Cuatro Misioneras de la Caridad, “mártires de hoy” en Yemen

El Papa cree que las religiosas asesinadas en el ataque a un asilo en Adén son también víctimas de la indiferencia

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Supervivientes de la matanza en el asilo Mother Theresa’s Home

J. L. CELADA | Un acto de “violencia sin sentido y diabólica”. Así calificaba el papa Francisco el asesinato de cuatro Misioneras de la Caridad, junto con otras 12 personas, perpetrado el 4 de marzo en la ciudad yemení de Adén. En un telegrama enviado a través del cardenal Parolin, además de mostrar una profunda tristeza, el Pontífice elevaba sus oraciones por las familias de las víctimas y para que este suceso “despierte las conciencias, guíe hacia un cambio de los corazones e inspire a todas las partes a dejar las armas y tomar el camino del diálogo”.

En la misma misiva, Bergoglio pedía “renunciar a la violencia y renovar el compromiso con el pueblo de Yemen, en particular con los más necesitados”, a quienes las religiosas de la beata Teresa de Calcuta siempre “trataron de servir”.

Dos días después, durante el ángelus dominical, el propio Francisco expresaba de nuevo su “viva cercanía a las Misioneras de la Caridad” y se refería a los fallecidos como “los mártires de hoy”. “Y esto no es titular en los periódicos, ¡no es noticia! –añadía ante los miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro–. Estos mártires que dan su sangre por la Iglesia son víctimas de sus asesinos y también de la indiferencia. De esta globalización de la indiferencia. Que no importa”. “Que la Madre Teresa acompañe en el paraíso a estas hijas suyas mártires de la caridad, e interceda por la paz y el sagrado respeto de la vida humana”, rogaba en su oración el Papa.

Según han confirmado a la Agencia Fides desde el Vicariato Apostólico para Arabia Meridional, un grupo de al menos cinco encapuchados fuertemente armados irrumpió el viernes 4 en el asilo Mother Theresa’s Home, que las religiosas atienden en la antigua capital de Yemen del Sur, y disparó indiscriminadamente acabando con la vida de cuatro hermanas (dos ruandesas, una india y una keniata), el guardia de seguridad, varios colaboradores del centro y algunos ancianos y discapacitados residentes en el mismo. “Nunca hemos visto un crimen de tal brutalidad”, relata una fuente de seguridad yemení citada por la agencia oficial Sabanews

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La huella aún visible de los crímenes

La gente las amaba

¿Qué ha movido a sus autores a cometer un atentado así? El obispo del Vicariato Apostólico para Arabia Meridional, el capuchino Paul Hinder, no se lo explica, porque la población local “amaba a las hermanas, admiraba su forma de servir sin mirar la pertenencia religiosa, sino solo la decisión de preferir a los más necesitados. Esto despertaba la simpatía y el afecto entre las personas. Y, tal vez, esto mismo molestaba a alguien”.

En entrevista con la Agencia Fides, el prelado desvela también que no hay noticias del sacerdote salesiano indio Tom Uzhunnalil, que residía con las religiosas desde que en septiembre saquearan y quemaran su iglesia de la Sagrada Familia. Mientras, la hermana Sally, superiora de la comunidad y originaria de Kerala, preparaba su salida del país tras sobrevivir al ataque.

La paz, cada vez más lejos

Aunque al cierre de estas páginas no había aún noticias sobre la autoría de los hechos, cabe apuntar que, en todos los informes sobre libertad religiosa en el mundo, Yemen figura como uno de los países más peligrosos para los cristianos (apenas unos 3.000); y que en Adén, ciudad que las fuerzas leales al presidente Abd Rabbuh Mansur al-Hadi reconquistaron meses atrás a los rebeldes del clérigo Hussein Badreddin al-Houthi, se asientan diversos grupos vinculados a Al Qaeda. Todo ello explicaría también que, desde que concluyeran las conversaciones de paz entre ambas partes el pasado 20 de diciembre en Suiza, el soñado alto el fuego permanente parezca cada vez más lejos.

En el nº 2.980 de Vida Nueva

 

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