Un sacerdote de origen congoleño deja su parroquia en Baviera por presiones xenófobas

Oliver Ndjimbi-Tshiende

En plena crisis migratoria, el despertar racista de Alemania amenaza también a la Iglesia

Oliver Ndjimbi-Tshiende

Ndjimbi-Tshiende, en su parroquia de Zordening

RUBÉN GÓMEZ DEL BARRIO (BERLÍN) | Dos semanas después de su marcha, los feligreses de Zordening, un pequeño pueblo de la Alta Baviera, siguen echando de menos al que fue su pastor hasta el pasado 6 de marzo. Ese domingo, Olivier Ndjimbi-Tshiende, un sacerdote negro de origen congoleño, abandonó su parroquia ante las presiones y amenazas de muerte de corte xenófobo que pesaron más que el cariño que mostró y recibió de esa parroquia a la que llegó en 2012. Calificativos como “negro” o cartas con frases como “vete al [campo de concentración] de Auschwitz” son tan solo dos ejemplos de la extorsión que sufrió Ndjimbi-Tshiende, de 66 años, después de haber criticado duramente las declaraciones racistas de la ex líder local de la Unión Socialcristiana, Sylvia Boher, a quien pidió que fuera consecuente con la doctrina cristiana.

El pastor exhortó a sus feligreses, asimismo, a que vieran a los refugiados desde una perspectiva cristiana y no como una amenaza. Unos mensajes que le valieron numerosas amenazas de muerte escritas y verbales y cartas de odio. “No se puede imaginar lo que he experimentado aquí”, señaló el sacerdote en un comunicado. “La carga es demasiado grande y estoy agotado”, lamentó.

El cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Múnich, la capital bávara, lamentó la decisión del sacerdote, aunque respetó el paso dado por Ndjimbi-Tshiende en la localidad. Un pueblo que mostró su solidaridad con su pastor, pues unos 3.000 vecinos asistieron días después de la renuncia a una concentración en la que se podía leer en una pancarta: “Olivier, estamos contigo”. Según un comunicado de la Archidiócesis de Múnich, Ndjimbi-Tshiende dejará definitivamente la ciudad en abril y dice que, tras su decisión, se encuentra con “una gran sensación de alivio” y “sin ningún tipo de resentimiento por el tiempo pasado en Zorneding”.

Turquía y la UE

El despertar xenófobo en Alemania circula en paralelo a la política de refugiados dictada por el Gobierno. Al respecto, Bruselas continuará sus negociaciones con Turquía sobre la gestión de los refugiados que buscan llegar a Europa Occidental a través de ese país para obtener asilo o para mejorar sus perspectivas de vida. Turquía está dispuesta a asumir a los refugiados siempre y cuando la Unión Europea (UE) pague el precio y le haga concesiones, como abolir la visa para ciudadanos turcos que quieren viajar a los países de la Unión, así como la entrada de Turquía como miembro de derecho pleno de la UE. La canciller Angela Merkel apuntó que, para ello, Turquía tiene que cumplir con todos los requisitos que se le solicitan para que esa medida pueda aplicarse.

Los refugiados agitan las urnas

Angela Merkel aseguró que mantendrá su política de refugiados a pesar del revés sufrido en las elecciones del domingo 13 de marzo, en las que el triunfo del partido populista de derecha, Alternativa para Alemania (AfD), con un discurso provocador y por momentos xenófobo, capitalizó el descontento de muchos con la política de refugiados germana y obtuvo resultados récord en Baden-Württemberg (15,1%), Renania-Palatinado (12,6%) y Sajonia-Anhalt (24,2%). Un terremoto político que dejó patente el rechazo de muchos alemanes a la gestión de la crisis de los refugiados, en unas elecciones vistas como un plebiscito sobre el rumbo emprendido por la canciller en los últimos meses. “Es más que un toque de atención”, aseguró, por su parte, el ministro de Justicia alemán, Heiko Maas. Pero, a pesar de que el resultado electoral ha conmocionado a la sociedad alemana, Merkel se resiste a cerrar las fronteras o a emprender otras medidas unilaterales para reducir la llegada de solicitantes de asilo, que en 2015 alcanzó 1,1 millones de personas.

En el nº 2.981 de Vida Nueva

 

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