De la muerte a la vida

Hemos celebrado, en Colombia y en el mundo católico, con fe y devoción, la Pascua de Jesucristo, misterio de su muerte y de su resurrección.

Indudablemente que en este año 2016 se ha revestido de una solemnidad especialísima por ser el Año del jubileo extraordinario de la Misericordia.

Misericordia es la esencia misma de Dios y su expresión máxima es la muerte y resurrección de Jesucristo. En definitiva, misericordia es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad.

Hemos recorrido con Cristo y María el camino de la Cruz, reconociendo en él nuestro propio pecado.  Particularmente nos hemos detenido en implorar para todo el mundo la misericordia divina que borra toda culpa. Somos conscientes de nuestro egoísmo y del desamor que han hecho nacer en  nosotros el odio y la violencia que solo Dios perdona. Y así como él es padre misericordioso nos invita a nosotros, sus hijos, a hacer lo mismo, perdonando de corazón a quienes nos han ofendido.

“Al pie de la Cruz, María junto con Juan, el discípulo del amor, es testigo de las palabras de perdón que salen de la boca de Jesús. El perdón supremo ofrecido a quien lo ha crucificado nos muestra hasta dónde puede llegar la misericordia de Dios. María atestigua que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir a ninguno” (Papa Francisco, MV 24).

Misericordia es la esencia misma de Dios y su expresión máxima es la muerte y  resurrección de Jesucristo

En esta perspectiva vemos con buenos ojos las conversaciones del Gobierno nacional y la guerrilla de las FARC, que, por la misericordia de Jesús, pondrán fin a la guerra en Colombia, y entregando las armas y resarciendo a las víctimas se reintegrarán de nuevo a la sociedad, que los acogerá con amor y les dará nuevas oportunidades para comprometerse en la construcción de un nuevo país.

No olvidemos lo que nos dice san Pablo, a propósito de la reconciliación: “todo es obra de Dios, quien nos reconcilió con Él por medio de Cristo y nos encomendó el ministerio de la reconciliación.  Es decir, Dios estaba por medio de Cristo reconciliando el mundo consigo, sin tener en cuenta los pecados de los hombres y confiándonos el mensaje de la reconciliación” (II Cor. 5, 18-19).

Este será de verdad para nosotros, colombianos, el paso de la muerte a la vida. Y tendremos que continuar en este camino, siempre de la mano de Jesús Misericordioso y de María, madre de misericordia.

Leonardo Gómez Serna

Obispo emérito de Magangué

Compartir