Mathew Vattamattam: “Estés donde estés, eres un hermano de la congregación”

Mathew Vattamattam, superior general de los Misioneros Claretianos

Superior general de los Misioneros Claretianos

Mathew Vattamattam, superior general de los Misioneros Claretianos

Entrevista a Mathew Vattamattam [extracto]

DARÍO MENOR | Superior general de los Misioneros Claretianos desde el pasado septiembre, el P. Mathew Vattamattam, nacido en la India, visita España para participar en la 45ª Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada, que se celebra en Madrid del 31 de marzo al 3 de abril, bajo el título La Vida Consagrada con entrañas de misericordia. Con el objetivo de profundizar en la relación entre misericordia y vida consagrada, convocada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR), “organismo promovido por nuestra congregación”. Ocasión que quiere aprovechar para hablar con el provincial, Luis Ángel de las Heras, recién nombrado obispo de Mondoñedo-Ferrol y, seguramente, para encontrarse con los estudiantes claretianos en Colmenar Viejo.

PREGUNTA.- La congregación viene reorganizando sus estructuras en los últimos años. ¿Cuál es la situación actual? ¿Qué planes hay para el futuro?

RESPUESTA.- Los preliminares ya están hechos. Ya hemos unido provincias y ahora los nuevos gobiernos tienen que implementar estos cambios. Tenemos que reunir a todos los provinciales europeos en Roma para orar y discernir juntos cuáles son los pasos que debemos dar para ser claretianos en Europa y ver cómo podemos responder con nuestro carisma a las necesidades de hoy. No se trata solo de unificar provincias, sino de tener una visión en la Europa cambiante de hoy sobre cómo ser claretianos, cómo desarrollar el regalo de nuestro carisma. Debemos ver, además, cómo podemos servir a la Vida Religiosa. En la educación, las migraciones o la pastoral juvenil hay algunos elementos comunes en los que podemos ayudarnos unos a otros. Muchas provincias tienen problemas comunes que pueden afrontarse de forma conjunta. Respecto a la unificación de las provincias a nivel organizativo, se decidió que en Europa se pasara de diez a cuatro.

P.- ¿En qué estado de salud se encuentra la congregación?

R.- Uno de los retos es desarrollar el contacto con nuestro carisma fundacional. En España y en Europa se siente mucho, porque el fundador y la historia están allí y cada claretiano mayor es un modelo, pero no ocurre lo mismo en otros lugares. Otro de nuestros retos es cómo hacer que nuestro carisma fundacional esté vivo allá donde nos encontremos. Luego está el desafío cultural, cómo utilizar recursos humanos y materiales para que haya una verdadera interculturalidad. Nadie es tan pobre que no pueda ofrecer algo de su cultura a los demás. Es necesario ir más allá de la inculturización y llegar a la interculturalidad. Estamos en proceso. Mi antecesor, el P. Josep Maria Abella, envió 45 estudiantes a diferentes lugares. Es algo que está creciendo y que debemos desarrollar, cuidando en particular la preparación, tanto de los que son enviados como los que reciben. En la congregaciones no hay inmigrantes ni personas que echan una mano: somos solo hijos y hermanos. Estés donde estés, eres un hermano de la congregación. El Papa mismo nos pidió que fuéramos expertos en comunión. Es el mejor testimonio que podemos dar de que Dios es nuestro Padre.

P.- Usted es de la región india de Kerala. ¿Cómo conoció el carisma de Claret?

R.- En Kerala, alrededor del 22% de la población es católica, de la tradición siro-malabar; en mi pueblo la mayoría son católicos. La congregación tiene una presencia donde yo vivo, están a solo 4 kilómetros de mi casa. Yo estudié en la escuela de mi parroquia y más tarde sentí una llamada, fui al seminario y conocí a los claretianos. Desde el principio me gustó mucho la forma de vivir la fraternidad. Veía que los padres estaban muy unidos entre ellos y eso me gustaba. Los claretianos de la India habían sido educados en Alemania, pero solo había un alemán en aquella comunidad. Me uní en 1974.Mathew Vattamattam, superior general de los Misioneros Claretianos

P.- ¿Qué prioridades ha marcado el capítulo general?

R.- Lo primero que tenemos que hacer es dejar que fluya el Espíritu. Es lo que nos marcamos en el capítulo general, en el que vi una gran armonía con los deseos que nos expresó el Papa en el encuentro que mantuvimos con él. Nos dio una carta en la que dice cómo debemos ser misioneros hoy y nos pide que vayamos a las periferias. Debemos estar “en salida”, a nivel personal, comunitario y congregacional. Las periferias no solo están lejos, pueden estar donde te encuentras. Debemos, además, compartir la misión y trabajar con otros. El Papa nos animó a que conjugáramos tres verbos: caminar, acompañar y adorar. Todo lo demás es consecuencia de ello.

Vocación misionera

P.- ¿Cómo explicaría a un joven interesado en la congregación lo que significa hoy ser sacerdote claretiano?

R.- Lo primero que le diría es que escuche a su corazón. Tiene que escuchar y discernir cuál es su vocación. Tiene que ver si esa vocación es misionera. Tal vez sea una vocación al sacerdocio pero sea mejor que se desarrolle como sacerdote diocesano. Nuestra vocación es misionera, es proclamar la Palabra de Dios. Algunos pueden decir que esta es su vocación. Es algo que se siente en el corazón. Tras una presencia en la comunidad, sabrá si es o no su lugar. Los formadores tienen que ayudar a hacer ese discernimiento.

P.- ¿Qué proyectos tiene como superior general?

R.- Lo primero es crear la conciencia de que somos una familia, como congregación y dentro de la Iglesia, que está para todo el mundo. Por eso necesitamos una visión integral. El segundo punto es el del apoyo mutuo. ¿Cómo podemos compartir nuestro personal y recursos para ser efectivos? También queremos desarrollar las instituciones que tenemos dedicadas a servir a toda la Iglesia, como la revista Vida Religiosa, el Claretianum, el ITVR e instituciones similares en Filipinas y en la India, y algunas nuevas realidades que queremos crear en Nigeria, Colombia, Brasil e Indonesia. Otro campo en el que podemos ayudar es el de la educación. Significa una gran puerta para acceder a la juventud y las familias. Hay que ver la educación como un ministerio. Es algo que está creciendo en diferentes lugares. Debemos formar personas íntegras. No somos islas aisladas, tenemos que estar conectados. Si estamos cerrados en nosotros mismos, morimos. También debemos seguir apoyando a los claretianos que trabajan en el campo de la paz y la reconciliación, como ocurre en Sri Lanka o en Naciones Unidas. Tenemos que pensar cómo desarrollar esta presencia, pues estamos en 65 países y en cada uno de ellos nos encontramos en las raíces. ¿Cómo podemos llevar la información desde la base hasta los lugares donde se decide, como ocurre con la ONU? Por supuesto, tenemos que estar siempre atentos para escuchar lo que nos pide el Espíritu. No somos los dueños de la historia, somos solo partícipes de la misión de Jesús. La misión es compartida: estamos con otros, hay otros carismas, laicos… No debemos pensar en que es “nuestra misión”, sino la “misión de Jesús”.

Cambio geográfico, más que numérico

Desde 2009, las cifras de la congregación “cambian poco”: son alrededor de 3.000 religiosos. “Tal vez ahora seamos unos 3.020”, apostilla el P. Vattamattam. Donde sí hay diferencias es en “los matices”. En Europa, la edad media de los miembros de la congregación es alta. “En algunas provincias, en cambio, la situación es distinta: hay muchos jóvenes y la edad media tal vez sea de unos 50 años. Esto ocurre sobre todo en África y en Asia”, explica el superior general. Un cambio geográfico que supone también “todo un desafío”.

En el nº 2.982 de Vida Nueva

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