Al-Andalus, ¿mito de tolerancia?

En conversación con VN, el historiador Rafael Sánchez Saus cuestiona la convivencia de las Tres Culturas

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Cuadro de Dionís Baixeras que recrea la corte de Abderramán III en Córdoba

Al-Andalus, ¿mito de tolerancia? [extracto]

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Dar a conocer “la realidad de los cristianos en al-Andalus” por encima de “ensoñaciones y falsificaciones interesadas”. Esa es la línea maestra que se traza el catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Cádiz, Rafael Sánchez Saus, en Al-Andalus y la Cruz (Editorial Stella Maris). “A veces me enojan, a veces me divierten, como todas las mixtificaciones históricas –señala a Vida Nueva–. En la mitificación de Al-Andalus se pierde a veces hasta el sentido del ridículo, pero lo más hiriente es que se presente como modelo de convivencia a una sociedad que practicó la segregación religiosa de forma tan patente y consciente, e incluso la racial, por no hablar de la sexual. Existe una especie de acuerdo en no emitir juicio moral alguno sobre esas situaciones”.

Y añade: “Si se presentan, se hace de la forma más aséptica y como si fueran cosa admitida que no puede empecer el juicio histórico. Es un privilegio de Al-Andalus que no se concede a otros momentos y formaciones de la historia española, que también han tenido luces y sombras”.

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El historiador Rafael Sánchez Saus

Sánchez Saus no calla ni otorga ante ese “mito” de la convivencia: “El mito de las Tres Culturas tuvo un origen positivo, aunque partiera de una falsedad –declara–. Se trataba de mostrar una posibilidad de entendimiento por encima de las diferencias religiosas. Por ello se aplicaba igual a Al-Andalus que a la España cristiana medieval. Pero desde hace décadas se ha procurado restringirlo a Al-Andalus, mientras que todo lo relacionado con el cristianismo se ha deseado impregnar de intolerancia, persecución y tiniebla: la España cristiana, especialmente la Iglesia, habría sido la culpable de la desaparición de ese paraíso de convivencia”. Hoy, ese “mito” –y de ahí su denuncia– tiene aún ramificaciones: “Es un poderoso agente en la deconstrucción de la conciencia española sobre una base occidental y cristiana, y mina los valores que hicieron posible a España como nación. Además, hace imposible comprender nuestra verdadera historia”.

De ahí que el propio autor describa su ensayo como “una voz de alerta” antes de que podamos “pagar un precio muy alto”, como describe: “La negativa a ver la realidad histórica, la interpretación que se está asentando de la historia de España, no digamos de Andalucía, donde yo vivo –manifiesta–, impide la correcta comprensión de los acontecimientos actuales y permite poner una venda en los ojos de la gente. Después de todo, dicen muchos, aquí nos fue muy bien con el islam hasta que los cristianos impusieron su fe a todo el mundo y acabaron con Al-Andalus. ¿Por qué no rescatar aquel edén? Pocos hacen de ello un programa, pero se extiende el desafecto a lo que hemos sido y aún somos, se prepara el terreno para que otras posibilidades no encuentren resistencia”.

Por eso juzga necesario reforzar la “conciencia de nación cristiana y occidental” que aún tiene España: “La cuestión, a mi juicio, es que España se construyó a lo largo de un proceso de siglos en clave cristiana, y sin esa clave el edificio se nos viene encima y nos deja desamparados frente a lo primero que se presente”. Sánchez Saus sostiene que el católico de hoy tiene que conocer esta historia de la cristiandad hispana sometida bajo dominio musulmán a lo largo de más de cuatrocientos años. “Porque, sin trazar paralelismos infundados –afirma–, quizá nos permita comprender que la docilidad ante quienes buscan, directa e indirectamente, la ruina de la Iglesia, siempre rinde pésimos frutos a costa de los cristianos más vulnerables”.

Pérdida de libertades

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‘Al-Andalus y la cruz’, la obra de Rafael Sánchez Saus

Especialista en la Baja Edad Media, Sánchez Saus narra con rigor cómo era la vida de los cristianos tras la conquista musulmana en 711: “Las comunidades cristianas, organizadas eclesialmente, permanecen en Al-Andalus hasta mediados del siglo XII. A lo largo de 450 años se produjeron todo tipo de situaciones, pero la tendencia general fue a una pérdida de derechos y libertades, y en la medida en que fue produciéndose la islamización del país. Los aspectos esenciales de la relación con el poder y la sociedad islámicos fue el estatuto llamado de ‘dimma’ o ‘protección’, que regulaba hasta los menores aspectos de la vida”.

Y explica cómo esa ‘dimma’ se convirtió realmente en un “pavoroso sistema de sometimiento y degradación”. De ella, apunta: “Su objetivo confeso era asegurar en todo momento la supremacía del islam y de los musulmanes sobre los infieles, a los que se debía hacer manifiesta su inferioridad y humillación. Lo que se pretendía era debilitar a las otras religiones, judía y cristiana, y procurar la conversión paulatina al islam para así escapar de esa situación ominosa”.

Tanto que la mozarabía –las comunidades mozárabes que describe como “últimas comunidades herederas del cristianismo antiguo y visigótico, las más fieles representantes de la vieja Hispania”– apenas pudo sobrevivir más allá del siglo XIII: “Su situación era ya muy mala en el siglo XI, pero la llegada de los almorávides y, sobre todo, de los almohades, selló su destino. Muchos murieron, otros fueron deportados al norte de África y otros muchos huyeron a la España cristiana”.

Esta “intransigencia contra los cristianos” tiene paralelismos innegables con lo que sucede hoy en Irak, en Siria. Es la misma ‘dimma’ e idéntica “vorágine criminal”, sostiene el medievalista, “en medio de la indiferencia casi general”. Muy pocos la vinculan. “La situación de los cristianos de Oriente Medio recuerda inevitablemente a los mozárabes en sus últimos tiempos, pero de que no se produzca esa evidente relación ya se encargan los infinitos sostenedores de los mitos sobre Al-Andalus y su famosa tolerancia –explica Sánchez Saus–. Es más, se pretende poner a Al-Andalus como modelo de lo que debiera ser Oriente Medio. Las viejas cristiandades perecen ante nuestros ojos en medio de la indiferencia y de algo peor: la cristofobia reinante en buena parte de las clases dirigentes europeas”.

San Eulogio y la reivindicación de los “mártires voluntarios”

Una de las aportaciones más sobresalientes de Rafael Sánchez Saus, que fue rector de la Universidad San Pablo CEU entre 2009 y 2011, es la revalorización de los llamados “mártires voluntarios” de Córdoba. “En efecto, el fenómeno martirial cordobés es un episodio apasionante desde el punto de vista religioso, social e intelectual –describe–. Hoy se presenta a los mártires casi como si hubieran sido suicidas o algo peor aún: unos provocadores que pretendían destruir el paraíso de tolerancia que pintan en la Córdoba omeya. Creo, sin embargo, que aquel fenómeno expresó con lenguaje de la época la primera gran batalla cultural de nuestra historia”. De ahí que el historiador destaque cómo “san Eulogio y sus compañeros protestaban ante la cada vez más intensa limitación de la libertad de los cristianos para la práctica de su fe”. Y lo hicieron, añade, “jugándose la vida frente a un poder tiránico y terrible en sus castigos, pero no promoviendo la resistencia armada o el motín, intentando romper la lógica que impedía a un cristiano debatir en igualdad de condiciones con un musulmán. Lo que se entendía como terrible provocación merecedora de muerte era la simple confesión de la divinidad de Cristo, algo que supone la falsedad de Mahoma como profeta”

En el nº 2.978 de Vida Nueva

 

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