Persona

Tertulia con un obispo. Inevitable hablar del Papa. Reconoce las resistencias a los cambios. Me interpela su reflexión. “A Francisco no le mueven las ideas, le mueve una persona”. Ahí radica la diferencia. También la confusión. Jorge Mario Bergoglio, el ariete lo mismo del populismo de Kirchner que de los postulados liberales de Macri, vive liberado de ideologías.

Y eso cuesta hacerlo contagiar en una Iglesia que en algunos espacios y lugares se ha visto amparada por uno que otro movimiento político cuando no ha sido ella la que ha querido abanderar la idea de “un católico, un partido, un voto” para garantizarse cierta estabilidad. Pero con Francisco no vale. Cultura del encuentro con todos pero sin venderse a nadie. Porque las ideas se las lleva el viento, como la palabra no escrita. Sólo queda la persona. Jesús de Nazaret.

Así lo hace ver cada vez que buscan acorralarle para sacar de él un titular irreverente en lo doctrinal. No se sale por la tangente, mira de frente a aquel que encarna la cuestión. Su sobrina casada con un divorciado. Quienes son víctimas del zika. Desde ahí no caben derechas ni izquierdas. Ni políticas pero tampoco eclesiales. Cabe el Evangelio como esencia en un Dios hecho hombre.

Ahí está el escándalo. O la revolución. En humanizar la fe. Quitarle la armadura de lo superfluo para tocar el corazón de carne. Esa dicotomía es la que enfrenta a Francisco con los que ven el cristianismo como el camino de los perfectos y no como un camino de perfección. El de los pecadores. Donde estamos todos. Donde se mueven las personas. Donde se mueve la persona. Jesús.

José Beltrán

Director de Vida Nueva España

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