El Papa denuncia en Ciudad Juárez que los inmigrantes son tratados como “carne de cañón”

papa Francisco reza en Ciudad Juárez en la frontera México-Estados Unidos ante cruces en memoria de migrantes fallecidos

Francisco preside una emotiva misa en la frontera entre México y Estados Unidos

papa Francisco reza en Ciudad Juárez en la frontera México-Estados Unidos ante cruces en memoria de migrantes fallecidos

Una de las imágenes de este viaje: Francisco, rezando por los migrantes fallecidos en Ciudad Juárez, frontera entre México y Estados Unidos

DARÍO MENOR, enviado especial, CIUDAD DE MÉXICO | Francisco ya tiene un nuevo récord: es el primer obispo de Roma que celebra una misa en la que los fieles están divididos en dos países, separados por una frontera. En la ceremonia que presidió el miércoles 17 de febrero en el recinto ferial de Ciudad Juárez, con la que terminaba su viaja a México, Jorge Mario Bergoglio hizo un potente llamamiento para acabar con los atropellos a los inmigrantes y los asesinatos de mujeres que han hecho tristemente célebre a esta población fronteriza con Estados Unidos.

Ciudad Juárez es la última etapa de los miles de migrantes latinoamericanos en su viaje hacia Estados Unidos. Supone un camino “cargado de terribles injusticias”, pues estas personas son “esclavizadas, secuestradas y extorsionadas” y acaban siendo fruto “del negocio del tránsito humano”. “No podemos negar la crisis humanitaria que en los últimos años ha significado la migración de miles de personas, ya sea por tren, por carretera e incluso a pie, atravesando cientos de kilómetros por montañas, desiertos, caminos inhóspitos”, dijo Francisco en su homilía.

Ante las alrededor de 230.000 personas que participaron en la ceremonia, varios miles de ellas desde el estadio Sun Bowl desde la localidad estadounidense de El Paso, al otro lado de la frontera, el Papa recordó que los migrantes son “hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado”. Sufren una doble injusticia, pues se ven obligados a huir de sus tierras por la pobreza y por el camino son “perseguidos y amenazados”.

La peor parte se la llevan los jóvenes, a quienes consideró “carne de cañón”. “¡Y que decir de tantas mujeres a quienes se les ha arrebatado injustamente la vida”, comentó, haciendo referencia al feminicidio que ha costado la vida a miles de mujeres en Ciudad Juárez en los últimos años.

La misericordia, “escudo y fortaleza”

En este Año Santo de la Misericordia, el Pontífice trató de insuflarle a los mexicanos confianza en que es posible alcanzar un nuevo inicio que les haga salir de la ola de violencia y corrupción en que está sumido el país. “La misericordia de Dios es nuestro escudo y nuestra fortaleza”, añadió en otro momento.

“Siempre hay posibilidad de cambio, estamos a tiempo de reaccionar y transformar, modificar y cambiar, convertir lo que nos está destruyendo como pueblo, lo que nos está degradando como humanidad”, les dijo. Para alcanzar un futuro diferente les animó a que rezaran por “la injusticia, la degradación y la opresión”. “Son las lágrimas las que pueden generar una ruptura capaz de abrirnos a la conversión”, aseveró.

Después de arremeter en los días anteriores contra la connivencia de una parte de la Iglesia mexicana con los poderosos y advertir sobre el peligro de la “tentación” que ofrecen los cárteles de la droga, en la misa en Ciudad Juárez reconoció la labor que hacen muchos hijos de la Iglesia en la oposición al narcotráfico y en defensa de los más débiles. “Sé del trabajo de tantas organizaciones de la sociedad civil a favor de los derechos de los migrantes. Sé también del trabajo comprometido de tantas hermanas religiosas, de religiosos y sacerdotes, de laicos que se la juegan en el acompañamiento y en la defensa de la vida. Asisten en primera línea arriesgando muchas veces la suya propia”.

Al final de su homilía, saludó a los fieles que participaron en la misa desde el estadio estadounidense Sun Bowl y se congratuló por poder celebrar juntos “ese amor misericordioso que el Señor nos da, y el que ninguna frontera podrá impedirnos de compartir”.

Concelebraron la Eucaristía 40 obispos mexicanos y 30 estadounidenses. Antes de la misa, el Papa rezó unos instantes ante la verja metálica que separa ambos países desde un promontorio coronado por una cruz negra.

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