Año nuevo

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de Sevilla CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

Nuevo, ciertamente, pero no porque comience un período de tiempo y cambien los números y las fechas. La novedad ha de venir por el empeño en la justicia y la paz, el derecho y la misericordia, la fe en Dios y la confianza en los hombres y mujeres de buena voluntad. Lo viejo y caduco llega por efecto del pecado, del olvido de Dios, la desconfianza de las personas, la indiferencia ante el que sufre, del que pone trabas a la paz, de quien incita a la violencia, de los odios y deseos de venganza, del poner confianza en el dinero y el poder, del orgullo y la prepotencia.

Obstáculos y barreras para lo nuevo son los prejuicios y los resentimientos, los que ponen semillas de cizaña y ayudan a que rebroten las raíces amargas de viejos prejuicios, de quien mira hacia atrás y no sabe encontrar nada positivo y entusiasmante, del fatalista y el perezoso. Que se gozan en la queja: “El lamento es como un boomerang que se vuelve contra uno mismo y termina por aumentar la infelicidad. Es necesario vivir con alegría y caminar en la esperanza” (papa Francisco).

En lugar de deprimentes diagnósticos, remedios alentadores; en vez de funestos presagios, mensaje de esperanza, como quería Juan XXIII. No necesitamos profetas de calamidades, sino espléndidos testigos de la alegría y generosos servidores de la misericordia, caminando con la verdad, la justicia, la caridad, el perdón y la alegría cristiana.

Año verdaderamente nuevo porque la luz de Cristo estará siempre encendida para iluminar el camino de los que en él confían, de quienes escuchan su palabra, siempre lámpara encendida, para los que se identifican y siguen sus pasos, de los que dan testimonio en palabras y obras, los que trabajan para que las espadas se transformen en arados que rompan la tierra y se abran surcos que se llenen de la semilla de la buena noticia, del Evangelio.

Si al pasado se ha de mirar, que se haga con gratitud y para aprender, confiar y llenar de gozo el presente con el fruto que se ha podido cosechar y que sea prenda de esperanza para el futuro. Detrás de lo que puede parecer imposible está la gracia, el favor de Dios. No podemos vivir como aquellos que no tienen fe. No se trata de vestirse de actitudes positivas, sino de ser coherentes con aquello en lo que se cree. Feliz Año Nuevo, porque habéis comprendido dónde está el gozo y la alegría: encontrarse con el rostro misericordioso de Dios.

En el nº 2.970 de Vida Nueva

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