Fernando Chica: “No podemos desentendernos del hambre con una limosna”

Observador permanente de la Santa Sede ante la FAO

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Fernando Chica: “No podemos desentendernos del hambre con una limosna” [extracto]

JOSÉ BELTRÁN | “Para muchos, el hambre ha dejado de ser noticia. Es una cuestión que les queda lejana, y tienden a creer que no tiene nada que ver con ellos, diciendo: ‘Ya habrá otros que estarán pendientes de su solución’. Acabemos con esta desidia y pongamos de nuestra parte para eliminarla. Todos”. Es la invitación de Fernando Chica, la voz de la Iglesia en la FAO. “Si la lucha contra el hambre quiere ser eficaz, hay que preocuparse del sujeto real, concreto, y esto de forma urgente y concluyente, pensando que los hambrientos son personas como nosotros y deben ser atendidas. No podemos desentendernos de ellos con una simple limosna”.

Desde marzo de 2015, este sacerdote español es el observador permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA). Chica ha viajado estos días a Madrid para recibir de manos del ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, la Encomienda de Número de Isabel la Católica. Además, ha participado en el VIII encuentro de consiliarios diocesanos de Manos Unidas, dentro del trienio de lucha contra el hambre de la ONG de la Iglesia bajo el lema Plántale cara al hambre: siembra.

Conoce de primera mano el trabajo de las organizaciones internacionales en esta materia y derriba el mito de la falta de eficacia para evitar que casi 800 millones de personas en el planeta no tengan qué llevarse a la boca cada día. “He de subrayar el trabajo que desarrolla la Organización de las Naciones Unidas a través de los organismos que en su seno se ocupan de la agricultura y la alimentación (FAO, FIDA, PMA). Estas instituciones llevan a cabo una serie de iniciativas jurídicas, sociales, de estudio, sensibilización, ayuda directa, etc., para encarar el hambre en el mundo, y esto de una manera eficaz y coordinada. Lástima que no se conozca”.

No solo es el dinero

Chica derriba otros estereotipos como creer que una ingente inversión económica daría la vuelta a la tortilla en esta lucha. “Algún día se acabará con ese acercamiento sesgado que lleva a pensar que la lacra del hambre solo se combate con dinero, con comida. Es verdad que el factor económico es primordial para derrotarlo, pero no es el único. El hambre es el resultado no solo de la escasez de alimentos, sino también de las guerras, las inclemencias climáticas, la deforestación, la erosión de los suelos, el analfabetismo, la falta de desarrollo agrícola, la inequidad, una inadecuada distribución de la tierra, etc. Por tanto, si copiosos son los factores que provocan el hambre, numerosas también han de ser las instancias que luchen contra él”.

“Da escalofrío pensar que un tercio de la producción mundial de alimentos no se aprovecha”, explica, mientras “los alimentos se pierden en el hemisferio norte –denuncia– porque muchos de ellos se tiran, se malgastan, no se consumen. En el hemisferio sur, lo que ocurre es que la mayoría de las veces se deterioran porque faltan medios adecuados para su transporte, su conservación o su cultivo”.

Aun así, Chica está convencido de que hay que ir más allá de las urgentes medidas de largo alcance que estados y gobiernos tienen que acometer para facilitar el acceso al derecho a la alimentación. Pero, ¿hay un compromiso real de la comunidad internacional? “El compromiso existe y se da de diversas maneras, unas más visibles que otras, unas a largo plazo y otras más puntuales. Ahora bien, dicho esto, ciertamente podrían incrementarse los esfuerzos y medidas que se están tomando para luchar contra el hambre de una forma más decidida y eficiente”.

Desde ahí, convencido de que “este es el gran reto que tenemos hoy”, este presbítero jienense considera que “todos podemos aportar nuestra colaboración, tanto individualmente como en un plano más global. Se trata de sumar fuerzas, no de contraponerlas. Nadie sobra a la hora de batallar contra el hambre, flagelo tristemente doloroso”.

En esta misión que le ha encomendado el Papa, tiene precisamente en él a su mejor aliado. “Francisco lleva estos temas muy clavados en su corazón, vibra de una forma especial ante estas cuestiones. Ante todo, con su ejemplo de sobriedad personal, con su trayectoria de vida austera”, comenta, subrayando especialmente su “atinado y pertinente” magisterio, en el que aboga “por descartar la cultura de la indiferencia, la insolidaridad, el narcisismo, el derroche. Todas esas claves están en el origen del hambre en el mundo”.

Examen de conciencia ante el despilfarro

El observador ante la FAO sigue la estela de Francisco para interpelar, más allá de las instituciones, a todos y cada uno a través de un “serio examen de conciencia”. “Hemos de recapacitar todos”, sentencia, reivindicando el arrepentimiento y el propósito de enmienda para generar “pequeños gestos cotidianos que rompen la lógica del egoísmo” y acabar con “los alimentos que se han dejado en el plato, los que se han malogrado en la despensa o en la nevera, o los que se han cocinado y luego no se han consumido”.

Para cocinar este manual de buenos usos que logre una verdadera conversión frente al despilfarro, Chica propone “dejar ya de conjugar los verbos en tercera persona (lo que hace o no hace tal o cual institución, tal país, tal organismo, mi vecino, mi suegra…), para tomar la decisión de ver lo que yo voy a hacer; mejor: lo que ya estoy haciendo. Estamos acostumbrados a ver la mota en el ojo ajeno; estamos siempre en una actitud crítica, con el ojo o el oído atento a los demás, a sus acciones u omisiones. Basta. Comencemos por escuchar nuestro corazón; aprendamos a ponernos metas realizables, tangibles, objetivos que nos competan”.

¿Algún ejemplo? “Con motivo de esta próxima Campaña contra el Hambre, animada por tanta gente buena, por organismos tan loables como los que están implicados en la misma, seamos valientes y tracemos una hoja de ruta personal, propia. Una hoja que no olvidemos y que revisemos periódicamente para ver si la cumplimos o no. En esta hoja, guardada en nuestro corazón, apuntemos: ‘Me comprometo a hacer esto en la lucha contra el hambre o para ayudar a los hambrientos’. Esto último me gusta más, pues es más concreto y real. Que cada uno diga: ‘Combatiré el hambre así’. Y ponga un solo gesto. Uno solo, no nos engañemos. Si ponemos más, no haremos nada”.

En el nº 2.976 de Vida Nueva

 

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