El arte según Francisco

El Papa publica ‘La mia idea di arte’, donde pide la apertura de los Museos Vaticanos

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Bergoglio explica en el libro, en conversación con Alejandro Marmo, que el arte es esperanza, consuelo y prueba de la grandeza de Dios

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | El arte según Francisco es esperanza. Y consuelo. Es también encuentro, dignidad y prueba de la grandeza de Dios. “El artista es el testigo de lo invisible, y la obra de arte es la prueba más fuerte de que la encarnación es posible”. Así lo afirma en La mia idea di arte (Ingrandimenti), 99 páginas de reflexiones sobre el arte y la evangelización, la cultura y la Iglesia, que Francisco hace en diálogo con el escultor Alejandro Marmo (Buenos Aires, 1971) y que la periodista italiana Tiziana Lupi, autora también de la biografía Il nostro Papa, transcribe.

La idea del arte de Jorge Mario Bergoglio es sencilla en su enunciación y, sin embargo, reveladora o, incluso, provocadora: “El papel del poeta, del artista, es contrastar la cultura del descarte y evangelizar”. Esas dos ideas centrales van a ir desarrollándose en una reflexión a partir de la cual surgen múltiples nuevas vías de exploración del arte según Francisco: “Los Museos Vaticanos deben ser cada vez más el lugar de lo bello y de la acogida. Deben acoger las nuevas formas de arte. Deben abrir las puertas a las personas de todo el mundo. Ser un instrumento de diálogo entre las culturas y las religiones, un instrumento de paz. ¡Estar vivos!”.

Ese toque de atención a los Museos Vaticanos a los que Francisco concibe como “la casa de todos” –y que ha generado una cierta polémica con el actual director, Antonio Paolucci, que afirmó que el Papa no los ha visitado aún oficialmente– va, sin duda, mucho más allá si se lee el opúsculo de Francisco: apunta una crítica radical contra el arte como industria del lujo y que se erige sobre la desigualdad social. La mia idea di arte parte de ese concepto de “cultura del descarte” sobre el que Francisco ha construido su denuncia de la sociedad contemporánea.

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En el nº 2.972 de Vida Nueva

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