José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Luis Ángel se va a Mondoñedo. Algo está cambiando


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SÁBADO 12. Bautizo de David. De repente, me veo como fotógrafo oficial de la ceremonia. Yo, que miro con cara de perro a mi hermana cuando se empeña más en retratar un monumento que en disfrutar de él en directo. Lección de humildad. De reconocimiento a quien asume a diario esa tarea de “colarse” en los actos de los otros para captar una imagen para la intrahistoria de cada uno. Termina la ceremonia. Respiro. Porque el sacerdote ha sido diligente. Porque los padres tienen al menos una foto nítida.

DOMINGO 13. Nunca había escuchado el Evangelio de la adúltera con unas piedras tan cerca. En la homilía, Jota coge una entre sus manos y hace un pequeño ademán de lanzarla. Ser piedra. Lapidar al otro con la frialdad. Aislarle hasta ponerle en el centro de las murmuraciones. ¡Qué poderoso se siente uno cuando tiene la amenaza de la piedra entre los dedos! ¡Qué necio sólo al atreverme a llevarla en los bolsillos por si acaso!

MARTES 15. Parroquia del Verbo Divino. Leganés. Marta me enseña el cestillo. Echo un par de euros. Tiene la tentación de llevárselos al bolsillo. Rápidamente su hermana le explica que es para construir la nueva parroquia. Marta lo comprende. Se queda algo tristona. Intento compensarle con un par de monedas. Se gira para echarlas también en el cestillo. En ese momento soy yo quien la freno para que los disfrute. Sin ser contribuyente, me da una lección para marcar la “X” de la declaración.

MIÉRCOLES 16. A primera hora me reconfirman que Luis Ángel hace las maletas para irse a Mondoñedo. Algo está cambiando. Mucho está cambiando. Me apena por CONFER, por cómo bromea con Julia sobre el lobby calasancio, por las reuniones del equipo de comunicación… Me alegro por la Vida Religiosa. La que se moja por ser Buena Noticia. Me provoca expectativas por Ferrol. Que lo disfruten y se aprovechen. Me genera curiosidad por Añastro. Más de uno le miraba por encima del hombro en las Plenarias cuando le veían entrar y sentarse al fondo. Como invitado. Alguno sentía recelo por tenerle al lado. No le quedaba más remedio. Luis Ángel nunca ha buscado la confrontación, pero ha sido claro en propuestas. Y en denuncias. Ya no es intruso. Es uno más. Ahora tiene butaca y micrófono por derecho en la Plenaria. Para conciliar. Como claretiano que es. “Un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa”.

jose.beltran@ppc-editorial.com

En el nº 2.981 de Vida Nueva