Navidades 2015: La Iglesia debe perdonar “como Jesús en la Cruz”

Francisco ha testimoniado en cada celebración una Navidad en clave de Año de la Misericordia

El Papa visita el Belén, con varias escenas de caridad

El Papa visita el Belén, con varias escenas de caridad

ANTONIO PELAYO (ROMA) | Si el 1 de enero de 2016 es el paradigma de lo que va a suceder en los próximos meses, debemos prepararnos para vivir un año de gran intensidad. Ese día, Francisco celebró la XLIX Jornada Mundial de la Paz y abrió la Puerta Santa en la basílica de Santa María la Mayor, “binó” (dijo dos misas en el mismo día) y, a mediodía, felicitó el Año Nuevo a decenas de miles de peregrinos de todo el mundo. Un programa que le exigió un notable esfuerzo, soportado como si se tratase de la cosa más normal.

La Jornada Mundial de la Paz, creada por Pablo VI hace 49 años, tenía como lema Vence la indiferencia y conquista la paz. Al coincidir el primer día del año con la solemnidad litúrgica de María Santísima Madre de Dios, la misa presidida por el Santo Padre adquiere el más alto rango; asiste el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede junto a los miembros y colaboradores del Pontificio Consejo ‘Justicia y Paz’. No defraudó la homilía del Papa, que se refirió a la “dramática experiencia histórica” de nuestro tiempo.

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Francisco saluda a tres pequeños “reyes magos” en Año Nuevo

“Cada día –dijo–, aunque deseamos vernos sostenidos por los signos de la presencia de Dios, nos encontramos con signos opuestos, negativos, que nos hacen creer que está ausente. La plenitud de los tiempos parece desmoronarse ante la multitud de formas de injusticia y de violencia que hieren cada día a la humanidad. A veces nos preguntamos: ¿cómo es posible que perdure la opresión del hombre contra el hombre, que la arrogancia del más fuerte continúe humillando al más débil, arrinconándolo en los márgenes más miserables de nuestro mundo? ¿Hasta cuándo la maldad humana seguirá sembrando la tierra de violencia y odio que provocan víctimas inocentes? ¿Cómo puede ser este un tiempo de plenitud si ante nuestros ojos muchos hombres, mujeres y niños siguen huyendo de la guerra, del hambre, de la persecución, dispuestos a arriesgar su vida con tal de que se respeten sus derechos fundamentales? Un río de miseria, alimentado por el pecado, parece contradecir la plenitud de los tiempos realizada por Cristo”.

“Y, sin embargo –continuó–, este río en crecida nada puede contra el océano de la misericordia que inunda nuestro mundo. Todos estamos llamados a sumergirnos en este océano, a dejarnos regenerar para vencer la indiferencia que impide la solidaridad y salir de la falsa neutralidad que obstaculiza el compartir”.

Mientras, la Comunidad de Sant’Egidio organizaba su tradicional oración por la paz entre el castillo de Sant’Angelo y San Pedro. Al mediodía, la plaza ofrecía la imagen de las grandes ocasiones. Nada más asomarse a la ventana, Bergoglio fue acogido con una salva de aplausos a los que respondió agradecido, felicitando el Año Nuevo a todos. “La paz que Dios Padre –aseguró– quiere sembrar en el mundo debe ser cultivada por nosotros. Pero no solo, debe ser también conquistada. Esto lleva consigo una verdadera lucha, un combate espiritual que tiene lugar en nuestro corazón. Porque no solo la guerra es enemiga de la paz, también lo es la indiferencia que nos hace pensar solo en nosotros mismos y crea barreras, sospechas, miedo y cerrazones”.

Ya a primeras horas de la tarde, los alrededores de la basílica de Santa María la Mayor comenzaron a llenarse de gente que esperaba la llegada del Papa. Este llegó puntual y fue recibido en el atrio por el cardenal arcipreste Santos Abril y Castelló. Tras el canto de la Salve Sancta Parens y un breve acto penitencial, Francisco abrió los batientes de la Puerta Santa e hizo su entrada en el templo mientras la multitud cantaba el himno jubilar Misericordiosos como el Padre.

Ya es conocida la especial atracción que esta basílica ejerce desde siempre sobre Bergoglio, que la ha visitado desde su elección 39 veces. Pero no había celebrado nunca la eucaristía en ella. Era visible por eso en su rostro una cierta emoción. Como la cátedra está bastante separada del pueblo en el momento de la homilía, el Papa se acercó al ambón (del que yo me encontraba a menos de cinco metros). Es uno de los textos más hermosos que le he escuchado, centrado en María como Madre de la Misericordia.

“El Hijo de Dios que se hizo carne para nuestra salvación –dijo– nos ha dado a su Madre, que se hace peregrina con nosotros para no dejarnos nunca solos en el camino de nuestra vida, sobre todo en los momentos de incertidumbre y de dolor”. “Para nosotros –añadió un poco más adelante–, María se convierte en un icono de cómo la Iglesia debe extender el perdón a cuantos lo piden. La Madre del perdón enseña a la Iglesia que el perdón ofrecido en el Gólgota no conoce límites. No lo pueden detener la ley con sus argucias ni los saberes de este mundo con sus disquisiciones. El perdón de la Iglesia debe tener la misma amplitud que el de Jesús en la Cruz y el de María a sus pies. No hay alternativa. Y por eso el Espíritu Santo ha hecho que los apóstoles sean instrumentos eficaces de perdón, para que todo lo que nos ha conseguido la muerte de Jesús pueda llegar a todos los hombres en cualquier momento y lugar” (dejo al lector sacar las conclusiones que se derivan de estas palabras pensando en las discusiones sinodales sobre los problemas de la familia y a tenor de la exhortación apostólica que hará pública dentro de algunas semanas).

“La fuerza del perdón –concluyó– es el auténtico antídoto contra la tristeza provocada por el rencor y por la venganza. El perdón nos abre a la alegría y a la serenidad porque libera el alma de los pensamientos de muerte”.

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El Papa adorando al Niño Jesús

El momento cumbre de las celebraciones navideñas es la llamada “misa del gallo”, que este año comenzó a las nueve y media de la noche del 24 de diciembre. Antes de iniciar el rito eucarístico, el Papa se acercó a la estatuilla del Niño Jesús que se encontraba delante del altar de la confesión. Lo hizo acompañado de quince niños que representaban a las diversas naciones que el Pontífice ha visitado este año, a los que sumaron tres mexicanitos provenientes del país al que Bergoglio se dirigirá a mitad de de febrero. Después de retirar el velo que lo cubría, le ofrecieron una corona de flores.

“De este niño –explicó en la homilía– que lleva impresos en su rostro los trazos de la bondad, de la misericordia y del amor de Dios Padre, emana para todos nosotros, sus discípulos, como enseña el apóstol Pablo, el compromiso de ‘renegar la impiedad’ y la riqueza del mundo para vivir ‘con sobriedad, con justicia y con piedad’ (carta a Timoteo 2, 12)”.

La mañana del 25 amaneció con un sol esplendoroso y, cuando el Santo Padre se asomó al balcón de la loggia de las bendiciones, pudo contemplar el espectáculo de una plaza bastante rebosante de gentes (las estimaciones daban la cifra de 70.000 personas) que se habían sometido, sin rechistar, a los estrictos controles de las fuerzas de seguridad.

“Abramos nuestros corazones para recibir la gracia de este día que es Él mismo: Jesús es el día luminoso que surgió en el horizonte de la humanidad”, fueron las primeras palabras del tradicional mensaje urbi et orbi. “Donde nace Dios –recalcó más adelante– nace la esperanza: Él trae la esperanza. Donde nace Dios nace la paz. Y donde nace la paz no hay lugar para el odio ni para la guerra. Sin embargo, allí donde el Hijo de Dios vino al mundo continúan las tensiones y las violencias y la paz queda como un don que se debe pedir y construir. Que los israelíes y palestinos puedan retomar el diálogo directo y alcanzar el entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en armonía, superando un conflicto que les enfrenta desde hace tanto tiempo, con graves consecuencias para toda la región”.

A partir de aquí, el Papa describió el catálogo de sus preocupaciones, pero lo hizo con la esperanza de que “el acuerdo alcanzado en el seno de las Naciones Unidas logre cuanto antes acallar el fragor de las armas en Siria y remediar la gravísima situación humanitaria de la población extenuada. Es igualmente urgente que el acuerdo sobre Libia encuentre el apoyo de todos para que se superen las graves divisiones y violencias que afligen el país. Que toda la comunidad internacional ponga su atención de manera unánime en que cesen las atrocidades que, tanto en estos países como también en Irak, Yemen y en el África subsahariana, causan todavía numerosas víctimas, provocan enormes sufrimientos y no respetan ni siquiera el patrimonio histórico y cultural de pueblos enteros. Quiero también recordar a cuantos han sido golpeados por los atroces actos terroristas, particularmente en las recientes matanzas sucedidas en los cielos de Egipto, en Beirut, París, Bamako y Túnez”.

En otra frase pidió que “el Niño Jesús les dé consuelo y fuerza a nuestros hermanos perseguidos por causa de su fe en distintas partes del mundo. Son nuestros mártires de hoy”. Siguiendo la enumeración de los puntos más calientes del planeta, añadió: “Pidamos paz y concordia para las queridas poblaciones de la República Democrática del Congo, de Burundi y del Sudán del Sur, para que, mediante el diálogo, se refuerce el compromiso común en vista de la edificación de sociedades civiles animadas por un sincero espíritu de reconciliación y de comprensión recíproca”.

Antes de acabar esta letanía de sufrimientos, deseó que “la Navidad lleve la paz verdadera también a Ucrania, ofrezca alivio a quienes padecen las consecuencias del conflicto e inspire la voluntad de llevar a término los acuerdos tomados para restablecer la concordia en todo el país”. Asimismo, expresó su augurio de que “la alegría de este día ilumine los esfuerzos del pueblo colombiano para que, animado por la esperanza, continúe buscando con tesón la anhelada paz”.

Fueron 15 los países nombrados por su nombre en este mensaje, pero también se refirió a “los hombres y mujeres que son privados de su dignidad humana y, como el Niño Jesús, sufren el frío, la pobreza y el rechazo de los hombres. Que hoy llegue nuestra cercanía a los más indefensos, sobre todo a los niños soldado, a las mujeres que padecen violencia, a las víctimas de la trata de personas y del narcotráfico”. No podía faltar en este mensaje el llamamiento a “que no falte nuestro consuelo a cuantos huyen de la miseria y de la guerra, viajando en condiciones muchas veces inhumanas y con serio peligro de sus vidas. Que sean recompensados con abundantes bendiciones todos aquellos, personas privadas o estados, que trabajan con generosidad para socorrer y acoger a los numerosos emigrantes y refugiados, ayudándoles a construir un futuro digno para ellos y para sus seres queridos, y a integrarse dentro de las sociedades que les reciben”.

A los gobernantes

Ya casi en el final del mensaje, encomendó al Señor que “vuelva a dar esperanza a cuantos no tienen trabajo –y son tantos– y sostenga el compromiso de quienes tienen responsabilidades públicas en el campo político y económico, para que se empeñen en buscar el bien común y tutelar la dignidad de toda vida humana”. Este mensaje, como ya es habitual en él, lo pronunció de pie, contrariamente a todos sus antecesores, que lo hacían desde un trono, y sin revestir ningún ornamento especial.

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En la “misa del gallo” Francisco saludó a 15 niños, representantes de cada uno de los países visitados por él en 2015. Hubo otros tres de México, destino de su próximo viaje

Finalizada la lectura, el maestro de las ceremonias pontificias, Guido Marini, le revistió con la solemne estola pontificia para impartir la bendición urbi et orbi; fue el cardenal protodiácono, Franc Rodé (acompañado por el cardenal Beniamino Stella) el encargado de leer las “condiciones” necesarias para recibir la indulgencia plenaria. El pueblo presente la recibió con un amplio aplauso, mientras las bandas de la guardia suiza y de los carabinieri interpretaban los himnos pontificio e italiano.

En medio de tan grandes solemnidades no es de extrañar que el Jubileo de las Familias haya pasado a un relativo segundo plano. Se celebró el domingo 27 de diciembre, festividad de la Sagrada Familia, y se decidió con sentido realista que la eucaristía tuviese lugar en la basílica y no en la plaza, que hubiera resultado demasiado grande para el número de personas que participaron en la ceremonia. Concelebraron con el Papa el cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo, y los arzobispos Vincenzo Paglia y Rino Fisichella, respectivamente, presidente del Pontificio Consejo para la Familia y secretario del Comité Organizador del Jubileo.

Comentando las lecturas, el Papa subrayó que “lo más hermoso que hoy pone de relieve la Palabra de Dios es que la peregrinación la hace toda la familia. Papá, mamá y los hijos van juntos a la Casa del Señor para santificar la fiesta con la oración. Es una lección importante que se ofrece también a nuestras familias. Podemos decir que la vida de la familia es un conjunto de pequeñas y grandes peregrinaciones”.

“Qué importante es para nuestras familias –abundó– caminar juntos para alcanzar una misma meta. Sabemos que tenemos un itinerario común que recorrer; un camino donde nos encontramos con dificultades, pero también con momentos de alegrías y de consuelo”. En la oración de los fieles –donde se utilizaron las lenguas china, francesa, portuguesa, rusa y alemana– se pidió “por los legisladores y gobernantes, para que sirvan al bien de todas las personas tutelando la estabilidad y la serenidad de las familias”.

Para finalizar esta crónica y como prueba del personalísimo sentido del humor de Jorge Mario Bergoglio, recogemos la respuesta que dio a uno de los pueri cantores que recibió en audiencia el jueves 31 de diciembre. El pequeño le preguntó si le gustaba cantar y así le respondió el Papa: “Me gusta oír cantar, pero, si yo cantase, lo haría como un burro, porque no sé cantar”.

El Papa, ‘youtuber’

M. Á. MALAVIA | La gran capacidad comunicativa de Francisco se ha puesto de manifiesto una vez más con su búsqueda de nuevos canales con los que llegar a mucha más gente y de un modo más directo. Así, el Papa ya es uno de los youtubers con más impacto viral. Con la intención de publicar un vídeo al mes dedicado a un tema específico, el que colgó en la Red el miércoles 6, sobre el diálogo interreligioso, no deja indiferente. Con un estilo cuidado y contando con la colaboración de un rabino, una religiosa budista, un iman islámico y un sacerdote, deja un mensaje directo y dirigido al corazón, consistente en recalcar que, pese a las diferencias, “todos somos hijos de Dios”.

En el nº 2.971 de Vida Nueva

 

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