Sergio Torres Pinto: “Chile ha crecido, pero no todos puedan ser partícipes y sentarse a la mesa con dignidad”

Presidente de Justicia y Paz de Chile

“El desafío de la equidad sigue siendo importante. Hemos crecido, pero no estamos logrando una cohesión social en la que todos puedan ser partícipes y sentarse a la mesa con dignidad. Hoy tenemos una pobreza más equipada, pero seguimos con índices de pobreza inaceptables”. Esta frase la pronunció el teólogo Sergio Torres Pinto para explicar el punto de partida que tuvo a la vista la Comisión Nacional de Justicia y Paz, de la Conferencia Episcopal de Chile, que él preside, al proponerse elaborar el documento de trabajo Equidad y desarrollo en Chile: los nuevos rostros de los excluidos dado a conocer en diciembre pasado.

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Esa iniciativa hunde sus raíces en la carta pastoral del Comité Permanente del Episcopado, Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile, de septiembre de 2012. Allí los obispos ya expresaban su preocupación porque “la libertad económica ha sido más importante que la equidad y la igualdad. La competitividad ha sido más promovida que la solidaridad social y ha llegado a ser el eje de todos los éxitos. Se ha pretendido corregir el mercado con bonos y ayudas directas descuidando la justicia y equidad en los sueldos, que es el modo de dar reconocimiento al trabajo y dignidad a los más desposeídos. Hoy escandalosamente hay en nuestro país muchos que trabajan y, sin embargo, son pobres”. Los obispos agregan que “en un país marcado por profundas desigualdades resulta extremadamente injusto poner al mercado como centro de asignación de todos los recursos, porque de partida participamos en ese mercado con desigualdades flagrantes”.

También reconocen avances en la superación de la pobreza y beneficios otorgados por el nivel de desarrollo alcanzado, pero éste “convierte a la realidad desigual en algo explosivo. (…) La desigualdad se hace particularmente inmoral e inicua cuando los más pobres, aunque tengan trabajo, no reciben los salarios que les permitan vivir y mantener dignamente a sus familias”.

 

Desigualdad excluyente

Tres años después de ese diagnóstico y sin percibir mejoras significativas, los 24 integrantes de Justicia y Paz aprobaron el documento con el que pretenden suscitar un diálogo que ayude a encontrar propuestas para un desarrollo más inclusivo.

“Nuestro país ha crecido, ¡bienvenido ese crecimiento! El mapa del país, la forma de vivir, han cambiado. Pero el desafío de la equidad sigue siendo importante. Hemos crecido, pero no estamos logrando una cohesión social en la que todos puedan ser partícipes y sentarse a la mesa con dignidad” afirma Torres al presentar el documento de la Comisión que preside a Vida Nueva.

“La inequidad se manifiesta en personas concretas, son los rostros de la exclusión que, más allá de las estadísticas, sufren por diversos motivos la imposibilidad de participar de un verdadero desarrollo” expresa el documento al describir los actuales rasgos de exclusión en la pobreza, en los niños y niñas, en las mujeres, en las personas con capacidades diferentes, en los jóvenes, en los migrantes, en los adultos mayores, en los pueblos indígenas, en los trabajadores. Concluye mencionando la desconfianza exacerbada recientemente por casos de abusos diversos desde el sector privado y la inequidad en el acceso a la justicia, principalmente.

La tercera parte del documento ofrece desafíos y propuestas para la acción que Torres explica: “En la actual conciencia social el diagnóstico anterior nos parece una situación éticamente insostenible. Como aporte hemos identificado cuatro ámbitos que destacamos para invitar a sentarnos a la mesa a discutir cómo enfrentamos esta realidad”.

 

Subsidiaridad y solidaridad

“Antes de ser éste un desafío económico, es un desafío sociopolítico. Si no somos capaces de conjugar el concepto de subsidiaridad con solidaridad, y viceversa, seguiremos entrampados en algo que exacerba sólo el individualismo pero olvida la solidaridad o en una añoranza casi nostálgica de una mirada social integrada. Este es un desafío para la clase política, pero también para todos los ciudadanos, para asumir como nación un propósito tan complejo como es lograr una sociedad más equitativa”.

El diagnóstico no es nuevo. Aunque muchas voces lo señalan, Torres afirma que “no logramos consensos básicos donde lo subsidiario y lo solidario puedan entrelazarse y conjugarse adecuadamente y de manera nueva. Si este desafío no se asume transversalmente, no tendrá solución, porque ningún sector puede imponer a otro su visión, no hay fórmulas mágicas para esto. Cada sociedad debe transitar hacia el modelo de desarrollo que recoja su propia historia, y la nuestra es que en Chile hemos convivido en una realidad social que es muy asimétrica con nuevos rostros de excluidos, tenemos que volver a modular mejor los consensos sociales con propósitos nuevos”.

El segundo ámbito en el que el documento propone generar diálogos es la economía “porque una economía que no integra no tiene futuro. ¿Cómo es posible que una persona trabaje una jornada laboral completa y que su remuneración no le alcance para sustentar dignamente a su familia? La economía tiene que pensarse también en un esquema en el cual el empresariado juega un rol importante. Hay ámbitos en los que habrá que generar espacios para que lo público y lo privado vuelvan a modelar mejor el desarrollo económico que requiere nuestro país”.

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Intervención ciudadana

El ámbito de los ciudadanos es el tercero que señala el documento y que Torres describe aludiendo a los movimientos sociales al reconocer que “tiene que reaccionar como legítimamente lo está haciendo, muchas veces con decepción y hasta con indignación, y no faltan los casos que le dan razón para esa justa indignación y desconfianza. La ciudadanía también tiene que asumir un rol responsable”.

“Una ciudadanía capaz de proponer y construir nuevos espacios –prosigue–, ya sea desde la propuesta política, ya sea de la propuesta de los espacios sociales: hay un tramado que aún es posible fortalecer, reconocer, encauzar. Así como hay que reclamar a las legítimas autoridades políticas que hagan lo suyo, los ciudadanos también tenemos que hacer lo nuestro en los diversos espacios sociales. Habría que estar más atentos a la creatividad de los jóvenes”.

Finalmente, un cuarto espacio son las iglesias cristianas. “Vivimos en un contexto plurireligioso donde el cristianismo, católico y evangélico, en nuestro país tienen mucho que decir, expresa Torres. Primero a propósito de una no alineación de la propia fe en la experiencia social, para unos y para otros. Y unos y otros tenemos que entender que a veces la fe puede excluir a las personas de su responsabilidad social y eso no identifica al evangelio de Jesús. Creemos que también en un diálogo ecuménico entre las iglesias, de cara al país que queremos, las iglesias pueden aportar mucho”.

La propuesta de Justicia y Paz en su documento de trabajo es que estos cuatro ámbitos sean espacios de diálogo para discutir el tipo de desarrollo para Chile. Su difusión coincide con un período de perplejidad frente a las muchas revelaciones de faltas de ética y delitos cometidos por destacados políticos y empresarios que están siendo llevados a la justicia. Este aporte desde la Iglesia puede contribuir en la búsqueda de caminos para el cambio que necesita la sociedad chilena. “A mi modo de ver no sólo tenemos que crecer en el sentido económico de la palabra, concluye Torres, sino también hacerlo más denso en la dimensión de lo que significa el desarrollo humano. Todos los que anhelamos una sociedad digna, tenemos mucho que aportar. No bastan las vicisitudes de la economía en nuestro crecimiento, porque si no tenemos una propuesta de un desarrollo más inclusivo, el sólo crecimiento económico no lo va a realizar”.

ROBERTO URBINA AVENDAÑO

 

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