Yibuti, el desconocido país escolarizado gracias a la Infancia Misionera

Mark Desser, vicario general de Yibuti

El 24 de enero se celebra esta jornada, que recaudó el pasado año 17 millones de euros

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Jóvenes en Yibuti construyendo una vivienda

RUBÉN CRUZ | Ellos se lo guisan y ellos se lo comen. El próximo 24 de enero se celebra la Jornada de Infancia Misionera impulsada por el Papa y organizada por Obras Misionales Pontificias, cuyo protagonismo absoluto es de los niños, puesto que ellos son los donantes y los beneficiarios. Participan los menores de todo el mundo. Gracias a esta gran colecta, el Fondo de Solidaridad de Infancia Misionera financia proyectos en los 1.103 territorios de misión en las áreas de educación, protección de la vida –salud, alimentación y hogar– y evangelización.

Los niños españoles son los segundos más generosos, después de los alemanes. Así, en 2014 reunieron tres millones de euros, que sirvieron para ayudar a 245.393 niños de 37 países. Del total, casi dos millones fueron íntegros para África. Uno de los territorios de misión en este continente es Yibuti, que el pasado año recibió cerca de 7.500 euros de este fondo de los niños para los niños.

La solidaridad provoca que África sea el continente que menos aporta al fondo común y, sin embargo, sea el que más recibe. En concreto, se recaudaron 17 millones de euros en 2015. De ellos, 700.000 euros son aportados por niños africanos. Por contra, 11 millones provienen de los menores europeos. Los niños yibutís también aportan, aunque no siempre de forma monetaria. Obviamente sus recursos son limitados, pero para ello el obispo del país, que solo cuenta con una diócesis, organiza cada 20 de noviembre el Día de la Infancia Solidaria.

“En todas nuestras escuelas diocesanas implicamos a los niños en unos discursos que hablan de los derechos y deberes del niño, porque no hay derecho sin deber. Además, los niños aportan víveres (arroz, agua, aceite…) de sus casas y los llevamos a los menores que están en el campo y no cuentan con esos productos. Es una transacción de niño a niño, no es dinero, pero tiene valor, porque esos productos cuestan dinero”, indica a Vida Nueva Mark Desser, vicario general de Yibuti, que visitó España para dar fe de los proyectos que se realizan en el país gracias al Fondo de Solidaridad de Infancia Misionera.

Un 32% de la población es analfabeta

Desser trabaja al norte de Yibuti, en la misión de Tadjorurah. En este territorio se encuentra una escuela de alfabetización, donde los niños aprenden a leer para poder reintegrarse al sistema educativo, y una escuela de formación profesional. La educación es el eje de la misión, puesto que un 32% de la población es analfabeta. En total, hay cinco centros de alfabetización en el país, cuatro escuelas primarias, una escuela de primaria y secundaria, y el centro de FP. En estos centros estudian 2.700 niños, la mayoría de ellos musulmanes, puesto que la población católica del país apenas supera las 5.000 personas (0,6%). “Lo más bonito del trabajo es educar siendo cristiano a niños musulmanes.

Son jóvenes con muchas preguntas, buscan la verdad. Nuestra misión fundacional es poner a Jesús en el centro de su pueblo”, dice el misionero estadunidense. Y es que “lo importante no es solamente que encuentren un buen trabajo con un buen salario, eso no sirve de nada si estamos formando personas que están cerradas a Dios”, remarca. Los niños que asisten a estas escuelas están orgullosos de ser educados por los misioneros. De hecho, una vez que son adultos, se denominan a sí mismos como misioneros.

En busca de Dios

“Los niños a los que educamos se saben pasajes del Corán, pero no están formados en su religión. Ellos me dicen que somos iguales porque creemos en Dios, pero yo les digo que son dioses diferentes y les cuesta aceptarlo”, explica Desser. En Yibuti no hay ningún tipo de persecución a los cristianos. “Tenemos relaciones estrechas con los padres de nuestros alumnos, que son musulmanes. Ellos me piden que les hable de Dios a sus hijos, porque saben que es esencial para una vida sana”, indica. Sin embargo, “los conversos son muy pocos, porque una vez se hacen cristianos son apartados de la sociedad, de su tribu, de su familia… No es una decisión que pueda tomarse en un día”.

Facilitar el acceso a la educación es primordial, por eso el 50% de los proyectos que financió el Fondo Solidario de Infancia Misionera se desarrollaron en el área educativa. En algunas ocasiones, cuando hay proyectos extraordinarios, se hacen aportaciones puntuales, como en 2012, cuando se entregaron 16.000 euros extra para la reparación de una escuela en Yibuti. Los 7.500 euros anuales sirven para pagar el sueldo de profesores, el material escolar y la cuota de escolaridad para aquellos niños que no tienen recursos. “No pedimos tanto, pero no pueden pagar ni esta cantidad simbólica. Pero los más pobres son los primeros en pagar, tienen esa dignidad, es la evangelización de los pobres hacia los ricos”, señala.

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El misionero Mark Desser junto a sus alumnos

Mark Desser, un misionero en el barro

Es el director de la escuela de formación profesional y el encargado de mantenimiento. Dos puestos que en España nunca compartiría la misma persona, pero que es lo habitual en los territorios de misión. Mark Desser es el vicario general de Yibuti: “El obispo tenía un perro y a mí; tuvo que quedarse conmigo…”, bromea. Junto a él y el obispo, hay otros tres sacerdotes; un seminarista, que estudia en Somalia; un diácono y 25 hermanas.

En 2003 decidió dejar su trabajo como ingeniero en Generals Motor para ingresar en Los Siervos de los Pobres de Perú. “Gracias a mis padres, que son unos santos, soy católico. Ordenarme sacerdote fue una decisión que llegó tras una confesión. Por eso, siempre digo que es muy importante que la gente se confiese, es el sacramento más importante de nuestro tiempo”, comenta a esta revista. Seguidor de Teresa de Jesús y Carlos Foucauld, Desser supo hace más de una década que su sitio estaba junto a los musulmanes.

En el nº 2.972 de Vida Nueva

 

 

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