¿’Coaching’ creyente? Propuestas para mejorar nuestro compromiso con la fe en 2016

El camino del creyente requiere una revisión continua

portada Pliego Coaching creyente 2970 diciembre 2015

LUIS LÓPEZ GONZÁLEZ, director del Máster de Relajación, Meditación y Mindfulness de la Universidad de Barcelona. TXEMI SANTAMARÍA, psicoterapeuta de pareja y familia en el Centro Diocesano de Orientación y Terapia Familiar Lagungo (Bilbao) | Si realmente nos preguntamos si la fe necesita del coaching, la respuesta es contradictoria. Por una parte, podemos afirmar que la fe en sí misma ya tiene su dinamismo de autopropulsión y de mejora, al estar los creyentes, en principio, en manos del mejor de los coaches, que sabe lo que nos conviene (cf. Sal 139, 13). Por otra parte, la debilidad de la fe, así como nuestra propia contingencia y el hecho de que no deja de ser un fenómeno humano –por muy espiritual que sea–, nos alertan de no despreciar ninguna propuesta de mejora humana, ya sea científica o filosófica. Por eso, sin necesidad de denostar la labor de nuestro Gran Coach, os invitamos en este artículo a tomar conciencia de nuestro año de fe 2015, a hacer un pequeño balance y a intentar generar cambios, en la medida de nuestras posibilidades.

No obstante, si nos atrevemos a hablar de inteligencia espiritual y de competencias pastorales, ¿por qué no hablar de competencia creyente y, por tanto de coaching creyente? Pero, ¿cómo encajar el coaching en el ámbito de la fe? Si somos conscientes de nuestra incompetencia como creyentes, es decir, de “ese bien que quiero pero mal que continuo haciendo” del que hablaba san Agustín, veremos que no ponemos en marcha todas nuestras capacidades, habilidades y todo aquello que ya sabemos, pero, sobre todo, no acabamos de exponenciar todo lo anterior con nuestra actitud.

Podemos describir la fe como una moneda de doble cara: por un lado, es don, esto es, ofrecimiento gratuito del Dios de la Vida, un Dios que llama a cada persona por su nombre, por amor “desde su mismo nacimiento” (GS 19); por otro lado, es tarea (DV 5). Así pues, bendito sea el coaching, si ello nos ayuda a crecer en bondad y sabiduría en el ágora de nuestra cotidianidad (cf. Lc 2, 52).

La actitud es fundamental

Las dos primeras preguntas que podemos formularnos son: ¿somos responsables de nuestra tarea en la fe? ¿Es nuestra actitud mejorable?
Todos sabemos que el camino de la fe requiere de una revisión continua de nuestra actitud (un ejemplo está en el conocido propósito de enmienda).

En coaching, la actitud es fundamental. Por supuesto, dicha actitud dependerá del autoconcepto que uno tenga de sí mismo, de su identidad personal, lo cual definirá su abanico de fortalezas y debilidades.

Ahora bien, si no hay conciencia de nuestra incompetencia como creyentes, no podremos desarrollar un programa de coaching; igual que no hay perdón sin propósito de enmienda, como hemos dicho. De hecho, esta toma de conciencia ya se realiza en la misa dominical al revisar nuestros pecados.

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