Un día de ambigüedades

Voces de elogios y estadísticas de disminución de emisión de gases y otras ventajas se oyeron por parte de los medios de comunicación social con ocasión del día sin carro en Bogotá. De igual manera, la propaganda oficial al uso de la bicicleta estimuló la utilización de este medio como transporte por toda la ciudad. Y todo pareció color de rosa.

Pero el trágico accidente de una joven de mi barrio al descender de la montaña de Las Lomas, perder el control de su bicicleta y ser arroyada por un taxi y una buseta me han hecho pensar en cuántos accidentes ocurrieron ese día, porque igualmente escuché del choque de dos taxis en otra de las vías más transitadas de la ciudad.

Tal parece que nuestros dirigentes creen que estamos en Holanda; promoviendo formas de transporte para los cuales no se ha educado ni a ciclistas ni conductores poniendo en riesgo la vida de las personas en un desorden ordenado de buses, busetas y taxis. Si los barrios de los sectores más acomodados de la ciudad cuentan con ciclo-vías dotadas con las condiciones de prevención que este modo de transportarse requiere, en los sectores populares poco o nada cuenta el asunto de la seguridad y de la educación de conductores y ciclistas.

Así las cosas, esta es una más de tantas cuentas alegres en el manejo de las ciudades y en el complejo, y cada día insostenible, asunto de la movilidad en ciudades grandes y pequeñas, con una proliferación incontrolada de bicicletas y motos en vías peligrosas. Las autoridades que alegremente propugnan  modelos para los cuales no se han generado las condiciones que hagan posible el respeto a la vida y a la integridad de las personas. ¿Será posible saber cuántas víctimas fatales o en cuidados intensivos dejó el alegre día sin carros? “Averígüelo Vargas”, dicen en mi tierra.

Ignacio Madera Vargas, SDS

Teólogo

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