Dominique Mamberti: “Ahora toca rezar para que Francisco pise Moscú y Pekín”

Dominique Mamberti, prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica

Prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica

Dominique Mamberti. Tribunal  Supremo de la Signatura Apostólica

Dominique Mamberti: “Ahora toca rezar para que Francisco pise Moscú y Pekín” [extracto]

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Dominique Mamberti es uno de los pesos pesados del Vaticano. Y polifacético. Nacido en Marruecos hace 64 años, se crió en Francia. Tal vez eso forjara su condición de diplomático, siendo nuncio en varios países donde conviven cristianos y musulmanes (Somalia, Sudán y Eritrea). Tras acumular también experiencia ante la ONU, fue desde 2006 el Secretario de la Sección de Relaciones con los Estados, el “ministro de Exteriores” vaticano. Con Francisco está al frente del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, donde afronta los procesos de nulidad matrimonial en un momento clave, siendo uno de los ejes sobre los que el Papa busca articular su pastoral de la misericordia. De paso estos días en Madrid, donde ha participado en unas jornadas organizadas en la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, impartiendo una ponencia sobre Celeridad y justicia en el proceso de nulidad matrimonial renovado, Vida Nueva ha podido pulsar su opinión sobre distintos temas de actualidad.

PREGUNTA.- ¿Cómo ve la respuesta de la UE a los refugiados?

RESPUESTA.- Es un problema global, una emergencia que ha de ser afrontada desde esta perspectiva amplia en todos sus aspectos. Aunque cada país tiene su responsabilidad propia y vemos cómo no se da esa solución global, que debería ser afrontada en conferencias internacionales. Partimos de la base de que es una situación muy compleja, pero se debe hacer el esfuerzo por acudir a las raíces de las situaciones, como la guerra y la pobreza, y tratar de intervenir en ellas para evitar las mutilaciones que producen.

P.- Ha sido diplomático en varios países de mayoría islámica. ¿Cómo percibe el auge del radicalismo desde el inicio de la llamada primavera árabe hace cinco años?

R.- Al principio, este movimiento fue recibido por muchos con simpatía y esperanza. Lamentablemente, hoy vemos cómo sus consecuencias han sido dramáticas en muchos países, donde mucha gente sufre y se ha descompuesto el tejido social. En particular, cabe señalar cómo ha afectado a la convivencia entre las distintas comunidades de esos países, cuya relación configuraba una cultura muy particular propia de la región. Hoy eso está en peligro, por la migración masiva de muchas de esas comunidades, como las cristianas.

P.- Uno de sus principales gestos como secretario de la Sección para la Relación con los Estados se dio en su viaje a Cuba, en 2010, que abrió la puerta para el que luego realizó Benedicto XVI. Tras la reciente visita de Francisco y la confirmación de que la Iglesia es ahora un agente cada vez más visible y prestigioso en la vida del país, ¿hacia dónde cree que se encamina la Cuba de Raúl Castro y la que pueda estar por venir en el futuro?

R.- La situación en Cuba ha mejorado mucho en estos años, percibiéndose un mayor diálogo con la comunidad internacional, en particular con EE.UU. Eso se ha dado, en parte, gracias a la intervención de la Iglesia, con Francisco, muy empeñado en esta cuestión, como gran actor protagonista. Siempre que hay diálogo y una mayor relación, es más fácil que, globalmente, mejoren las condiciones. En el caso de Cuba, se puede pensar que la progresiva apertura y la proliferación de relaciones más frecuentes, también gracias al turismo, favorezcan unas mejores condiciones de vida para todos.

El Papa diplomático

Dominique Mamberti, prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica

Dominique Mamberti, en la Universidad Eclesiástica San Dámaso

P.- Francisco tiene muchas facetas y en muchas está siendo revolucionario. ¿Cómo ve al Bergoglio diplomático, mediador entre Israel y Palestina, EE.UU y Cuba o en el proceso de paz en Colombia?

R.- Cuando trabajaba en la Secretaría de Estado y daba una conferencia, siempre decía que el primer actor de la diplomacia pontificia es el papa. Hoy el gran ejemplo de ello es Francisco, que se ha convertido en un líder extraordinario en lo moral y en todo un referente en la comunidad internacional. Él ha demostrado que la pastoral y la diplomacia no son opuestas.

P.- ¿Y a nivel de diplomacia eclesial, con su impulso al diálogo ecuménico e interreligioso? ¿Será Francisco el primer papa en pisar Moscú y Pekín?

R.- Él tiene muchas ganas de que esto se produzca. Se están dando signos positivos para ello, pero ahora toca rezar para que se cumpla. Respecto a Rusia, su abrazo con Kirill fue un momento impactante y simbólico que marca una nueva relación entre ambas Iglesias.

P.- ¿Qué espera de la exhortación apostólica que, a punto de publicarse, cerrará estos dos años de intenso diálogo intraeclesial sobre la visión de la familia por la Iglesia?

R.- Espero que sea un signo de la solicitud de la Iglesia hacia las familias, para que sientan la proximidad del Papa y de todos los pastores a sus gozos y dificultades cotidianas. La familia es la primera célula, la Iglesia doméstica. Su importancia es fundamental para el futuro de la Iglesia y de la humanidad. En todas las crisis, donde hay una estructura familiar sólida, las dificultades son más fáciles de soportar.

P.- Como prefecto de la Signatura Apostólica conoce especialmente los procesos de nulidad matrimonial. ¿Cómo valora el motu proprio del Papa sobre esta cuestión, en su intento de hacer más sencillo el proceso de reconocimiento en los casos en los que efectivamente hay nulidad?

R.- Es una reforma muy importante, un llamado a toda la Iglesia, y en particular a los obispos, para que se tomen muy en serio la justicia eclesial, en concreto el proceso de nulidad matrimonial. La intención del Papa es clara: que el proceso sea más accesible a todos los que lo necesiten y nadie se quede al margen de la vida de la Iglesia mientras espera una palabra clarificadora sobre su situación. Para ello hay que poner en marcha los recursos necesarios, formar a canonistas, acompañar a los tribunales… Es una responsabilidad de todos, sobre todo de los obispos. Sin eso no será fácil de aplicar la reforma.

P.- ¿Cómo califica el comentario de quienes dicen que el motu proprio papal sobre las nulidades abre la puerta al “divorcio católico”?

R.- El documento es claro, su intención no es cuestionar o debilitar la indisolubilidad matrimonial. Se trata de simplificar y agilizar el proceso y llegar a la verdad sobre el vínculo en cada caso concreto.

P.- Estamos en el Año de la Misericordia: ¿cómo combinar en lo cotidiano doctrina y realidad de los fieles?

R.- La misericordia es acoger a todos, ayudar a todos. Este Jubileo nos pide ser misericordiosos como el Padre. Lo cual no quiere decir que ya no volvamos a hablar más del pecado… El mismo Francisco, recientemente, ha insistido en la necesidad de confesarse y buscar la penitencia. Estamos llamados a impulsar que nadie se sienta lejos del amor de Dios y de la solicitud de la Iglesia. Eso no cambia nada en la moral o en la doctrina.

En el nº 2.981 de Vida Nueva

 

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