Jacques Mourad: “La oración de Teresa fue una mano tendida que me sacó del pozo”

Dhiya Azziz, sacerdote franciscano iraquí secuestrado por el Estado Islámico y liberado

‘Vida Nueva’ se encuentra con el sacerdote, que estuvo secuestrado durante 84 días por el Estado Islámico en Siria

Jacques Mourad, sacerdote sirio-ortodoxo secuestrado por el Estado Islámico y liberado

El sacerdote Mourad recorre Europa relatando su experiencia

Encuentro con Jacques Mourad [extracto]

ÁNGELES CONDE | El papa Francisco, en su mensaje para la 49ª Jornada Mundial de la Paz, denuncia que, “casi sin darnos cuenta, nos hemos convertido en incapaces de sentir compasión por los otros, por sus dramas; no nos interesa preocuparnos por ellos, como si aquello que les acontece fuera una responsabilidad que nos es ajena”. Por eso, escuchar el nombre del Estado Islámico parece que ha dejado de producirnos ese terror inicial. A diario, su televisada violencia nos pasa cada vez más desapercibida, mientras cientos de personas siguen sufriendo sus consecuencias. Una de ellas es el sacerdote sirio-ortodoxo Jacques Mourad, cuya historia, como él dice, “es un milagro”.

Ha pasado estos días por Europa para explicar cómo era su Siria. Cómo se vivía en el país de san Pablo, donde no existía ningún conflicto religioso y donde la violencia ha retorcido tanto la convivencia que apenas quedan recuerdos que salvar. Primero visitó el santuario de Lourdes para agradecer a la Virgen su vuelta a la vida, porque asegura que rezar el Rosario le sostuvo en la prueba.

Después recaló en Roma, donde explicó a Vida Nueva que, además del Rosario y la “oración del abandono” de Carlos de Foucauld, santa Teresa de Ávila obró el milagro: “Yo duermo poco, cuatro horas más o menos. Entonces, en medio de la noche, me desperté con esta oración en la cabeza: ‘Nada te turbe, nada te espante. Quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta’. Y la rezaba en árabe, con la música de Taizé. La recé todos los días. Fue como una mano tendida que me sacó del pozo”.

Quién iba a pensar que santa Teresa, en su quinto centenario, iba a irse hasta Siria para consolar, durante los 84 días de cautiverio en el baño de una prisión del ISIS, a este sacerdote sirio. “Nos encerraron a Boutros y a mí en un baño minúsculo –relata–, para humillarnos más”. Boutros, otro cristiano de Qaryatayn, sigue secuestrado. Se los llevaron a los dos el pasado 21 de mayo de su monasterio de Mar Elian, hoy reducido a escombros.

Uno de sus captores era un vecino con el que estuvo tomando té una semana antes en su propia casa. Cuenta de forma pausada el relato de su pesadilla: “En el octavo día pensábamos que llegaba el fin”. Relata que entró un encapuchado a su celda y pensó que los decapitarían, porque todos los días recibían el ultimátum: convertirse al islam o morir. Sin embargo, no fue así: “Nos dijo que estábamos bajo la protección del Califato y que me tomase el cautiverio como un retiro espiritual”.

Vieron a otros muchos cristianos secuestrados, hombres, mujeres y niños, de los que desconoce su suerte. Lo soltaron el 1 de septiembre: “Conmigo pusieron en libertad a 25 cristianos. Estos signos muestran que aún existe la misericordia de Dios”. Unos emisarios vinieron de Irak, enviados por el jefe del ISIS, para firmar un acuerdo con los cristianos de Qaryatayn. Les devolvieron allí a condición de no salir jamás de la ciudad. De hacerlo, matarían a los hombres y esclavizarían a las mujeres y a los niños.

“Pero la vida allí –continúa– es imposible bajo el yugo del Estado Islámico… Además no había ni luz ni agua. Ni siquiera comida”. Por eso, a los 40 días se marchó de la ciudad, de donde le sacó un vecino musulmán en moto.

Dhiya Azziz, sacerdote franciscano iraquí secuestrado por el Estado Islámico y liberado

El sacerdote franciscano iraquí, Dhiya Azziz

Antes, estrechó la mano de su secuestrador, al que asegura que no juzga. Solo se altera en su narración para lamentar el trato que se está dando a sus compatriotas que buscan refugio en Europa: “Es ilegal la manera en la que se está tratando a estas personas que huyen de bombardeos y de masacres. Escapan de la muerte para encontrar la muerte en el mar. Y se acepta. Cada padre tiene derecho a buscar una tierra segura donde ver crecer a sus hijos”.

Esa tierra ya no es Siria, aunque este sacerdote de expresión amable sostiene que en cada hombre hay una raíz de bondad, porque es hijo de Dios y “Dios no hace nada mal”. Por eso espera que Siria vuelva a ser algún día aquella tierra donde también los musulmanes llamaban “nuestro monasterio” al monasterio cristiano de Mar Elian.

Otro buen final para un rapto navideño

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Afortunadamente, Dhiya Azziz ha corrido la misma buena suerte de Jaques Mourad, y en bastante menos tiempo. Este sacerdote franciscano iraquí, que fue secuestrado por el Estado Islámico (ISIS) cuando se dirigía a su parroquia en Yacoubieh (Siria) para celebrar la misa de Navidad, fue liberado el 5 de enero, según informó en un comunicado la Custodia Franciscana de Tierra Santa.

Aunque se desconocen las causas que han rodeado al caso, por lo que explica de un modo somero la Custodia, se entiende que ellos han mediado de algún modo. “Debido a razones de confidencialidad no podemos dar más detalles. Agradecemos a todos los que nos ayudaron para liberarlo”, apuntan.

Significativamente, esta era la segunda vez que Azziz era secuestrado, pues ya lo fue el pasado 4 de julio, durando entonces su cautiverio seis días. Otro dato significativo, y que evidencia la dificilísima situación de los sacerdotes y religiosos que siguen acompañando a sus comunidades en Siria e Irak, es que el sacerdote franciscano, en el momento de su rapto, acababa de regresar de Turquía, donde había ido a visitar a su familia, que vive como refugiada una vez que el ISIS se hiciera con el control de su pueblo natal, Qaraqosh (Irak).

En el nº 2.971 de Vida Nueva

 

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