unir a la plata que el Viernes Santo dan los cardenales.

Ese acercamiento a la pobreza ha sido muy conflictivo para el Papa, porque cuando todos tenemos mercedes; cuando uno ve salir al Papa en el carrito que sale, da vergüenza que venga detrás un cardenal. Hay otra tónica. En el episcopado colombiano esa tónica existió y existe en algunos ámbitos. Recuerde, en Medellín, a Tulio Botero Salazar, que entregó el palacio episcopal, como efecto del Concilio, y se fue vivir a los Barrios de Jesús; Gerardo Valencia Cano, Jesús Emilio Jaramillo…El asunto tiene que coger vía institucional. Aquí puede haber gente muy floja testimonialmente en la curia, pero el que define la institución está siendo la buena imagen del testimonio real. Entonces, la gente dice: la Iglesia está cambiando. Hans Küng dice: esta sí es una Iglesia en la que yo quiero morir.

¿Qué valoración le merece el trabajo que está haciendo monseñor Castro dentro del episcopado colombiano?

"Monseñor Castro ha sido un excelente guía en un momento de transición"

“Monseñor Castro ha sido un excelente guía en un momento de transición”

El episcopado colombiano lleva más de cien años. Luis Augusto es una persona que viene de un proceso de paz, de conflicto, de una paz no lograda. Pero cuando en Colombia se dice que tal gobierno fracasó, tal gobierno fracasó, tal gobierno fracaso y este sí; los otros tres no son fracasos, son búsquedas. Y encontrar que ese no era el camino es un gran acierto. Entonces, hemos encontrado por qué caminos es que es. Ahora que creo que se ha encontrado el camino, ese camino es muy peligroso, porque tiene que ser un camino basado en la paz, en la reconciliación, en el perdón. ¿Usted estudió el Catecismo de Astete? El proceso de paz tiene esas cinco condiciones: el examen de conciencia, la contrición de corazón, el propósito de enmienda, la confesión de boca y la satisfacción de obra; esas cinco condiciones son aportes que la Iglesia ha dado para orientar el proceso de paz. Si usted trata de mirar quién las ha tomado, hay un discurso de Santos con esos cinco puntos, que son muy difíciles de cumplir: eso es como cuando uno enuncia los 10 mandamientos. Pero cúmplalos…

En caso de una visita a Colombia, ¿a dónde irá el Papa?

Lo de Quibdó… todo eso está en borrador. Hubo un borrador-propuesta. Pero parece que el Papa tiene ya una norma, que, de aplicarla, usted, podría sacar conclusiones: fuera de la capital del país no quiero ir a donde ya haya estado un Papa anterior. Esa frase se le atribuye a este Papa. Fíjese que no fue a Guadalajara. Fue a Morelia. Fue a Chiapas. Lo que los obispos le presentan a él es: mire, Santidad, sería bueno que fuera a… Eso lo determina él, por un asunto muy interesante: que él conoce Latinoamérica. En la reunión de Aparecida (en la cual yo actué como perito pontificio nombrado por Benedicto), lo que decía Bergoglio era. Fue el tipo más serio de Aparecida; nunca lo vi sonreír: era el dueño del documento. Todos los que hacíamos minutas, sabíamos que había un equipo mucho más arriba; allí estaba el programa aterrizado, consolidado.

Entonces lo que nos falta a nosotros como Iglesia colombiana es que la gente sienta que somos uno. Que eso es muy complicado. Fíjese cómo está el episcopado peruano. Y el nuncio lo dijo muy claramente: el problema del Papa no es cómo esté la política en el país; en general, el Papa va a Colombia haya paz o no haya paz.

Un viaje pastoral

¿Podría ser politizada la visita papal? Hay quienes hablan en términos de “mermeladización”.

Ese es el colombianismo fácil del periodista que es incapaz de analizar las cosas detrás. ¿Se acuerda de Alicia en el país de las maravillas? Hay que meterse detrás del espejo para saber qué es lo que se está haciendo.

La visita del Papa, y eso es claro, es una visita pastoral. Que indudablemente tendrá efectos políticos; pero no una visita política para que tenga efectos pastorales. La visita a México fue una visita pastoral y ya empieza a tener efectos políticos. Por eso la tarea de publicaciones como Vida Nueva y una serie de revistas que no tienen la comercialización como objeto es esa: demostrar qué significa un viaje pastoral. No cuál es el efecto político del viaje pastoral. Eso es en el número siguiente: después de que haya pasado todo, empiecen a ver cómo crece la hierba. Entonces, en ese punto el Papa no va a ningún sitio con excepción de la capital. Segundo. El tema del Papa este año es la misericordia. La misericordia con todo lo que incluye.

En México el Papa habló del alma del pueblo mejicano, ¿cree que Francisco descubre entre nosotros un alma del pueblo colombiano, una vocación nacional?

“La gente nuestra es buena”. Póngale cuidado al tono: “Nosotros somos buenos…”. Pero hay un dicho que dice que de buenas intenciones está empedrado el camino que conduce al infierno. Antes hablaban de las mayorías silenciosas; la nuestra todavía no sabe hablar el lenguaje del Evangelio. Uno ve lenguaje político en todo; las mermeladas y todas esas cuestiones degradan el sentido del mensaje. El mensaje tiene que ser el del Evangelio y en eso sí estoy yo muy claro: yo no pertenezco a ningún grupo religioso. Yo simplemente soy un lector del Evangelio. Pero llegar a empatar la política con el mensaje central de la misericordia… Programa de gobierno: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar de vestir al que no lo tiene, mejorar la cárceles, visitar a los enfermos, el sistema de salud… las necesidades básicas son el mejor programa para una sensatez política de un país en desarrollo.

Los mensajes de la política coinciden en mucho con los lenguajes pastorales.

Se ha dicho que con la justicia transicional hay una oportunidad para que la misericordia entre en el campo de la justicia…

A mí me gusta mucho la historia. Estaba leyendo sobre el Santo Oficio en Sevillla, la Inquisición. Antiguamente no existían las cárceles de por vida. Las personas que estaban en las cárceles estaban esperando una de dos: o que los declararan inocentes o que les dieran el pasaporte para la vida eterna; pero no se conocía lo de la pena de cárcel permanente, de por vida; para ese planteamiento hay acá una serie de pensadores: la cárcel para nosotros se nos convirtió en una obsesión; la gente tiene que ir a la cárcel… La gente tenía que pagar fuertes sumas pecuniarias. Se sancionaba el dictamen de un juez, eso se cumplía y se llamaba en el Derecho Romano “pronta y cumplida justicia”. Si usted hablaba mal contra mí, yo iba a donde el juez en la basílica y decía: “este tipo habló mal contra mí”. “¿Tiene testigos?”. “Sí”. “¿Usted qué fue lo que dijo?”. “20 varas”. Era pronta y cumplida justicia. Lógico que existía la prisión perpetua. La prisión perpetua existe como una excepción; las películas hicieron de la cárcel el sitio donde hay que degradar al ser humano. Recuerde que lo que la persona pierde es el uso de la libertad de movimientos; esa es la sanción. Pero no pierde el uso del pensar ni de su dignidad ni de nada de eso. Discurso del papa Francisco a los presos en México y aquí, el año pasado, en Roma: “hay muchos de ustedes que son más libres que yo”. Nosotros no podemos irnos a la justicia transicional castigando. Eso es justicia penal.

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“Todos somos culpables”

Una de las propuesta de la presidencia del episcopado durante su más reciente asamblea fue que, en un eventual post-acuerdo, la Conferencia Episcopal colaborase con la reintegración; cuestión que supone, además, una transformación de la mente, de la conciencia.

Nosotros tenemos un gran movimiento de inmigración interna y hablamos de la migración como si ocurriera solamente en Europa o en la frontera México–USA. Tenemos una enorme migración de los países como Ecuador, Bolivia. Hay colombianos que migran a Venezuela, así no sea el gran centro para tener garantía de futuro: no todo el mundo está de regreso. Mucho centroamericano migra hacia Colombia. Colombia tiene un crecimiento económico que de alguna manera da garantía para el migrante. Pero la migración no es solamente darle a la gente la posibilidad de que tenga un sitio donde dormir o un empleo o la manutención. Los escalabrinianos están haciendo una tarea extraordinaria en la acogida, el inicio de cambio también de mente y de actitudes; porque usted va a Lampedusa y ahí está la gente y se le da de comer, tienen asistencia sanitaria… ¿cuál es la seguridad de que esas personas adquieran los elementos para integrarse en la comunidad europea? Ninguna.

¿Se puede hacer un paralelo con relación a los guerrilleros? ¿Habrá quienes se desvinculen pero no sean acogidos dentro de la sociedad?

La sociedad tendrá que darse cuenta de que todos somos culpables y todos aspiramos a la inocencia. Dígame, usted, una persona que no sea culpable; hay culpables por acciones, así como los hay por omisión; y hay más culpables de omisión: porque hablamos de mayoría silenciosa pero también hay una minoría sorda.

Se dice que, en parte, el último proceso de paz fracasó por la impaciencia de los medios de comunicación…

DSC_0045Las condiciones hoy pueden ser diferentes si tenemos la inteligencia de orientar a los políticos en lo que deben decir y a los periodistas en lo que deben escribir. Nosotros acostumbramos a decir: la política es corrupta. Un abuelo decía que el mal trabajador le hecha siempre la culpa a la herramienta. El machete sirve para deshierbar o cortarle la cabeza a alguien; pero la intencionalidad no está en el machete. La política no es corrupta. Se viene la beatificación de Giorgio La Pira, un siciliano en la época del pontificado de Pío XII y de Pablo VI: fue el mejor alcalde de Florencia. Cuando él tomaba alguna determinación que la política le exigía, porque era ilegal, porque era impopular o injusta, él mismo organizaba la manifestación en su contra; entonces desfilaba contra el alcalde de Florencia, que era él mismo. Un diálogo entre un visionario de la política y el visionario del Evangelio; igual que León XIII y Giuseppe Toniolo, que le ayudó al Papa a hacer la Rerum Novarum, desde la Acción Católica.

Hay que atemperar lo uno y lo otro. Monseñor Castro ha sido un excelente guía en un momento de transición, pero hay que mirar otros episcopados. Nosotros acostumbramos a mirar al cardenal Rubén, que, indudablemente, es una persona fuera de serie: más importante acá (en el Vaticano) que allá (en Colombia). Pero si usted quiere ver pastores vaya a Cartagena: Jorge Enrique Jiménez Carvajal. Sería bellísimo que el Papa fuera a Cartagena, entre Cartagena y Barranquilla, y pudiera invitar a Pedro Claver a la reunión; ese cuerpo se puede mover, así como movieron aquí el del padre Pío. Y recuerde lo que es la memoria recuperada: cuando el Papa hizo cardenal a un hombre de 96 años, Mons. Pimiento, fue reconocerle el ayer a un “cliente” que se supo parar con la doctrina social de la Iglesia y exigirle a los gobiernos que se cumplieran los postulados de justicia básica: salud, vivienda, empleo y educación. ¿Qué publicitaron los periodistas? Que se opuso a Fanny Mikey y al Festival de teatro. Averígüese qué fue lo que dijo en la asamblea de la CEC: el tipo que más claridad tiene. La juventud puede ser cuerda pero los años bien vividos dan cordura. Eso es de ahí. Los obispos del Chocó; vaya a San José del Guaviare, donde estuvo Mons. Francisco Nieto; gente que se sabe mover; vaya a Popayán: monseñor Iván Marín, por Dios.

Censurables de los obispos nuestros son muy poquitos. Pero el problema es: con toda esa masa y toda esa levadura no hemos sabido hacer una institución, como sí la hizo en España Tarancón.

 

Semilla y árbol

¿Qué decir a 50 años de la asamblea de Medellín?

Medellín es la semilla, Aparecida es el árbol. Medellín: segunda conferencia episcopal. Los que participamos allá como laicos conocimos a un señor que hacía las propuestas sustitutivas: se llama Gustavo Gutiérrez; después participamos en Puebla, como contestatarios de Puebla, con la opción preferencial por los pobres, pero colocando el énfasis en preferencial; después participamos en Santo Domingo, con el documento frustrado de Cultura, porque el documento que se llevaba fue sustituido por la Secretaría de Estado y después tocó llamar a alguien que redactara uno a la carrera, rehabilitando planteamientos de la comisión preparatoria. Y ahora el de Aparecida… Aparecida es el árbol de lo que han sido las conferencia episcopales y de tal importancia que cubre el propósito de todo el pontificado del papa Francisco.

Miguel Estupiñán

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