‘El hijo de Saúl’: los secretos del infierno

'El hijo de Saúl',  fotograma de la película

J. L. CELADA | Cuando parecía que ya lo habíamos visto todo sobre el Holocausto, de pronto irrumpe en escena el húngaro László Nemes y nos propina tal bofetada de realidad que cuesta ignorar la evidencia: ciertas heridas siguen sangrando todavía en la memoria de la humanidad. El genocidio perpetrado por los nazis contra el pueblo judío ha sido llevado al cine desde incontables puntos de vista (histórico, político, ideológico, religioso…), narrado por directores de toda época y condición (desde Chaplin a Spielberg, pasando por Polanski o Benigni) y bajo los más diversos filtros (drama, sátira e incluso comedia).

Hay clásicos de ayer (El gran dictador) y de hoy (La lista de Schindler), adaptaciones literarias (El pianista o El niño con el pijama de rayas), documentales (Shoah) y hasta una tierna fábula (La vida es bella). Sin embargo, nunca habíamos sentido un escalofrío semejante –en el cuerpo y en el alma– al que produce El hijo de Saúl, un relato de supervivencia física y moral que nos “obliga” a compartir en primera persona los padecimientos de su protagonista. Que estemos en Auschwitz es casi circunstancial, porque al director magiar le interesa sobre todo desvelar eso que siempre presentimos y tanto nos horroriza, pero que a menudo se ha visto sofocado por los discursos.

Su cámara sigue los pasos a corta distancia, ya sea de frente o de espaldas, de un sonderkommando (prisioneros que integraban unidades de trabajo en los campos de concentración y que, literalmente, eran los “portadores de secretos” en aquel infierno) cuyos ojos y oídos serán en adelante los nuestros. El traqueteo de los trenes, el ladrido de los perros, el crepitar de los hornos crematorios, los golpes en la cámara de gas, cadáveres que se arrastran y amontonan como el calzado o la documentación, gritos que fusionan los lamentos con las órdenes… Todo un repertorio atronador de sonidos asalta nuestros sentidos, mientras el objetivo dibuja los rostros del espanto y desenfoca los cuerpos desnudos y humillados por la barbarie.

Arriesgada apuesta formal la que asume este debutante, aunque ciertamente lograda. Limitar la profundidad de campo nos permite palpar la angustia y la desesperación de un hombre sin horizontes, aferrado a la única esperanza de salvar de las llamas a un chico en el que cree ver a su hijo para darle un entierro digno. Así, en busca de un rabino que le ayude a cumplir su deseo, emprenderá un periplo incierto por entre los barracones que no necesita demasiadas palabras para explicarse. Tampoco esta película. Véanla, y entenderán por qué huele a Óscar.

 

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Saul fia.

DIRECCIÓN: László Nemes.

GUIÓN: László Nemes y Clara Royer.

FOTOGRAFÍA: Mátyás Erdéley.

MÚSICA: László Melis.

PRODUCCIÓN: Gábor Rajna, Gábor Sipos.

INTÉRPRETES: Géza Röhrig, Levente Molnár, Urs Rechn, Todd Charmont, Jerzy Walczak.

En el nº 2.973 de Vida Nueva

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