José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Antonio Montero fue un visionario


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MIÉRCOLES 2. Valladolid. Voy a conocer cómo trabaja el equipo de Rezandovoy. Comparten sede con la Escuela Universitaria de Ingeniería Agrícola de los jesuitas. Miro por la ventana. Tierra cultivada. “Son huertos para jubilados”, me cuenta Magdalena. Hace unos años propusieron al Ayuntamiento un plan de reinserción de drogodependientes a través de la agricultura. El alcalde les animó a darle una vuelta. La ciudad ya prestaba atención a los adictos y a su reinserción. Pero no a los mayores. Otras víctimas del descarte. Cuando cumplir años hace que se prescinda de uno en el trabajo, se le ve como un estorbo en casa… Ahora este terrenito ecológico les devuelve a la acción, a la responsabilidad. La dignidad. Más de 400 jubilados con el azadón a punto. La tierra siempre da fruto para quien la cultiva. También al atardecer de esta vida.

JUEVES 3. Vuelvo a la Ciudad Financiera del Santander. Charla de Cuaresma. Conocer a Bergoglio para comprender a Francisco. Turno de preguntas. Hay quien cuestiona los ataques del Papa al libre mercado en materia económica desde Evangelii gaudium. Reflexiono sobre su empeño de primar la defensa de la persona frente a la primacía de un dinero que no entiende de ternura. Alguien me comenta luego: “Cuestionamos a Francisco porque no dice lo que a nosotros nos gustaría escuchar”. O lo que es lo mismo, su discurso no se acomoda a la mirada del mundo que ya tenemos preconfigurada.

SÁBADO 5. Viaje a Sevilla. Encuentro con los agentes de pastoral de Andalucía para reflexionar sobre la misericordia. Sobre la mesa, un caso de violencia escolar. Una mano levantada sobre un maestra. Le pido a una voluntaria que ejerza de justiciera. Que aplique el plan de convivencia a rajatabla. Le cuesta pronunciar la palabra expulsión. No le sale. Misericordia en vena. Sin abolir la ley. Dándole plenitud. En el aula.

DOMINGO 6. Hablamos entre torrijas. Con una Cuaresma que tiende a Pascua. “Solo soy un cura de pueblo”, rebaja con humildad don Antonio Montero cuando le cuento lo que da de sí su “sembrao” de PPC y Vida Nueva. Sesenta años de sueño y empeño. En un rato repasamos la renovación de la Iglesia española. De los medios de comunicación. Del imparable secularismo. Y nos topamos con Francisco. Sentencia: “Con él se plantea un porvenir casi milagroso”. Montero fue visionario. No falló. Hoy, también profeta. No yerra.

jose.beltran@ppc-editorial.com

En el nº 2.980 de Vida Nueva