Alégrate

Jornada de sofoco. Con una pizca de hastío y cierto aire de desilusión. Así empezamos el año.  Miro a la mujer de Nazaret. Recapacito. El Ángel no dijo: “Agóbiate, llena de gracia, porque te cae una buena…”. Pero uno lo traduce así en lo cotidiano, cuando se multiplican los problemas. Tanto es así que se corre el peligro de vivir como cristiano.

Hablo en primera persona, porque soy el primero que vivo como una losa la responsabilidad que conlleva ser Iglesia, ser hijo de Dios. Falla la misericordia personal, lo que otros llaman autoestima. Nos miramos con tanta exigencia y tan poca capacidad de perdón para uno mismo que acabamos dibujando a nuestra imagen y semejanza al Dios juez. Y no a la inversa, como deberíamos. Nos contagiamos unos a otros esa imagen, que traducimos en doctrina y en impositivos morales. Construimos una Iglesia que poco tiene que ver con una comunidad que anuncia buenas noticias para convertirnos en profetas de calamidades en sobre lacrado. Agoreros que han recibido la Palabra con tanto afán de custodia que en ocasiones la ha convertido en fortaleza donde tan complicado es entrar como salir, donde hemos levantado muros y estrechado las puertas, donde las rejas no han dejado entrar la luz ni han permitido ventilar las estancias. Así llegan los “agóbiate”.

Afortunadamente, Francisco nos da lecciones sobre cómo vivir con esas cruces cotidianas. Él mismo reivindica la alegría como la expresión de la presencia de Jesús en cada uno. Algo hace el Espíritu cuando nos dejamos. Cuando escuchamos el mensaje del Ángel, tal y como viene y no como nos interesa: “Alégrate, el Señor es contigo”.

José Beltrán

Director de Vida Nueva España

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